Culto a los Tormentos: Soliloquio de la Pérdida

in #steempress6 years ago (edited)


Saludos lectores, en el post de hoy se continuará con los soliloquios de Los Tormentos, ya este es el tercero de diez, ¿qué tanto revelarán sobre ellos mismos y lo que vivieron en su mundo? Eso está por descubrirse en los textos que faltan. Para quienes no hayan visto los anteriores y este sea el primero que leen, aquí algo de contexto:
El escrito en cuestión es uno de una serie de soliloquios que estoy desarrollando, los cuales tienen que ver con los pensamientos de un grupo de seres fantásticos (o monstruos) que se hacen llamar "Los Tormentos", quienes viven en un mundo donde el ánima (alma) es todo y el cuerpo es nada, a tal nivel que es un objeto reemplazable que los mismos habitantes pueden crear con sus poderes. Esa visión sobre el cuerpo es debido a la ley divina de los tres dioses de ese mundo, y que por culpa de ello, los que ahora son Los Tormentos sufrieron por pensar diferente.
A medida que avanza el texto, pondré el "antes, durante y después" de la edición del diseño del personaje. Disfruten la lectura. :D

Curiosidad: ¿Sabías que "Ferio" significa "Herir" en latín?


Soliloquio de la Pérdida

Somos los tormentos, ese es nuestro credo.

La soledad es lo único que no pierdo, es por eso que me reconforto al estar solo. El resto de las cosas, en cambio, son intrascendentes, tarde o temprano hay que despedirse del objeto o la persona que causa tanto afecto. La vida es una constante ruta de elecciones, a cada rato está presente una pérdida; principalmente de oportunidades. Por más que uno escoja no apartarse de algo a lo que no se le quiera decir adiós, las pérdidas son inevitables, porque no se basan solo en una elección, sino en la suma de todas las que se han tomado hasta el presente. Incontables cosas son capaces de perderse, eso lo doy por seguro…

Soy Ferio, el Tormento de la Pérdida…

Perdí mi antiguo cuerpo, mi estatus social, mi familia y mi previa visión del mundo que conocía. Fue una herida tan profunda que tuve comenzar todo desde cero. Sin embargo, en nuestro mundo, nadie perdona las pérdidas. Recuerdo cuando quise retomar el timón de mi vida, hice un gran esfuerzo por recuperar lo que me arrebató el mar de la crueldad, lo que no me esperaba fue que una pérdida mayor vendría del cielo. Al momento de tratar de recobrar mi estatus, mis viejos amigos me hallaron, por desgracia no significó un alivio, más bien lo contrario, pues me criticaron en base a cómo creé mi nuevo cuerpo, y sin piedad se dieron a la tarea de exiliarme por no cumplir las leyes de los tres dioses. Por más que rogara un poco de compasión por mi situación, nadie me extendió la mano para ayudarme.
Fue entonces cuando aprendí que no importaba quién fueras, el mundo sería indiferente ante ti aún si lo pierdes todo.


Desde que las ánimas de mis familiares desaparecieron, he aprendido lo desgarrador que puede ser una pérdida. Y después que todo se resbalara de mis dedos, me di cuenta que hay dos cosas que nunca se esfumarán: la soledad, y la noción de la propia identidad.
El resto de las cosas son prescindibles, ya sean objetos, personas o lugares. No importa cuánto te apegues a algo, siempre estará el momento en que ese objeto se romperá o desvanecerá; el momento en que esa persona morirá; el momento en que ese sitio cambiará, incluso el mismo individuo pierde parte de su ser en duras adversidades, fácilmente puede despojarse de su estado emocional, de sus valores, de sus principios y cuanto más exista en su consciencia.
¿Qué le resta a quien ya no tiene nada y fue exiliado de todo lo que conocía? Pues solo existen dos opciones: lamentarte y esperar tu muerte en la melancolía, o continuar yendo en contra de la indiferencia del mundo.
Si hubiese elegido la primera opción, no estaría reflexionando esto…
La ventaja de no tener nada que perder es que la mayor parte de los precios a pagar por tus decisiones no valen nada, lo más que queda es la vida. Después del exilio, estaba decidido a recuperar lo que los dioses me quitaron, y en mi esfuerzo por sobrevivir, recurrí al canibalismo, ya que nada saciaba mi hambre en donde fui a parar y la sociedad no tuvo ni la decencia de darme alimento. Los primeros en arrepentirse por sus decisiones fueron mis supuestos amigos, porque los rebané como panes con mis brazos filosos, y cualquier cuerpo que hicieran lo devoraba.


Me abandonó mi educación, me abandonó mi buen corazón, me abandonó la vida que quise recuperar. Llegué a imaginar que la misma era una bella flor en medio de un infinito jardín, y que tras cada desgracia que pasé, cada pétalo tuvo su turno de fenecer.


Solo me resta el tallo espinoso, muchos lo detestan porque hiere al contacto, pero yo en cambio prefiero aferrarme a él, es algo que sigue siendo parte de mí.
No fue coincidencia que cuando me convertí en parte de Los Tormentos, fueron las espinas las que reafirmaron mi voluntad. Juré que sería tan hiriente como mi regalo, pues de lo que estoy realmente claro, es que el mundo ignora a propósito el dolor y la fealdad para quedarse encerrado en su burbuja de hermosas fantasías.
No existe la satisfacción sin haber sentido la herida de las adversidades. ¡Pude comprobarlo yo mismo en el instante en el que por fin devoramos a un dios, tuvo lo que se merecía por ser uno de los que corrompió al mundo!
Por una vez en mucho tiempo, sentía que ganaba algo, en verdad la victoria más dulce era aquella conseguida tras varias derrotas. Todo se lo debo a Los Tormentos, quienes me dieron un sitio al cual pertenecer al nombrarme el Tormento de la Pérdida.



De todos los miembros, quien me comprendió más fue nuestra vanguardia; Keus Dei. Según me contó, él también sufrió tantas pérdidas como yo, pero fue por expresar sin temor su manera de pensar. A diferencia de mí, su sufrimiento se originó por los maltratos y la constante persecución de los fieles a los dioses, lo cual lo convirtió en un fugitivo privado de todos los placeres de la vida.


Su historia hizo que me percatara que la misma pérdida logra que nos enfoquemos solo en nosotros, y creemos que pasamos por el peor de los momentos, cuando en realidad no se compara a lo que padecen los demás. Realmente es un tormento nutrido de egoísmo.
Una vez que conocí mejor a Keus, aprecié que el resto del grupo también perdió cosas irremplazables. Al principio creía que solo éramos un puñado de perdedores; unos ordinarios que no llegarían a nada, pero al aprender sobre las verdades del mundo, comprendí que en realidad éramos perdedores dispuestos a ganar, y esa victoria ocurriría cuando los oponentes carecieran de lo que siempre los ayudó a ganar.
Keus nunca nos dijo qué debían perder ellos exactamente, creí que el balance entre los dioses era la clave, sin embargo, lo que pasó después… nos dejó en tinieblas de confusión. Ya no sé si la pérdida está en los mismísimos oponentes, o si reside en los creyentes.
Lo que sí doy por sentado, son los tiempos espinosos que se avecinan.


*Imágenes editadas con Photoshop CS6


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