EL NIÑO HÉROE (cuento)

in #spanish6 years ago (edited)

EL NIÑO HÉROE


FUENTE

Una nueva temporada escolar había iniciado como se esperaba: con alegría, con entusiasmo, con carisma, con muchas ganas de enseñar y, por qué no, de aprender. Pues, en definitiva, la relación maestro-aprendiz no sólo se corresponde al otorgamiento de un determinado conocimiento que da forma al intelecto, sino a la adquisición de aquello que motiva a uno y a otro a nutrirse mutuamente de esa búsqueda de la verdad más allá de la verdad misma.

Desde muy temprano los niños comenzaron a llenar progresivamente el patio, los jardines, los pasillos y los espacios de aprendizaje con su presencia, sus voces y sus risas. Algunos, con sus miradas curiosas, trataban de familiarizarse con los viejos y nuevos rostros; otros, con algo de miedo en sus ojos, por ser su primer día, intentaban calmar los nervios haciendo contacto u ocultando sus temores en algún recóndito rincón de su ser. Mientras, los maestros, después de cantar el himno de la nación junto a los niños e izar la bandera hasta la parte más alta del asta, dábamos la bienvenida al alumnado, con una sonrisa de oreja a oreja, en las puertas de los salones de clase, al mismo tiempo que íbamos revisando la lista de estudiantes presentes.

Era mi octavo año en aquella escuela. Enseñaba todas las materias en el quinto grado a niños con espíritus diferentes, con personalidades diferentes, con temperamentos diferentes, con actitudes diferentes y, por supuesto, con condiciones de sociedad diferentes. Cualquiera pensaría que tal labor consiste sólo, como si no bastara más, en escribir en una pizarra hasta llenarla de cabo a rabo, o en enseñar a dominar el arte del lenguaje, de las matemáticas y del resto de las ciencias y así cumplir, al final, con la evaluación de las tareas asignadas, pero no; pues hasta yo, antes de hallar mi vocación, pensaba de la misma manera retrógrada y errónea.

No cabe duda que ser maestro va mucho más allá de enseñar o de servir de guía en el oscuro camino de la ignorancia, así lo entendí justo la primera vez que recibí a más de la treintena de niños que quedaron a mi cargo, ¡Claro!, más de treinta vidas cuyas emociones, sentimientos, costumbres, creencias, bondades, valores y bendiciones de Dios no se parecían entre sí. Por supuesto que hubo cosas que en teoría no aprendí en mis días como universitario, pero supongo que sí, después de titularme como pedagogo, logré darme cuenta que la psicología, la sociología y la filosofía van de la mano en el campo de la enseñanza.

Era obvio: como hubo días de satisfacción y orgullo también de desesperación y frustración. Sí, muchas veces tuve que involucrarme en asuntos en los que seguramente no tenía pero sentía que debía, pues, ver que alguno de mis niños era maltratado en su casa, que nadie se preocupaba por él porque no vivía con sus padres, que era atacado por otros compañeros o abusado por algún extraño, que su mal comportamiento lo metía en problemas volviéndolo detestable, al punto de interferir en sus calificaciones, se volvía inexpugnablemente mi asunto. También estaba la cara del hambre. Y me refiero que así como había niños que vivían en abundancia asimismo otros que sufrían la escasez.

Aún guardo en mis recuerdos la imagen de un niño en mi segundo año como maestro. Tenía pelo semi-desaliñado, ojos apagados y uñas poco decentes. Asistía de camisa que había perdido el color blanco hacía mucho y de pantalón y zapatos remendados pero que se notaban limpios. Lo observé durante un tiempo. Llegaba puntual, se sentaba en su pupitre, no hablaba casi nada con casi nadie. Tomaba su clase, respondía a pocas preguntas y sus calificaciones eran aceptables. Intenté hablar con él un día pero no le saqué mucho; sólo que vivía con su madre enferma y su hermana menor. No quise presionarlo más, así que lo dejé ir.

Continué observándolo con prudencia días ulteriores. Aunque se veía un niño normal sus condiciones y su vida me llenaban de preocupación y curiosidad. Si su madre estaba enferma y su hermana estaba pequeña, ¿quién los cuidaba, cómo hacían para sobrevivir, quién trabajaba para llevar la comida a la mesa de su hogar?

Pasado un tiempo más, decidí seguirlo después de la escuela sin perderlo de vista. Lo seguí hasta la parte de atrás de un restaurante. Lo vi hablar con un hombre y pronto el muchacho se puso a hacer algunas tareas de limpieza como lavar platos, barrer y recoger basura. Al final de la tarde salió con una bolsa en una mano y sus cuadernos en la otra, yendo a las afueras del pueblo. En la carretera tomó un tajo de camino donde estaba enclavada una pequeña casa pasando unos matorrales. El niño entró a la casa y yo fisgoneé por una ventana. En un sillón estaba su madre con su rostro pálido y con una sábana que le cubría las piernas; en otro lugar estaba su hermana jugando con una muñeca de trapo. El muchacho le dio un beso a las dos, fue a la cocina, sacó un envase y un frasco de la bolsa que llevó con él y sirvió en tres platos proporcionalmente la merienda que le daban en la escuela y la comida que le dieran en el restaurante como parte de pago por su trabajo. Aquello me conmovió hasta los tuétanos.

Sí, me sentí conmovido por aquella escena, pero, tambien, agraciado por lo que admiraban mis ojos. Me di cuenta que aquel niño, quien además de ser uno de mis mejores estudiantes, trabajaba para cuidar de su madre y su hermana, para llevar lo poco que podía y ser felices a pesar de las carencias; una acción que lo convertía, desde mi entender, en una criatura admirable. Aquello me llevó a no guardármelo. Estaba obligado a compartirlo con alguien, a soltarlo por completo, así que le conté a mi esposa y a mi hija; luego le conté a la directora y pronto la historia se hizo una llama que se convirtió en un incendio.

A los dos días, sin yo estar al tanto, y estoy seguro que el niño tampoco, al regresar al salón de clases, después de la hora de la merienda, varias cajas y cestas con regalos aparecieron encima y alrededor del pupitre del muchacho. El niño las miró sin comprender, mientras el resto permanecía en silencio a la espera de alguna reacción. Miró sobre una caja una tarjeta, la tomó y la leyó para él; decía: "Porque este granito de arena te ayude a ti y a tu familia a sobrellevar los momentos difíciles. Eres nuestro héroe".

El niño rompió a llorar y sus compañeros lo consolaron con un abrazo mientras yo observaba aquel acto de solidaridad inesperada que me aguó los ojos. Ciertamente él era un héroe, no sólo para su madre y para su hermana sino para todos quienes le conocimos.

Después de unos años el muchacho obtuvo, con mi ayuda y la de otras personas, una beca completa para estudiar en la universidad. Me dijo que quería enseñar, lo que me hizo sentir orgulloso. Desde ese punto comprendí que yo también era su héroe.

MORALEJA: Todos necesitamos un héroe en nuestra vida, como la voz una frase, como la noche una estrella fugaz, como la madre el amor de un hijo, como el maestro a su aprendiz.
Sort:  

muy bella la historia ,me encanto.

Muy grato que te haya gustado. Gracias por tu apoyo. Saludos.


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así como un ejemplo a seguir!! Que bonita historia!!

Estoy de acuerdo, @betzy. Una hermosa historia para aprender a sensibilizar el corazón y la consciencia.

Que manera de contar esta historia, me conmovió mucho porque así como este niño existen muchos más que siendo tan pequeños tienen tantas responsabilidades y cargas que ellos mismos deciden tomar, Gracias por compartir la historia de este valiente niño
Saludos 🙋

Mi estimada, @adrianavp. En mi vida he conocido varias historias como esta, historias que realmente conmueven y que son ejemplo de lucha y perseverancia. Por supuesto que es triste ver a niños tan pequeños cargando con tal responsabilidad, que desde un punto de vista lógico no les corresponde. Pero la vida es lo que es: un mar de situaciones difíciles que nos hacen darnos cuenta que debemos luchar por algo mejor por nosotros y por los que amamos. Saludos para ti.

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Que hermosa historia, me siento conectada a ella por ser mi madre docente y también porque en muchos momentos me he topado con historias similares a lo largo de mi carrera. Es una muestra clara de que los héroes existen. A veces, quien menos tienes es quien más da.

@sanchezal95, seguramente tu madre ha sido alguna vez heroína de alguien, ya que es docente. Y sí, estoy de acuerdo contigo: muchas veces quien menos tiene es el que más da y eso es maravilloso. Muy grato tenerte por acá una vez más. Un abrazo.

Qué historia hermano, se le arruga a uno el corazón y pensar que hay tanta calamidad en esta nuestra América, ojalá tantos niños fueran como este héroe, quizás construir un mejor no fuera tan utópico, gracias @barestabares por regalarnos esta historia, muy cruda, pero necesaria para llamar a reflexión. Abrazos.

Mi estimado amigo, @silher. Es posible hallar en nuestro transitar por la vida a héroes como el niño en esta historia. Me ha tocado ver (conocer) a unos cuantos que definitivamente nos enseñan a darle valor no a lo material sino a lo espiritual. Me alegra mucho que te hayas tomado unos minutos para leerlo. Para ti mi agradecimiento por tus palabras. Un abrazo.

Amigo, tu relato me ha sacado algunas sonrisas pero también me hizo agua los ojos. Yo he visto esta situación dos veces: la primera cuando estudiaba en la primaria, hace ya tantos años. Y la segunda, cuando ayudé en una primaria hace sólo cinco. Ciertamente hay niños que merecen más de lo que se puede dar en una lección. Algo hermoso de ser profesor no es sólo enseñar sino conocer porue el profesor también está condenado a ser un alumno sempiterno, así sea de la vida.

¡Qué agradable tenerte por acá mi amigo! Sobre todo que compartas tu experiencia que no dudo debió haber sido maravillosa. Y puedo decir que como adultos también aprendemos de los niños. Ellos nos aportan un vasto campo de emociones cargado de esos valores que requerimos rescatar, mantener y multiplicar. Hermoso final el que le has dado a tus palabras: "condenado a ser un alumno sempiterno, así sea de la vida". Para ti un aplauso de pie.

Es un gran honor el que me haces con eso último :).

Aún cuando requiere ajustes, me ha agradado el relato, por tu forma de narrar, por la entonación que le confieres.

Te sigo

@aumonde, seguramente requiera ajustes. ¿De forma, de fondo? En fin, me siento satisfecho que lo hayas leído y además que te haya agradado, al menos, mi forma de narrar y "la entonación". Saludos.

Así es. De forma, mi estimado. Sigo atenta. Me gustará encontrar más, y mejor.


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