Un canto al sol
Hace 7 años, cuando el sol comenzaba a salir por el horizonte en la mañana, yo despertaba en una residencia del fin del mundo y me alistaba para caminar unos 2 kilómetros por la orilla del mar hasta mi trabajo. 7 años después, me doy cuenta que sigo levantándome temprano por las mañanas y camino unos 2 kilómetros hasta mi lugar de trabajo; ya no por la orilla del mar y los amaneceres también han cambiado; el sonido de los pájaros y el viento se alternaron por el ruido de los autos y sus bocinas. Parejamente yo ya no soy el mismo de antes, aunque sigo guardando la apariencia de niño, en mi cara comenzó a crecer algo parecido a una barba y mis ojeras de la mañana permanecen conmigo por el resto del día.
Si parado frente a este amanecer podría también contemplar hacia adelante lo que vendría ¿Que haría?¿Repetiría la historia? No soy de los que dicen que no cambiaría nada porque tales hechos los hicieron ser quienes son hoy, yo considero la variable de mi consciencia y por lo tanto no volvería a repetir los errores que me castigaron en el pasado, después de todo, el objeto de los castigos es que no volvamos a hacer aquello por lo cual fuimos castigados. Pero es cierto, todos los infortunios que viví en 7 años curaron en gran medida aspectos enfermizos de mi persona. De todos modos, no soy mas feliz que en aquel entonces ni quiero serlo. El hundirme en el vació para batallar con las oscuras negruras de mis tempestades y resurgir victorioso de ellas me hizo enamorar de la sabiduría que se adquiere en el proceso de morir para nacer.
Nunca perseguí la felicidad ni quiero hacerlo, yo mas bien elegí buscar el significado de la verdad. Soy como el Sol que contemplaba hace 7 años parado en la orilla del mar: todas las noches se sumerge en la oscuridad del mundo para alzarse glorioso por las mañanas. Hace 7 años que el sol sigue haciendo lo mismo y me doy cuenta que yo también trato de imitarlo. Él es como mi padre y yo soy como su hijo.