“Cuando gobiernan los honrados se alegra el pueblo, cuando mandan los malvados se queja el pueblo…Un rey justo hace estable el país, el que lo carga de impuestos lo arruina. El hombre que adula a su compañero tiende una trampa a sus pasos…El justo atiende a la causa de los pobres, el malvado no comprende nada. Los provocadores agitan la ciudad, los sabios calman los ánimos… El gobernante que hace caso de calumnias tendrá a criminales por ministros… Cuando mandan los malvados aumentan los crímenes, pero los honrados los verán caer… Muchos buscan el favor del que manda, pero la sentencia viene de Dios.” LIBRO DE PROVERBIOS (LA BIBLIA)

Esta selección de proverbios habla de la queja del pueblo, de la ruina de un país, de ciudades agitadas, del aumento de crímenes, lo cual podría ilustrar un cuadro de la situación actual del país. Pero también es muy clara en determinar que la causa estriba en el mal gobierno.

Los buenos gobernantes deberían premiar a los buenos ciudadanos y castigar a los que transgreden las leyes; buscar el bien de todos sin distingo; tener especial atención y defender a los débiles frente a las ambiciones de los más fuertes y no utilizarlos para alcanzar sus propios intereses; no tiranizar y gravar de más impuestos a su pueblo; no prestar oídos a las mentiras adulantes de sus ministros quienes solo persiguen su benevolencia y favor, estas sí constituyen verdaderas acciones subversivas que hacen que haya cada vez menos gente honrada en los puestos de dirección.

Cuando esto no se da lleva irremediablemente al descontento de un país que percibe que los límites de la avaricia y la sed de poder no existen ni existirán. La sabiduría bíblica señala un camino que sería bueno ser atendido por los que tienen la misión de crear bienestar a toda la ciudadanía, que es en el fondo la tarea política.

¿Esta “conversión” parece ser la única vía a la paz? Por eso en sus manos está: devolver al poder judicial y a sus representantes verdadera autonomía, y dejar de rebajar su dignidad utilizándolo como brazo criminalizador de la disidencia política; dejar de ver a los más débiles como cifras y ventajas políticas a quienes se sirve sólo con mezquino interés en las confrontaciones electorales, devolviéndoles su libertad y promoviendo realmente su educación para la responsabilidad, requisito indispensable para conservarla; prestar oído a la verdad así sepa amarga a la garganta de las convicciones ideológicas (culpa del imperio), esto hará que se rodeen de gente honrada, y posiblemente más útil en el logro de los objetivos del bienestar común.

Sólo así, con autocrítica y demostrando que de verdad se quiere respetar los límites que la Constitución le señala al ejercicio del poder, es como cualquier sociedad recuperará la calma.

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