Aventura de otoño
Fines de marzo en la Patagonia, el sol se oculta cada día más temprano y la oscuridad y el frío comienzan su reinado hasta la mañana siguiente.
La tarde ha sido hermosa y fresca con sol a pleno y sin nubes, la jornada de pesca tan buena como pocas hizo que el tiempo volara y debimos regresar a paso firme hacia el campamento tratando de evitar que la noche nos atrapara lejos, no habíamos dejado ninguna luz encendida, tampoco un fuego que nos guiara, solo dependíamos de un par de pequeñas linternas.
Al llegar no pudimos disimular una sensación de alivio, había sido una imprudencia olvidarnos de la hora y permitir que la noche nos atrapara a mitad de camino. Pero en el campamento estábamos preparados, había un generador eléctrico y varias bombillas dispuestas en lugares estratégicos, teníamos suficiente leña para cocinar y un par de grandes y cómodas carpas, una para dormir y la otra estilo comedor para cenar al reparo si la rigurosidad del clima lo hiciera necesario.
Cocinamos un buen asado a la leña que estuvo exquisito, lo acompañamos de ensalada y hasta nos dimos el gusto de finalizar la noche con un postre sencillo pero del agrado de todos: dulce de batata y queso fresco.
Nos fuimos a dormir relativamente temprano, todos estábamos cansados y al día siguiente debíamos levantarnos temprano para ir hasta el pueblo más cercano a buscar a un cuarto compañero que venía desde Esquel en micro.
Mi sorpresa fue mayúscula al levantarme por la mañana y observar al abrir el cierre de la carpa que medio metro de nieve cubría el suelo alrededor del campamento y unos buenos veinte centímetros se depositaban sobre el techo de lona. De la nada había cambiado totalmente el clima y de una noche estrellada pasamos a un cielo gris, encapotado y pletórico de nieve.
Sin embargo no nos hicimos demasiado problema, desayunamos opíparamente y nos dispusimos para hacer el trayecto hasta el pueblo para recoger a nuestro amigo, los problemas comenzaron cuando la camioneta no quiso arrancar, hicimos cuanto pudimos que no fue mucho ya que no observamos algunas reglas esenciales, por ejemplo estacionada en una pendiente hacia el lago y la diferencia de altura con el camino hacía que fuera imposible empujarla hacia él.
Así que estábamos aislados en un lugar remoto, un día sábado en un camino absolutamente poco transitado, sin señal de telefonía y con frío. Esperamos pacientemente un par de horas rogando que algún vehículo pasara por allí pero el milagro no ocurrió así que decidimos emplear otros métodos, la idea era caminar en ambos sentidos, uno para un lado y el otro para el otro en busca de alguna casa o vehículo que estuviera en las inmediaciones.
Pero el problema se solucionó de otra manera, escuché un sonido de motosierra y guiado por el ruido comencé a caminar subiendo la ladera de un pequeño cerro, al llegar a la cima observé que bajando por el otro lado, a unos trescientos metros de donde me encontraba había una vieja camioneta y varias personas cortando leña de árboles secos, me dirigí hacia ellos y por supuesto, luego de explicarles nuestra situación, accedieron a ayudarnos.
En primer término quisimos usar cables suponiendo que nuestra batería estaba agotada pero el problema era que esa camioneta vieja funcionaba a nafta y la nuestra a gasoil por lo que las baterías no eran similares (no entiendo demasiado de estas cuestiones pero por lo que me explicaron, las baterías de los vehículos gasoleros necesitan mayor potencia), además teníamos otro inconveniente adicional, el largo de los cables no daba para llegar desde un vehículo al otro y el leñador no quería bajar con su vehículo hasta el nuestro por miedo a que luego no pudiera subir por la pendiente y la nieve y barro que cubría el suelo; de tal manera decidimos tratar de subirlo con una soga pero allí se presentó otro inconveniente, el camino era perpendicular a la posición de nuestro vehículo y la otra camioneta no podía tirarlo en línea recta ya que se iría del camino así que todo se hizo lentamente, primero un metro, poner una piedra debajo de una cubierta para que no retrocediera, volver a poner en posición la camioneta del leñador y así durante más de una hora hasta que por fin nuestro vehículo estuvo sobre el camino.
Nos empujó varias veces, al principio no arrancaba (supuestamente estaba congelado el combustible) pero luego de varios intentos finalmente el motor cobró vida. Le agradecimos efusivamente la buena predisposición al amigo que nos dio semejante ayuda y emprendimos el regreso, no podíamos arriesgarnos a quedarnos allí los tres días planificados por miedo a que nos volviera a pasar que no arrancara.
Pasamos por el pueblo de Corcovado a buscar a mi amigo pensando que estaría muy asustado de nuestro retraso, pensando invariablemente en que algo grave nos había ocurrido, pero nuestra sorpresa fue mayúscula al enterarnos en el pueblo que el vehículo en el cual vendría había suspendido el viaje debido a la gran tormenta de nieve que se había desatado en toda la región, de tal manera nuestro querido amigo ni siquiera se enteró de nuestro retraso.
El suceso había terminado y si bien en ese día pasamos algunos momentos de angustia, hoy es solo un lindo y simpático recuerdo de una aventura de otoño en la Patagonia.
Las fotografías son de propiedad
Héctor Gugliermo
Lo que podría ser una historia de terror se convirtió en una odisea de la que pudieron zafar sin inconvenientes. Qué buenas experiencia de vida!
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@tipu curate
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