TIC y Ciencias Naturales en la Cibersociedad

En la sociedad actual convergen una serie de factores que la configuran como cibersociedad, al otorgarle determinadas características y competencias digitales a sus ciudadanos, facultándoles para el logro de los objetivos propios de este milenio. Es por ello que con la premisa de las TIC (Tecnologías de Información y comunicación) como eje transversal, cada uno de los actores sociales entienden que la alfabetización tecnológica es una condición sine qua non para conquistar sus metas individuales y colectivas.

El referido eje transversal tecnológico se generó como consecuencia evolutiva a partir de la sociedad agraria e industrial, para dar paso a la caracterizada por la información, toda vez que los productos del campo y manufacturas industriales cedieron la supremacía a los datos, impulsando la comunicación y el conocimiento como el preciado poder en las siguientes sociedades. Lo anterior fue posible por los avances en las telecomunicaciones, la informática y la cibernética, de la mano del internet para contextualizar en torno a los sistemas y la red todo cuanto se conecte a lo largo y ancho del tejido social.


Esas constantes renovaciones, transformaciones y veloz obsolescencia del conocimiento, deben ser abordadas con herramientas cognoscitivas, procedimentales y actitudinales suficientemente maleables, para hacer frente al carácter omnipresente y ubicuo de la información y, por tanto, requieren de un ciudadano digitalmente competente para asumir esos retos.

Las TIC y el Aprendizaje de Ciencias

Las características indicadas, demandan un ciudadano digital que enfrente esas tendencias, de manera activa, participativa, práctica y colaborativa, para que el aprendizaje –de Ciencias, por ejemplo- se desarrolle no solo en la formalidad de una clase, sino a lo largo de la vida de una manera responsable y cooperativa. Este proceso debe ser controlado por el propio estudiante de ciencias, dando oportunidad para que los roles con respecto a los docentes se vean constantemente transformados.


Todo el desarrollo exponencial de la actividad docente, científica-investigativa de los últimos 20 años, se ha apuntalado en una actividad cuyo propósito y producto principal es el conocimiento, pero, no solo el cotidiano, sino aquel que es sistemático, riguroso, verificable y comunicable; con énfasis en el método científico como ruta segura y argumentativa de los productos generados. Esto, con independencia de puntualizaciones respecto al enfoque racional, introspectivo o empírico, pero, destacando como este último estilo de pensamiento ha dado incalculables aportes mediante la ruta del descubrimiento.





Es claro, que la velocidad de obsolescencia de los productos científicos –de saber y conocimiento-, es elevadísima, por lo que los ciudadanos debemos procurar prepararnos para comprender esta condición y adaptarnos de manera dinámica a esos cambios tan disruptivos –por veloces-, que experimenta el conocimiento. Lo anterior, se catapulta como una necesidad de ir aprendiendo mientras se hace cualquier actividad (práctica o intelectual), de tal manera que el locus (sitio), momento y oportunidades para el aprendizaje, coincidan como características primordiales para convertir nuestra sociedad en una auténtica sociedad del conocimiento y cibersociedad.


Ese propósito descrito, en relación con la necesidad de gestionar el conocimiento, lleva a enfocarse en un ciudadano que entienda la actividad científica como una oportunidad para producir conocimiento transferible y útil, que rinda verdaderos beneficios al colectivo, hasta el punto de propiciar las aplicaciones pertinentes (tecnología) e innovaciones como contribuciones para el bien común y no solo como el pago de cuotas por el financiamiento de los proyectos. Es en este punto donde emergen los aspectos axiológicos, que se circunscriben a los éticos de la actividad científica.





Con base en las ideas expuestas, emerge la necesidad de involucrar a todos y cada uno de los actores sociales –sobre todo a quienes aportamos desde la ciencia-, en el conjunto de acciones que lleven a la producción, búsqueda, intercambio y difusión de todos los productos heurísticos, para el aprovechamiento de los grupos más excluidos y por ende necesitados, al cumplir con la misión social de la actividad investigativa. Siendo así, comenzará a tener sentido el gran apoyo que recibe la ciencia como actividad académica y humana creadora-liberadora, al entregar aportes que devuelvan con hechos la buena voluntad y financiamiento recibidos.










En este artículo, he traído para su discusión, el papel de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en el proceso de formación de ciudadanos digital, que estén preparados para la velocidad de los acontecimientos que actualmente se llevan a cabo y en los cuales es condición imprescindible hacerse competentes con las propias herramientas emergidas a partir de la recursividad de la sociedad actual.


Se trata de una sociedad en la que cada participante contribuya de manera cooperativa, colaborativa y protagónica en la resolución de todo cuanto le es propio, pero, también en aquello que pareciera ser ajeno. En este punto se destaca la importancia de la responsabilidad social y de la ética, para que los conocimientos científicos, su aplicación tecnológica e innovaciones, sufraguen los diversos requerimientos de una cibersociedad que avanza a la “velocidad de la luz” en la reconstrucción del legado que ella misma ha forjado.

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• Nonaka I. Takeuchi, H,(2004). Proceso de Creación del Conocimiento. Disponible: Pulse aquí.