Ignorancia o alevosía: la eficaz indeterminación de la maldad en el régimen chavista
La maldad humana es materia de difícil estudio y clasificación porque depende de la perspectiva del observador, del medio social (y sus principios legales) y aun de quien la ejecuta. Decir con propiedad de alguien que actúa por maldad es demostrar no solamente el daño causado y sus consecuencias sino también los motivos del ejecutor.
Y a estos asertos sigue otra cuestión inquietante: la maldad más extrema es la que se infringe sin motivos. Es lo que ha quedado establecido en algunos intentos por cuantificarla, como es el caso del Dr. Michael Stone, siquiatra forense de la Universidad de Columbia, quien ha desarrollado un “índice de maldad” entre asesinos seriales cuyas mayores puntuaciones las obtienen los criminales con estados sicopáticos agudos, que llegan a desarrollar una absoluta frialdad e indiferencia ante el sufrimiento humano (“Yo soy el desgraciado con más sangre fría que jamás hayan conocido”, dijo de sí mismo Ted Bundy). ver
Y a partir de estas cuestiones es que una interrogante me persigue desde que lo observo de manera sistemática: ¿cuáles son los motivos del régimen venezolano? Porque las actuaciones de su liderazgo, causantes del exterminio de sus compatriotas, tienen una característica: tornan difícil decidir si se deben a una congénita brutalidad (en el sentido de ‘ignorancia’; lo que se aproxima a “la banalidad” en Hannah Arendt) o a una calculada premeditación. El ciudadano, que tiende al bien, piensa: “No es posible que quienes gobiernan puedan ser tan malos”. O, como fiel creyente de que los gobernantes son necesariamente hombres ilustrados y con algo de humanismo, “No pueden ser tan brutos para no enterarse de lo que nos están causando”.
Y esta indecisión para juzgarla y enfrentarla (como le pasó al liderazgo de oposición, cuyos integrantes pensaron que tarde o temprano entraría por el aro de las leyes) es donde reside la mortífera eficiencia del Pranato criminal chavista para causar el más numeroso éxodo en un país latinoamericano desde la fundación de sus Repúblicas, entre otras calamidades públicas. Y un ejemplo reciente y bastante ejemplificador de esta eficacia son sus supuestas y recientes “medidas económicas”.
Cuando el observador se hace algunas inferencias para tratar de explicarse el punto de vista oficial para echarlas a andar, queda sumido en la ya dicha incertidumbre: ¿es un cálculo matemático simple lo que le hace creer al régimen que, en medio de una hiperinflación galopante y sin atenderla, al incrementar los sueldos en tan alto porcentaje (aprox. 3.600%) el trabajador podrá adquirir una cesta de productos regulados al mes, conservar estables esos precios, que las pocas empresas se mantengan activas y, en fin, equilibrar la economía? Y en ese mismo orden de ideas: ¿de verdad creen que el Petro es o funciona como una criptomoneda con alguna efectividad? ¿Cuáles mecanismos les hace creer que un mercado de divisas es aquel donde se pueden vender todos los dólares que se quiera pero donde no se puede comprar ni uno solo? O, ya en la búsqueda de motivos, ¿su fin último es terminar de hundir el país para conseguir lo que creen su única salida, una confrontación caótica con baño de sangre incluido que borre sus crímenes?
La ironía, como siempre dueña del campo final, en este caso es que una siniestra aporía parece perseguir sus afanes, para su desgracia y la de sus descendientes, aunque también para la Nación venezolana: es imposible determinar cuál de las dos condiciones los hace más reos de la Justicia y aun objetos del desprecio y la vergüenza universales: si la ignorancia o la alevosía.
No es ignorancia. Ellos saben perfectamente lo que hacen y me arriesgo a afirmar que lo consideran bueno. En principio, algunos de ellos son comunistas y consideran que es un medio para alcanzar la utopía comunista.
Otros no tienen nada de comunistas, simplemente son gente que ve al resto del país como esclavos y quieren mantenerse eternamente en el poder disfrutando de una vida poderosa y cómoda viviendo de la sangre del resto. Y por último, están los que se han visto tan comprometidos que saben que la única manera de sobrevivir con los beneficios que obtuvieron es mantener el sistema, por lo que hacen lo que sea para no perderlos. Nunca podrán alegar ignorancia.
En fin, es una maldad metódica, llevada a cabo a sangre fría y muy conscientemente, son asesinos seriales que no pueden volver atrás.
Nos cuesta entender que ellos se consideran buenos pues hacen lo mejor para ellos y los suyos; el problema es que los suyos no somos nosotros.
Pura alevosía. Que conste en acta que han superado a Ted Bundy y a todos los que podían haber alardeado de ser los más crueles y sangrientos. Por lo menos los asesinos en serie trataban de ocultar sus crímenes hasta lo imposible (al punto que muchos permanecen en misterio) y tenían un perfil de sus víctimas. Estos hijos de perra lo hacen a la vista de todos y no distinguen entre niños, jóvenes, hombres, mujeres, o viejos. Todos son buenos trofeos de caza.
Una buen dilema para la discusión, @antoaristi, y muy bien planteado por ti.
Mi opinión, hasta este momento, es que en los jerarcas (o la "nomenklatura", como se dice de la Rusia soviética y post) del régimen hay alevosía, mezclada con soberbia y cierto grado de ignorancia (lo que no se reduce a desinformación). Han sido advertidos, desde tiempos de Chávez, de su política económica (entre otras) errada, pero insisten.
Pienso que en otro(s) nivel(es) habría la combinación del cumplimiento del deber (allí coincidiría con "la banalidad del mal", acusada por Arendt), la lealtad ciega a una ideología y el resentimiento político, en diversos grados.