Culto a los Tormentos: Soliloquio de la Dependencia
El escrito en cuestión es uno de una serie de soliloquios que estoy desarrollando, los cuales tienen que ver con los pensamientos de un grupo de seres fantásticos (o monstruos) que se hacen llamar "Los Tormentos", quienes viven en un mundo donde el ánima (alma) es todo y el cuerpo es nada, a tal nivel que es un objeto reemplazable que los mismos habitantes pueden crear con sus poderes. Esa visión sobre el cuerpo es debido a la ley divina de los tres dioses de ese mundo, y que por culpa de ello, los que ahora son Los Tormentos sufrieron por pensar diferente.
El estilo es igual, pero la forma del contenido es distinto por el tormento a tratar. A medida que avance el escrito, les pondré el "antes, durante y después" de la edición del diseño de personaje. Espero les guste y los haga reflexionar.
Curiosidad: ¿Sabías que "Filum" significa "Hilo" en latín?
Todos estamos conectados unos a otros; eso es innegable. He perdido las veces que he oído sobre lo importante que son las relaciones o vínculos con otros y que nos hacen más fuertes. Mi única respuesta ante esa lección de vida que todos hablan sería: “¿es en serio? ¿Más fuertes?” Me burlo de quienes creen que en esas fantasías, admito que es bueno tener apoyo de otros, ¿pero que eso te haga más fuerte? ¡Ja! No es una ley absoluta. A veces sucede que pasa lo contrario, ¿nadie lo nota? Cualquiera puede extenderle la mano a un necesitado, pero depende del mismo si este vuelve a levantarse para afrontar el futuro con sus propias manos, o si decide encerrarse en una pereza de conformidad y pide todo regalado para así no mover ni un dedo. Hablo con completa seguridad porque soy testigo de la dependencia que producen estos sobrevalorados vínculos. No todo ocasiona puras buenas vibras.
Soy Filum, el Tormento de la Dependencia. Antes solo era un simple Filum, pero ahora que pertenezco a un grupo, soy más importante de lo que era. Obviamente soy un vivo ejemplo de la dependencia, pues a través de otros obtuve beneficios que no conseguía por mí mismo. La dependencia tiene el potencial de convertirse en un vicio, si alguien me dijera lo contrario, pues dispongo de ejemplos que son unos deleites.
Se me ocurre primero el caso de los dependientes materiales. Recuerdo que deambulaba entre las sombras en una escandalosa noche, y contemplé a unos simples mortales peleando por una ordinaria yerba medicinal, los dos gritaban compitiendo por demostrar quien la necesitaba más. No pasó ni medio segundo cuando uno de ellos se desesperó y rompió en pedazos a su rival con su puño. Su rostro de satisfacción era un poema sin versos, su imagen bastaba para que predijera que mientras tuviera su yerba, él sería feliz. ¡Ja! La felicidad nace de uno mismo, sin embargo, este individuo decidió refugiarse en la ilusión de un sentimiento que no emerge de él… ¡Bien hecho!
Puedo adivinar los pensamientos de esta clase de dependiente, sería algo así: “¡No, no te vayas, mi amado deseo! ¡Sin ti no soy capaz de afrontar esta asquerosa vida! Por favor, no puedo hacer nada solo, necesito ayuda, ten piedad de este necesitado… ¡Oh, volví a encontrarte, volví a reunirme contigo, volví a sentirme completo! Espero que esta sensación no se acabe nunca, mi deseo. Si te vas, es muy probable que me muera…”
¡Ja, ja, ja! Me llena de regocijo saber cómo identificar a otros dependientes. Tanto que me da risa, porque conozco esos sentimientos. El previo ejemplo solo era el del dependiente material, el siguiente sería…
A ver, está el caso del dependiente situacional, sí… Recuerdo esconderme entre una pila de alimentos, y veía a muchos comerciantes llamar la atención para atraer clientes. Los individuos paseaban de aquí para allá, algunos se asomaban a los negocios, hasta que unos ladrones se interpusieron en el camino de la paz. Les robaron a muchos y quebrantaron los cuerpos de quienes se resistieron. Después que todos huyeron y permanecí en silenciosa soledad, mis ojos se posaron sobre un comerciante ambulante que se hallaba a escondidas. Por lo que llevaba a sus espaldas, supuse que era un vendedor de materiales para crear cuerpos. Me sorprendí cuando vi a los ladrones topándose con él muy amigables, fui testigo de cómo les pagó e instaló su puesto, y más tarde las ánimas que fueron víctimas de los malhechores aparecieron para comprarle materiales.
En vez de dirigir un negocio honesto, eligió generar la necesidad en las personas de comprar sus productos, demostrando que dependía de las malas circunstancias para subsistir… ¡Un clásico, bien pensado!
Estos casos son generales, pero he comprobado que ocurren de diferentes modos. Podría recordar mi caso, el cual también responde al por qué me convertí en un tormento.
Bueno, yo era un miserable (o mejor dicho: sigo siendo uno, aunque en mejor condición) cuando huía de los fanáticos religiosos de los tres dioses. Siempre me molestaban por no seguir la ley divina de crearme un cuerpo, quería uno, pero debía producirlo tal como mandaban… Poniendo el cuento corto: vagaba por todos lados en mi forma de ánima y no hallaban cómo castigarme. Un día que me persiguieron hasta un bosque muerto (fueron demasiado insistentes para mi gusto), a plena luz de la luna, nos topamos con dos individuos que rodearon a los fanáticos, y en un instante destruyeron sus cuerpos, luego dijeron una frase que sigo repitiendo hoy en día:
“Somos los tormentos, ese es nuestro credo.”
Keus y Necrosis, dos tormentos que intensificaron mi dependencia, desde que los conocí, no me imagino un día en el que viva sin sus ordenes, tuve adoración por ellos.
¡Y los adoré aún más cuando los hilos aparecieron en mi vida! ¡Gracias a ese regalo, sentí que el cuerpo que hice era el indicado, retaba a los dioses a que me lo quitaran! ¡Estaba tan emocionado!
¡Aun así, esa emoción no se comparó al pináculo del placer que me causó devorar la carne de uno de los infelices dioses! ¡Reafirmé mi voluntad como el Tormento de la Dependencia al desear en mi estómago a los dioses restantes, junto a los fanáticos que se interpusieran, porque no puedo vivir tranquilo hasta probar esa carne de nuevo!
¡Oh! Vaya… Perdí la compostura por un segundo. En fin, no me importan los peligros, moveré a los tormentos con mis hilos para que me lleven hacia donde deseo ir. Sin esa carne me siento intranquilo, y sin mis compañeros no puedo lograr nada.
Ahora que lo pienso, sin mis diálogos conmigo mismo, no permaneceré cuerdo. De verdad poseo una dependencia tras otra. No obstante, no me comparo a los enfermos seguidores de los dioses que no pueden respirar sin oír sus palabras, los detesto… Me aseguraré que llegue el momento en que ansíen que sus ánimas desaparezcan.
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