¡Regresa a casa!
¡Regresa a casa!
#1.
•Lectura: Lucas 15 (versión Palabra de Dios para todos).
11 Entonces Jesús dijo: «Había un hombre que tenía dos hijos. 12 El menor le dijo: “Padre, quiero que me des ahora la parte de tus posesiones que sería mi herencia”. Entonces dividió entre sus dos hijos todo lo que tenía. 13 No mucho tiempo después, el hijo menor recogió todo lo suyo y se fue a un país lejano. Estando en ese país, el hijo menor malgastó todo su dinero llevando una vida descontrolada.14 Cuando ya había gastado todo, hubo una escasez de comida en ese país, y él empezó a pasar necesidad. 15 Buscó trabajo con un hombre de ese país, quien lo mandó a trabajar en el campo alimentando a los cerdos. 16 El hijo tenía tanta hambre que hasta quería comer lo que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. 17 Finalmente cayó en cuenta de que había sido muy tonto y se dijo: “¡Todos los trabajadores de mi padre tienen suficiente comida, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! 18 Iré a la casa de mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti. 19 Ya no merezco llamarme tu hijo; déjame ser como uno de tus trabajadores”. 20 Entonces el hijo regresó a la casa de su padre.
»Mientras el hijo todavía estaba muy lejos de casa, su padre lo vio y tuvo compasión de él. Salió corriendo a su encuentro y le dio la bienvenida con besos y abrazos. 21 El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra Dios y contra ti. No merezco llamarme tu hijo”. 22 Pero el padre les dijo a sus siervos: “¡Apresúrense! Vístanlo con la mejor ropa. También pónganle un anillo y sandalias. 23 Maten el mejor ternero y prepárenlo. ¡Celebremos y comamos! 24 "Mi hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido encontrado”. Y empezaron la fiesta". (https://www.biblegateway.com/passage/?search=Lucas+15%3A11-32&version=PDT)
Toma unos minutos para reflexionar en esta historia y permite que sea un espejo donde puedas reflejar tu vida para que a partir de hoy tomes decisiones.
¡Es tiempo de volver a casa!
No hay orfandad para los que sabemos que tenemos un Padre que siempre está con sus brazos abiertos dispuesto a recibirnos sin importar nuestra condición de pecado.
Maria T. Oropeza M