La congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados juega un papel preponderante en varias partes del mundo y una de esas partes se encuentra en la población de Biruaca, en el Estado Apure, Venezuela. Mi primer encuentro con ese sitio fue hace muchos años, contaba aproximadamente con unos 16 (ahora tengo 65) cuando mi padre me llevó a visitar a una viejita familia de él a quien habían ingresado allí y se había enterado que ella tenía un hijo que la había dejado sin visitarla nunca. Esto conmovió a mi viejo y, desde ese momento, mi fijación por el Asilo fue para toda mi vida. Pasó entonces que seguí visitándolo a menudo y constatando la vida de los ancianitos y la dedicación de las monjas en un servicio de tan nobles sentimientos.

Al correr de los años me fui haciendo un músico profesional y pertenecí a varias agrupaciones, una de ellas nos hicimos el propósito de visitar siempre a los viejitos de esa institución y llevarles alegría con serenatas con música de su época a las que ellos se sumaban a cantar y a bailar, cosa que nos regocijaba mucho más. Saber que se les estaba brindando un momento de alegría y esparcimiento es realmente inolvidable. Así se fueron sumando otros grupos que imitaron nuestra iniciativa y a la vez que nos acompañaran personas pudientes que donaran artículos, comida y enseres necesitados para la atención de los ancianos.