EL PORQUE DEBO TRABAJAR
Al ser creados a imagen de Dios (Gn 1:27), fuimos diseñados teniendo en consideración el trabajo.
Desde el principio, Dios planificó y creó a los seres humanos para que fueran sus socios
minoritarios en la labor de llevar la creación a su realización. Dios trajo a la existencia una
creación perfecta, y luego hizo a la humanidad para que continuara el proyecto de la creación.
«Los Bendijo con estas palabras: “Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra”» (Gn 1:28a).
Dios podría haber creado todo lo imaginable y haber llenado la tierra por sí mismo. Pero escogió
crear a la humanidad para que trabajara junto con él y llevara a cabo el potencial del mundo, para
que participara en el propio trabajo de Dios.
«Dios El Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara»
(Gn 2:15).
Estas dos palabras en hebreo, avad («labrar» o «cultivar») y shamar («cuidar»), también se usan
para la adoración a Dios y guardar sus mandamientos, respectivamente. El trabajo que se hace
conforme al proposito de Dios tiene una inconfundible santidad.
A través de nuestro trabajo, Dios produce comida y bebida, productos y servicios, conocimiento y
belleza, organizaciones y comunidades, crecimiento y salud, y alabanza y gloria para sí mismo. El
fin de nuestro trabajo es servir a los propósitos de Dios. Es en gran medida en y a través de
nuestro trabajo que contribuimos al bien común, le damos sentido a nuestra vida cotidiana, como
también dejamos una huella de influencia en el mundo. Todos queremos causar un impacto en el
mundo. Queremos que nuestra vida realmente importe. Eso es porque fuimos creados para
importar.
Lo primero que la Escritura revela acerca de Dios es su actividad; Dios creo los Cielos y la tierra. Donde antes no había nada, ahora hay algo. En efecto, ahora hay de todo. La Escritura comienza en grande.
Para usar términos más generales, lo primero que aprendemos acerca de Dios es que él trabajó.
Él hizo algo. Ejerció su poder creativo, visionario y ordenador. A lo largo de los capítulos 1 y 2,
vemos a Dios abstraído en darle forma a la creación.
«La tierra era un caos total, las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la
superficie de las aguas» (Gn 1:2 NVI).
La naciente creación, si bien aún era un «caos», posee las dimensiones materiales del espacio
(«el abismo») y la materia («aguas»), y Dios está plenamente involucrado con esta materialidad
(«El Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas»).
Más adelante, en el capítulo 2, vemos a Dios trabajando el polvo de su creación.
«Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra» (Gn 2:7).
El trabajo no es algo que se haya añadido al relato bíblico, sino que viene desde un comienzo. En
el principio, Dios trabajó.
En Génesis capítulo 3, Adán y Eva pecan. Sus decisiones tienen consecuencias desastrosas que
se extienden hasta el mundo laboral moderno. A consecuencia de su pecado, leemos en Génesis.
«…¡maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu
vida. La tierra te producirá cardos y espinas…» (Gn 3:17b-18a).
El pecado generó alienación entre las personas y Dios, entre las personas, y entre las personas y
la tierra que debía sustentarlas. El trabajo se volvió más difícil y quedó expuesto al fracaso y las
consecuencias indeseadas. El trabajo no fue intrínsecamente una maldición, pero la maldición
afecta nuestro trabajo.
Nótese que, aunque la tierra es «maldita», las personas no lo son, porque Dios no va a abandonar
a la humanidad. En efecto, Dios sigue proveyendo para Adán y Eva, aun al punto de coserles ropa
cuando ellos no tenían la habilidad para hacerlo (Gn 3:21).
A pesar de la maldición, el trabajo comisionado en Génesis 1 y 2 continúa. Aún hay tierra que
cultivar y fenómenos naturales que estudiar, describir y denominar. Hombres y mujeres aún deben
ser fructíferos, aún deben multiplicarse, aún deben gobernar.
Pero ahora también se debe llevar a cabo un segundo nivel de trabajo: la labor de sanar y reparar
las cosas que salen mal y los males que se cometen. En un mundo de pecado y tristeza, muchos
trabajos hacen eco de la redención de Dios: los científicos y los vendedores ayudan a las
personas a superar diversas dificultades proveyendo productos para hacer la vida más fácil y
saludable. Los funcionarios policiales y los padres proveen seguridad en medio del caos. Los
contadores y los técnicos reparan libros de contabilidad, aparatos y tecnología descompuestos.
Estos y otros roles proyectan esperanza para la futura restauración (Apocalipsis 21:1). Un día, el
deterioro habrá quedado atrás; no habrá más dolor. Pero hasta aquel día, aun los trabajos más
frustrantes pueden ser medios por los cuales llevamos a cabo el «ministerio de la reconciliación»
(2 Corintios 5:18). Podemos reflejar la obra consumada de Jesús en nuestra propia vida en tanto a La buena idea
de Dios: el trabajo .
En Génesis, vemos que el trabajo fue idea de Dios desde el principio. -la-buena-idea-de-dios-el-trabajo
que mostramos las características de Dios al mundo y trabajamos para redimir las áreas de
deterioro.
Piensa en las implicaciones para nuestro trabajo. ¿Cómo realizaría Dios nuestro trabajo? ¿Qué
valores aplicaría Dios en él? ¿Qué productos crearía Dios? ¿A qué personas serviría Dios? ¿Qué
organizaciones fundaría Dios? ¿Qué estándares usaría Dios? ¿De qué formas nuestro trabajo
debería manifestar al Dios que representamos? Cuando terminamos un trabajo, ¿son tales los
resultados que podamos decir: «Gracias, Dios, por el privilegio de ser tus socios para lograr esto»?
Gracias, interesante tu publicación
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