Historia de sexo
Habíamos salido dos veces y no había pasado nada, ni siquiera un beso. Pero estaba todo dicho.
Vamos a su casa, es de tarde. Me encanta ir a su casa, mucho más que a un hotel, porque siento que conozco más de él al conocer su casa. Pensé que su casa iba a ser un desorden caminando, pero me equivoco. No sólo está ordenada, sino que tiene mucha onda, es muy linda. Nos quedamos en la parte de abajo (la habitación estaba arriba), hablamos, me cuenta cosas de la casa, toca el piano un rato, escuchamos música, tomamos algo y comemos. Constantemente nos tirábamos indirectas, pero ninguno avanzaba en concreto, era un juego y estaba bueno jugarlo. Porque los dos sabíamos que si estabamos en esa casa y solos era para algo, sin embargo jugábamos siempre al límite, haciendo retardar el momento del primer beso, de las caricias y del sexo. En un momento discutíamos no sé que tema de actualidad, en el que no estábamos de acuerdo, estabamos sentados al lado el uno del otro, estaba re cebado, le toco la pierna y le digo: pará escuchame a mi ahora. Me dice: no me toques porque me excito, y sigue con su punto de vista. Me empiezo a reir y me dice: claro, todo en su momento: no soy de piedra, si querés debatir debatimos, si queres coger, cogemos. ¿Que querés? me dice. -Debatir sobre actualidad, obvio, le digo. Nos reímos los dos, el juego estaba claro, era ver quien aflojaba primero. Y seguimos discutiendo.
En un momento pasa al lado mío para encender una lámpara, me roza apenas el cuerpo y me dice: uh, que cerca que pasé….Yo me muero de ganas de tirarlo arriba del sillón pero no lo hago y le digo: la próxima pedime que la prenda yo, así no pasás tan cerca…
Así estuvimos un par de horas hasta que me dice: ¿querés que te muestre la parte de arriba de la casa? está la habitación arriba… Le digo: parecés un vendedor inmobiliario. Nos reimos y subo. Sube atrás mio. Sobre la cama había un libro del CHE y uno de Dostoievsky. Me acuesto en la cama y me pongo a leer. Se me queda mirando. Le digo: ¿no se puede leer? Me dice: sí, claro… Se saca los zapatos, se acuesta al lado mío y comentamos unas fotos del Che. Al rato dejo el libro en la mesa de luz, él pone música, apaga la luz, prende un velador y nos acostamos uno al lado del otro mirándonos fijamente, comiéndonos con la mirada, deseándonos. Nuestras bocas están a escasos centímetros la una de la otra, sin embargo no nos besamos.Lo sigo mirando fijamente y me empiezo a desvestir sin dejar de mirarlo por un segundo. Cuando estoy en ropa interior me siento arriba suyo y le digo: ponete cómodo, como si estuvieras en tu casa…nos reímos y nos besamos por primera vez, nos acariciamos, nos tocamos, nos sentimos, nos disfrutamos, nos deseamos, nos compartimos, nos excitamos, nos recorremos, nos susurramos, jugamos, jugamos, jugamos mucho. Y el intervalo fue genial, caricias y más caricias, mis uñas apenas rozándolo, haciéndole erizar la piel, y sus caricias en mi espalda y entre mi cuello y mi oreja y el olor a sexo metido en nuestra piel y en la habitación.
Y cada encuentro duraba horas. Horas de previa, horas de cama, horas de mimos post, sólo el deber y el reloj rompían la magia que había en esa casa . Y cada encuentro terminaba así:
-Me vas a tener que echar para que me vaya de acá, le digo.
-¿y quién te dijo que quiero que te vayas? Dice él.