“Indiana Jones” existió y pasó por Venezuela (y Parte II)
El río El Pagüey, en una fotografía de inicios del siglo XX
(Elvis Ramírez).- Como escribimos en la parte anterior, el explorador norteamericano Hiram Bingham en uno de sus viajes más importantes, pasó por Venezuela y más específicamente por Barinas, en un trayecto que seguía la ruta de Simón Bolívar en la guerra de la Independencia.
Después de salir de Barinas, el viajero toma rumbo hacia el río Apure, parte del capítulo dedicado a estos dos estados llaneros.
Con la intención de ir desde Barinas a Pedraza y de allí a Guasdalito y Arauca, los viajantes desisten del plan por la dificultad de vadear los ríos, así que se van a través de Boca Suripá, “donde un ferry mantiene unidos” las más importantes corrientes fluviales.
En ese pasaje, Bingham recuerda al batallón de los Bravos de Apure, “el famoso regimiento de vaqueros que, apoyados por la Legión Británica, combatió tan ferozmente en Carabobo”.
Debido a esto, el explorador muestra su deseo de visitar “el rancho donde vivía” José Antonio Páez, donde se escondió cuando era perseguido fuertemente por los españoles.
La línea del telégrafo es la guía para el recorrido, pero al llegar al final de los cables, se ven obligados a contratar un “baquiano”, que por el precio de tres dólares y su comida los lleva a Totomal en San Sylvestre (sic) en el río Paguei (sic), lo que requería un paseo de unas 65 millas (más de 100 kilómetros).
Después de levantarse a las 2.53 de la mañana y después de más de dos horas de preparación, sale la caravana hacia Apure y al llegar a una gran laguna, encuentran unos patos que “que estaban tan cerca unos de otros, que con cuatro cartuchos, matamos a 16 patos”.
EN LA CALZADA DE PÁEZ
Ya en la Calzada Páez, a principios de febrero, después de conocer al propietario, Don Francisco, “quien era mucho más enérgico que sus vecinos venezolanos”, relatan que la casa donde había vivido el general llanero, “no queda nada de ella, sino una construcción carbonizada”.
“A un cuarto de milla de la casa de la hacienda hay una pequeña colina desde la que uno tiene una vista maravillosa de las llanuras”, escribe “que se extienden como una mesa de billar en todas direcciones”.
La colina, primera que ven desde que salen de Barinas, resulta ser artificial, dice, donde a su lado han plantado caña de azúcar y también varios tipos de frijoles, yuca, papa, maíz y tabaco.
Don Francisco, continúa la descripción, posee alrededor de mil cabezas de ganado y nueve leguas de tierra “por lo que disfrutan en la casa de más lujos que cualquiera en un radio de cien millas.
Es el 9 de febrero, tras dejar descansar la mula que arrastraba la carreta un día más, “Indiana” y su grupo salen de La Calzada a las seis.
Cuatro leguas más allá de La Calzada llegan a la pequeña aldea de Suripá. Mientras el guía quería pasar la noche allí, deciden continuar una o dos leguas más para aprovechar la luz del día, pero al caer la noche, el guía pierde su rumbo, hasta llegar a la orilla de un río que “nunca había visto antes”.
Al llegar al río Suripá, encuentran el ferry, administrado por el doctor Gabaldón, junto con grandes cantidades de ganado que cruzan el río a través de la rápida corriente. Tras conversar con la gente del puerto, notan que estaban bastante alarmados pues “habían confundido nuestra fogata con bandas revolucionarias”.
Entre las curiosidades del evento en el puerto, Bingham relata que las personas que van a comprar ganado en la orilla, pueden conseguir un ejemplar en dos bolívares por cabeza, por lo que reúnen en una semana unos 200 dólares de la época.
El 12 de febrero, intentan llegar al río Apure, pero a falta de un buen guía, contratan a Liborio, el jefe de los remeros, quien les promete llevarlos hasta Palmarito.
Después de llegar a Palmarito, los expedicionarios logran pasar para Colombia y alcanzar Arauca el 2 de marzo, lo que pone fin a nuestro relato por el llano venezolano.
Dos años después, Hiram Gingham se hace más famoso aún al redescubrir las ruinas de Machu Pichu, otrora poderosa ciudad escondida entre las altas montañas del Perú y cuna de los legendarios Inca
RUINAS MILENARIAS
Hiram Bingham hizo su primer viaje al Perú en 1911 siguiendo la huella de Simón Bolívar, buscando la ciudad perdida de Vilcabamba, último lugar donde los Incas se ocultaron.
Ya anteriormente, Charles Wiener, científico austriaco-francés recorrió los Andes de1875 a 1877, en su libro Perú y Bolivia: relato de viaje Wiener menciona claramente la referencia a un lugar llamado Machu Picchu, al que se disponía a ir, pues ya tenía hasta a los guías contactados. No se conoce la razón por la que no llego a explorarlo.
El 23 de julio de 1911 el grupo de Bingham llega a inmediaciones de la ciudadela de Machu Picchu. Las condiciones climáticas eran muy malas, se alojaron en la casa de campesinos que vivían por la zona, aquí el profesor se entera de unas ruinas que existían por los alrededores, él ofrece un dólar de plata al campesino Melchor Arteaga por llevarlo al lugar descrito.
El 24 de Julio, Bingham, el campesino y un representante del gobierno peruano fueron a pesar del mal tiempo, nubes grises y lluvias tropicales. Los otros miembros del equipo prefieren permanecer en el sitio y lavar sus ropas. El profesor y los dos acompañantes tuvieron que cruzar el salvaje río Vilcanota a través de un endeble puente de troncos y luego trepar 700 metros de una empinada montaña.
A mitad de camino se encuentran con niños campesinos de la zona, que sirven de nuevos guías, ya que ellos conocían toda la zona. Debieron trepar los terraplenes Incas hasta que finalmente su persistencia fue recompensada. Quedó parado frente a las paredes del Machu Picchu.
El Palacio del Marqués, en ruinas, como lo encontró el explorador norteamericano