Desconocidos | Relato
En realidad no conocía su nombre, pero pareciera que hubiese estado presente por toda mi vida en los años que he respirado. No sabía a qué se dedicaba, pero tenía la capacidad de imaginar su rutina diaria, como un enamorado los primeros días embobado. Primero se prepara un café caliente por la mañana, caliente con mucha espuma y poca leche. Siento que es de las personas que escucha la radio en vez de la televisión, tan antaño como la edad misma. Sale a su trabajo, a pie, porque es una observadora por naturaleza. Seguidamente saluda a todos los que conviven en el ambiente laboral, porque no existe nadie más amena que ella. Termina sus deberes a tiempo, ayuda a los que presentan problemas y luego se retira hacia un lugar callado para escuchar sus pensamientos. En la noche llega a su casa, cocina algo casero, se sienta en el balcón a presenciar a las personas que hacen vida nocturna y luego se acuesta, con el aire a la mitad de su fuerza y dos sabanas para acobijarse.
Nunca me ha dicho sus gustos pero sé que le gusta más el verano que el invierno, porque el frío no es para ella. Nada como una visita a la playa, con la sombrilla y un libro lo suficientemente largo para que dure una visita completa. A pesar de pasar más tiempo en la playa, no es de la que le gusta bañarse seguido. Sé que prefiere los helados de chocolate porque tiene la mirada de una persona que conoce de buenos gustos, o quizá sea mi gusto absurdo por el chocolate que influye en mi vista hacia ella. Sé que es fan de la música ochentera, y que baila muy bien aunque no le gusta mostrase al pueblo. Sé que sus películas favoritas son las de romance, aquellas que le arruguen el corazón y la hagan tragar un helado completo. Nunca lo ha dicho, pero estoy seguro.
Nunca me ha dicho la apariencia de sus padres, pero sé que tienen que ser las personas más guapas del mundo porque nadie sería capaz de engendrar tal belleza. Su madre con el cabello lacio castaño, su padre de color bellota. Ambos de tez blanca, de un país europeo, con los ojos brillantes y la sonrisa reluciente. Sé que cuando ella nació todos se sorprendieron de la belleza. Todos los bebés que nacen son lindos, pero ella debió ser la excepción.
Nunca le he hablado, nunca me he acercado, pero siempre la veo, con la misma armonía de siempre y la sonrisa reluciente, esa vibra que nadie la puede negar y que me ha enamorado sin siquiera saludado. A veces me pregunto si me ha notado, si me ha detallado como yo la he detallado como yo a ella. Capaz sabe más de mí de lo que yo podría saber, e incluso se ha enamorado de mí como yo de ella. Me mira y todo se convierte en algo diferente, ambos somos perfectos desconocidos.
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