El rojizo de sus pupilas resaltaba en su rostro grisáceo visiblemente alargado, aunque de rasgos humanoides, las orejas puntiagudas y caninos sobresalientes de los finos y negros labios denotaba a un ser fuera de este mundo, como salido de un bosque encantado, la luz de la luna nueva reflejada sobre su perfil izquierdo, dejaba ver una barba atípica y delineada hacia los bordes en dirección al ovalado mentón. Nunca antes había visto una nariz tan fina y larga, definitivamente no era humano.

Él no quitaba su mirada de mí, sin parpadear, sin ningún gesto que delatara una mínima muestra de emoción, pensé, ¿será acaso un robot animatrónico? De esos que están en los parques de atracciones, pero que sentido tiene en este solitario camino, no logro ver los cables, ¿será de batería? ¿Qué broma más pesada?

Sobre su cabeza, una especie de sombrero cubría la calva, estábamos en suspenso, a la espera de cualquier leve ademán o palabra que rompiera la monotonía del inesperado encuentro. Me debatía entre tomar la iniciativa o esperar que él actuara, si hubiera querido atacarme, hace rato lo habría hecho. Correr era una opción y esconderme entre la oscuridad, pero sospecho que el rojo de sus pupilas no es un efecto óptico y él es una criatura de la noche.

¿Qué quieres? le dije rompiendo el silencio, dándome valor. El brillo rojo de las pupilas incrementó su intensidad de tal manera, parecían haces de láser atravesado por partículas ambientales. El valor que momentáneamente me insuflaba cedió ante la incertidumbre y con ello la aparición del miedo racional me colocaba entre luchar o huir.

No temas, respondió, supongo que olfateaba el miedo en mí. No he venido para hacerte daño, solo deseo alertarte que abandones este lugar, mis hermanos no son tan benévolos y tolerantes. Ustedes destruyen y contaminan, pronto tendremos que impedirle que sigan abusando, así que regresa por donde viniste y dile a los tuyos que su tiempo se acaba.