Dondé está tu hermano?
La parábola de Lázaro y el rico nos invitan a reflexionar acerca de la trascendencia y seriedad de nuestro paso por este mundo. Las cuestiones últimas de la existencia humana y de todo lo creado (infierno, cielo, purgatorio, resurrección, nueva creación) nos sitúan ante lo definitivo: aquellos tesoros que ni la polilla corroe ni los ladrones pueden robar; esa situación de frustración o realización eterna.
Todos, sin excepción, nacimos para la felicidad pero no todos damos con ella; somos capaces de recorrer cielo y tierra con tal de obtener una pizca de afecto, alguien o algo que nos haga sentir fuertes y seguros. ¡Cuántos desengaños y cuántas vidas malgastadas! Vamos por la vida como “dando tumbos”, de un lado para otro sin alcanzar la plenitud.
El rico Epulón es el retrato de aquellos que acumulan riquezas, ya sean materiales, intelectuales, morales o espirituales. No solo es rico el que está forrado en dinero, también lo es el que tiene un título o el que ha crecido en una familia rodeado de amor. Riqueza es todo aquello que poseo y que me ofrece algún tipo de estabilidad. Las riquezas (en sí) no son malas (existen muchas personas adineradas más bondadosas y generosas que los que carecen de bienes materiales).
Lo que cuenta, al final, es la ACTITUD DEL CORAZÓN.
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