Sobre la nostalgia
En las últimas semanas he sido espectador “privilegiado” de cierto fenómeno interpersonal cuyos efectos, a pesar de ser negativos para mi percepción, han contribuido a expandir mi perspectiva sobre el ámbito de una situación regular en todas las vidas humanas, el extrañar.
Las personas suelen asociar inmediatamente el extrañar con las dimensiones estrictamente espaciales de la vida. En el sentido cotidiano, cuando extrañamos a alguien, lo hacemos por que esa persona ya no comparte los sitios físicos que nosotros frecuentamos en nuestro día a día o en ocasiones especiales; no se suele extrañar a quien se queda porque el contacto presencial se mantiene, sino a quien se va, a la persona que por un motivo u otro ya no se desplazará en los mismos espacios que nosotros. Podemos decir que esta es la idea común hacia la nostalgia.
Ahora bien, los seres humanos no nos desplazamos solamente en espacio, sino en tiempo. La concepción tridimensional de la realidad es errada y desfasada porque, además de estar ubicados físicamente, lo estamos también en el tiempo. Cuando damos indicaciones para reunirnos con otros, especificamos lugar y hora, es decir, ubicamos al otro en el dónde y en el cuándo.
Si somos seres espaciales y temporales, entonces, ¿extrañamos solamente las dimensiones espaciales del otro? Pareciera que no. Dos personas pueden seguir compartiendo espacio, pero el tiempo cambiará inevitablemente, y las personas lo harán con él. La diversidad y susceptibilidad de la vida social ciertamente da lugar a que tenga una naturaleza cambiante, y nosotros somos seres sociales, por ende, cambiamos. Por un cúmulo enorme de circunstancias, la dinámica relacional existente entre dos o más personas puede mutar de un estado a otro y, en la mayoría de los casos, surgirá cierta nostalgia de una de las partes o de todas por esa época de mayor cercanía, sinergia, armonía, sincronía, etcétera.
El tiempo entrega múltiples significados y sentimientos a quién lo experimenta. Los minutos que transcurren en compañía no son superfluos en ningún sentido, incluso en silencio. Conocer las personas que se conocen ocurre porque un cúmulo específico de situaciones tuvo lugar para que sucediera el encuentro, un hecho que muchas veces pasa desapercibido por la dinámica de la vida misma.
Hay distancias en el espacio, y distancias en el tiempo. Una persona puede extrañarse en el espacio, por su ausencia, y una persona puede extrañarse en el tiempo, por diferenciarse de cómo era o por la relación pasada ahora extinta. La nostalgia presenta dos formas, y solo mediante la comprensión de estas dos formas puede ser entendida a plenitud.
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