He oído ese susurro desde que era pequeña.
Siempre me acompañó y me ayudó en todo.
Y al principio, ni siquiera pensaba de dónde venía. Pensaba que todo el mundo lo tenía.
Pero un día el susurro me pidió que saliera fuera de casa.
Les pedí a mi madre y a mis hermanos que me acompañaran. Pero estaban ocupados haciendo sus cosas y me hicieron señas para que me fuera.
Cogí mi muñeca preferida y salí al patio.
De repente, el suelo cayó bajo mis pies y un terrible terremoto destruyó nuestra casa.
Me quedé mucho tiempo delante de las ruinas mientras los socorristas retiraban los escombros.
Luego vino una monja y me llevó al monasterio.
Cuando me llevaron ante la abadesa del convento, se quedó muy sorprendida y pidió que nos dejaran solas.
«Niña», me dijo, “¿con qué frecuencia oyes tu voz interior?”.
«La oigo siempre», respondí, “incluso ahora”.
«¿Y qué te está susurrando ahora?». - Preguntó la Madre Superiora
«Me dice que he encontrado mi nuevo hogar», respondí.
La abadesa me condujo a una sala verde, en cuyo centro había una mesa y una silla de respaldo alto.
«En esta mesa», me dijo, »podrás trabajar siempre que quieras. Es mágica y podrá realizar cualquier tarea que le diga su susurro. ¿Quieres probarla?».
Asentí con la cabeza, me senté en la silla y cerré los ojos. De repente oí un susurro.
«¿Quieres volver a ver a tu madre y a tus hermanos? - preguntó. - Saca sus imágenes de la superficie de la mesa».
Pasé las palmas de las manos por la superficie y, de repente, vi a mi madre y a mis hermanos aparecer por encima del tablero como apariciones transparentes.
Chillé y golpeé la mesa con la palma. Las figuras desaparecieron.
La abadesa se acercó a mí y me acarició la cabeza.
«Tienes un don especial, querida», me dijo, »durante más de cien años ninguna monja ha sido capaz de persuadir a la mesa mágica para que muestre milagros. Pero tú sí. Así que te pido que te quedes con nosotros y nos predigas el futuro con la ayuda de la mesa mágica y de tu susurro»
Desde entonces vivo en el monasterio y todos los días vengo a la mesa.
Mi voz interior le dice al sueño qué imágenes y acontecimientos debo mirar hoy.
Si no hay nada urgente, el susurro me pide que saque de la mesa un árbol mágico o un animal gracioso.
Y yo acato su petición. Porque es mi voz interior.

Traducción realizada con la versión gratuita del traductor DeepL.com

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