VOLANDO POR NAVARRA- Un paseo al atardecer, un infierno al mediodía.
Marzo de 2.000, Sesma. Navarra.
Manolo "Tango" sale al aire, para un "vuelo de palomar"en una tarde despejada. Llamamos vuelo de palomar al paseo corto sin alejarse en exceso del propio Campo de Vuelo.
El "Coyote" de José Félix rueda a cabecera de pista "1-0" para despegar.
El pueblo de Sesma, a lo lejos, se encarama en la colina, tal vez para recibir al Sol tan solo por unos instantes más.
La tarde es pura calma, junto con los amaneceres son, para nosotros, los mejores momentos para volar. A medida que el Sol se oculta , la marea negra de las sombras se adueña del mundo. Dentro de un rato naufragaremos en ella.
No debemos volar de noche, es peligroso..... pero iluminados por la Luna y las Estrellas, tiene que ser precioso.
"El Coyote" nos adelanta veloz, pero no tan rápido como para escapar del disparo de la cámara.
Tampoco se nos escapa desde aquí arriba el canal de Lodosa, una cicatriz en la superficie. Desde esta posición la tierra se nos desnuda, nos ofrece sus detalles más íntimos, aquellos que desde el suelo, tal vez por cotidianos nos pasan inadvertidos. Por eso volar nos seduce, nos apasiona, porque por unos momentos nos convertimos en amantes furtivos, invadiendo un reino, el de los vientos, que por naturaleza nos está vedado; somos Adanes alados comiendo la fruta prohibida.
Seisgés aproximándose al Air Creation de Iñaki.
La luz transforma la tierra en un mar verde de olas pardas, los pueblos surgen como islas que nos cierran sus secretos. Insondables desde nuestra perspectiva, los hombres y las mujeres que los habitan ,se convierten en Robinsones cautivos tras sus muros, afanándose en su labor diaria, en su supervivencia, contando las muescas de los días perdidos. Tan solo los niños, con sus juegos, se escapan de esta impuesta realidad.
Todos los que sentimos alguna pasión somos como Robinson, intentando con ella huir de nuestra isla; por un instante nos creemos libres, flotando en la inmensidad del cielo... es solo una ilusión, pero dejadnos al menos soñar por un momento, soñar... como niños.
Todo es cíclico y tras la noche regresa el día, en una danza incesante que cambia el cielo y la tierra.Es mediodía; los rayos del Sol, tan fuertes que hasta las sombras escapan, caen implacables sobre cuanto nos rodea. Es la hora de las "térmicas", el calentamiento desigual del terreno desprende corrientes de aire que ascienden y descienden, es una marejada invisible que nos balancea de forma más acusada cuanto más cerca del suelo estamos. Concentrados, con movimientos precisos nos alineamos con la pista, en unos segundos habremos aterrizado y volveremos a ser esos torpes bípedos que tantas veces tropiezan para volver a levantarse, en nuestro caso... para despegar de nuevo.
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