La Foto Honesta
He venido, desde hace algún tiempo ya, obligándome a dejar por escrito lo que en mi mente habita. Pienso es necesario, para todos, hacerlo, puesto la escritura es sin más tapujos un reflejo de la forma en que la mente opera, pero no es sobre ello que deseo hablarles, es tan solo mi pensar desvariando. En cambio, permítanme dejarles con un apartado perteneciente a una serie de reflexiones que he titulado La Cámara Errante, y que son, para bien o para mal – y a riesgo de crítica y exilio por parte de quienes estimo – el comienzo de mi filosofía de la fotografía.
La foto honesta.
Si la fotografía ha de ser en efecto mujer, me temo es esto prueba de que no les entiendo y de que mi suerte con ellas es precisamente eso: suerte. Me he dado cuenta de ello, como si acaso se tratase de una revelación, y más aún de cuan superficial soy en realidad, pues pierdo demasiado tiempo pensando en el estilo, y el tiempo mal utilizado, recordemos, termina por convertirse en un verdugo que disfruta de torturar. Siento aquí es preciso aclarar, porque de lo contrario habrá quien no entienda que aquello de lo que hablo cuando a "estilo" me refiero, es no más que una cuestión de estética. En efecto, son demasiadas las horas que invierto evaluando el físico de la fotografía y no considerándole un ser vivo al que le urge contar historias. No interesa acá el tipo de foto, la imagen visual honesta siempre hablará primero desde su sensibilidad.
Su capacidad para gritar y conmovernos hasta el llanto o la risa, y todo lo que en el medio habita, perece sin reparo ante su comprensión. Existe quien se convence de que ello depende solo de la habilidad del autor y de una maestría absoluta sobre un lenguaje apropiado, para así convenir el mensaje que desea transmitirse, pero esto termina por convertir a la fotografía en un proceso de artificios, y mecánica gutural, que deja de considerar el hecho de que hasta el poeta más elocuente es con frecuencia malinterpretado.
Quizás, después de todo, debería molestarnos la libre interpretación, pero cuesta preocuparse por aquello sobre lo cual no se tiene control. Hemos en cambio de estar siempre dispuestos a pensar y hablar a riesgo de ser mal-entendidos.
Lo fundamental en todo caso es disparar, todo lo demás es secundario, incluyendo la comprensión lectora de quien lea nuestro trabajo. La estética y el método mediante el cual obremos nuestras imágenes seguirán su curso una vez se logre disparar honestamente y sin engañarnos; es nuestra propia experiencia de vida y el hambre de aprendizaje continuo quienes se encargarán de ello. No hacemos fotos, nacen ellas de nosotros, desde lo sensible de nuestro pensamiento y ser, libre de prejuicios estéticos y mecánicos. Una foto honesta vale más que cien perfectas. Además, esta perfección es ilusoria, me temo nunca hemos de alcanzarle, la perfección no es humana, lo humano es siempre querer conquistarle.
Ciertamente, renegar la honestidad resultará en una búsqueda incesante del estilo fotográfico y la originalidad y no de la verdad fotográfica: Ella (la fotografía) habla primero, siempre, sobre quien le da la vida, y luego habla uno sobre ella. Es en este sentido que la búsqueda del estilo ignora su esencia y es no más que un baile entre las distintas estéticas sin lograr unificar nuestro bagaje en función de quienes somos. Por suerte para nosotros, es la fotografía una Arte, y por ello esta derrumba eventualmente nuestras pretensiones respecto a la originalidad y nos da a comprender de que aquello que percibimos como original es en realidad no más que un conglomerado de referencias pasadas e ideas similares esculpidas en formas distintas, de que en realidad no existe tal cosa como lo original.
Tal vez haya sido esta noción la que me rescatase, aunque debo admitir tal "revelación" ocurrió gracias a la globalización de la imagen, léase "Internet".
¡Que cantidad tan absurda de fotos todas iguales! ¡Todas ejercicios superficiales de estética! ¡Cuánta banalidad! ¡Que cantidad de fotos que no deberían ser consideradas fotografías! ¡Moléstense si quieren y rehúyanme! ¡Cuanta superficialidad! ¡Cuanta falta de humanidad! ¡Copias unas de otras que no dicen nada en lo absoluto! ¡Fotos mudas! ¡Y lo digo sin intención de ofender a las personas mudas que tanto tienen que decir!
En cambio, estas pseudo fotos, que son tan solo compendios de recursos y técnicas, tan solo "clickbait" visual, abundan y actúan en detrimento de todo lo que es la fotografía, nos vendría bien separarles y llamarles distinto; partir caminos, nosotros que nos hallamos en nuestra búsqueda artística, de aquellos que viven en la repetición banal del estilo fotográfico y que se hacen llamar fotógrafos.
Pero no confundan mi exaltación con odio, hemos de entender que la fotografía es hermosa y todos quieren disfrutar de sus virtudes – y quiere ella compartirlas con todos. Nos acerca de algún modo a nuestra propia humanidad y a la de tantos otros como nosotros. En cambio, nuestra lucha debe partir del amor hacia ella y debe devolverle la fuerza, al menos lingüística, que ha perdido, desligarse por completo del estupefaciente conglomerado de likes y seguidores. El fotógrafo debe ser algo más que una fría máquina de hacer fotos preocupado por satisfacer un culto que le sigue y es necesario para ello abandonar en algún punto las preocupaciones estéticas por completo y ahondar en la búsqueda fotográfica personal para poder entendernos como historias esperando a ser leídas y contadas. No es la cámara la herramienta, es la fotografía misma una herramienta orgánica que permite contar estas historias. Hasta no entender ello, hemos de no retornar a las preocupaciones concernientes a lo estético.
Tal vez así, con el tiempo, logre entonces concebir una foto honesta, libre de las ataduras del estilo.
La despreocupación del estilo además da tiempo para reflexionar sobre temas de mayor importancia, como por ejemplo qué habrá de comer en la nevera, tanto tomarme en serio a mí mismo ha terminado por darme un hambre mortal.
Totalmente de acuerdo. Esa es mi lucha diaria, ese debatir. Creo que debemos tratar de llevar estos aspectos de la mano, no abandonar ni uno ni el otro, porque si no, no creamos o no comemos. Yo no he hecho nada comercial, no me dedico a ello pero aún persiste esa lucha interna por lo que quiero decir o por lo que me interesa comunicar. El estilo a veces se vuelve una forma de herramienta. Hay que tener paciencia en este mundo artificial.
Ay Ineles, como me gustaría ser paciente, pero la paciencia es algo que aún no he podido aprender. El estilo en efecto se vuelve una herramienta, el problema según lo veo aparece cuando invertimos su relación con la fotografía y terminamos en cambio fotografiando en función de ello. Me ha gustado lo que has dicho de "no creamos o no comemos", te robaré la frase (dando crédito claro), saludos.
Jajajajajaja oki, llévatela! Los fotógrafos debemos tener un trabajo con el que se gana plata y otro personal que nos enriquece el alma, si no, nos volvemos locos. En cuanto a la paciencia, yo digo tenerla, pero me gana la depresión y termino embromando mi camino. Es cuestión de darse cuenta, de hacer esa falta de paciencia algo en pro de la creación personal. Un lío pues. Jajajaja
Desde hace un tiempo para acá y con más énfasis, mientras pasa ese tiempo, he comenzado a cuestionar mi estilo fotográfico; cómo conscientizarlo y tratar de llevarlo de la mano -y el ojo-, o si el me lleva a mi. Hay que tratar de marcar una distancia con las fotografías que uno mismo toma, pues, estamos muy inmersos para tratar de dar opiniones subjetivas sobre nuestro propio trabajo, que se alejen del proceso que nos llevó a realizarlas de tal manera.
Particularmente, me parece interesantísimo que las imágenes puedan generar tantas interpretaciones, aún cuando se corra el riesgo de ser mal interpretado, desde la hermenéutica se habla de ampliar el horizonte interpretativo, eso tiene una gran riqueza lingüística y semiótica. Un abrazo!
¡Que gusto siempre leerte sophia! En efecto es necesario lograr distanciarnos de nuestro propio trabajo, aunque particularmente creo que nunca podremos hacerlo por completo. Lo relevante en todo caso es nunca permitir que el estilo prostituya por completo nuestro arte.
Es acertada la comparativa que haces desde la hermenéutica, preguntaría yo; ¿Podría decirse entonces que la significación de la imagen se modifica según contrasten los horizontes del autor, el intérprete y aquel que valore lo interpretado? Un saludo @sophiakovalski