Estaba en medio de la nada, la luna nueva encubriría nuestros pasos con la intención de descubrir la verdad sobre el área 51, yo desde niño había escuchado innumerables historias fascinantes sobre el encubrimiento por parte del gobierno de los restos de una nave no identificada estrellada en 1947 que fue traída a esta zona. Han pasado más de 70 años, haciéndose parte del folklore.

Los rumores sobre cadáveres de seres extraterrestres, de experimentos y pruebas con la tecnología recuperada que supuestamente realiza el gobierno bajo la sombra, atizaba mi espíritu aventurero llevándome a la famosa área restringida, aunque valdría corregir y decir, un área prohibida.

Anoche, en casa, comentaba con mis cómplices en la aventura, mientras veíamos en los canales de cable, decenas de expertos discutiendo las más descabelladas teorías de la conspiración, el eje central, una supuesta alianza entre los visitantes interestelares con sectores secretos de los gobiernos más poderosos del mundo. A mi novia le encanta las películas distópicas e inclusive satíricas que alienan nuestras mentes, hasta el colmo de enfrascarse en disputas con los escépticos y con los fervientes creyentes, en el fondo, el objetivo de la propaganda ha sido cumplido. Así que esta era una razón más que suficiente para embarcarnos en la arriesgada empresa.

Hacía pocos meses, yo había confirmado la asistencia a la convocatoria hecha por un miembro de la comunidad en Facebook, después de tanto alboroto digital, este mismo sujeto se retractó alegando que era solo una broma, yo sospecho que cedió ante la presión del gobierno. Ahora, estábamos a escasos metros de violentar los límites y convertirnos en intrusos furtivos con mínimas posibilidades de éxito, en mi mente, una voz repetía, estás en ventaja, la subestimación es tu mejor aliada.

Parqueé el vehículo unos cientos de metros al borde de la vía, procurando ocultarlo con la escasa vegetación en una leve depresión del terreno, al bajarnos, lo primero que hicimos fue revisar el equipo ultra liviano no metálico, ningún equipo electrónico iría con nosotros, de hecho, en el garage quedaron inclusive la radio del potente rústico y los modernos smartphones, solo papel y lápiz de grafito serían nuestras herramientas para documental los hallazgos, arrancar del misterio lo que está oculto.

De lejos escuchamos un vehículo a motor aproximarse, tomé la mira infrarroja orientándola en su dirección, era la primera prueba a superar, una patrulla, por la silueta supe enseguida que era una de esas camionetas Ford F-150 que recorren el perímetro de la instalación militar. Nos apresuramos en ingresar de nuevo al vehículo no sin antes cubrirlo con la lona especialmente preparada para impedir que la emisión de calor nos delatara.

Esperaba no ser descubiertos, ni siquiera el leve susurro de nuestra respiración era audible, inclusive para nosotros mismos. El tiempo pareció detenerse, la tensión se alivió llegó progresivamente a medida que escucharon alejarse la patrulla.

Sentía el frío colarse, a pesar de haber seleccionado una ropa ligera especialmente adecuada para soportar esta inclemencia, una entidad repentina irrumpió el lugar envolviéndonos, no lo podía creer, un ser humanoide de extraña apariencia flotaba a escasos metros del suelo.