Ladron

El Ladrón de Amor era una sombra que se deslizaba entre las almas felices, alimentándose de su luz. Nadie conocía su rostro, pero todos sentían su presencia cuando el aire se volvía denso, como presagio de una tormenta. Su más reciente presa fue una pareja cuyo amor parecía indestructible: Sofía y Gabriel. Eran el tipo de amor que las leyendas cantaban, una unión tan profunda que sus corazones latían al unísono.

Pero el Ladrón de Amor no conocía límites ni respeto. Con la precisión de un cirujano y la crueldad de un demonio, comenzó a trabajar. Susurró en los sueños de Sofía, inyectando el veneno de la duda. Le mostró imágenes, mentiras tan convincentes que parecían reales: Gabriel con otra mujer, sonriendo de una manera que jamás había sonreído con ella. El dolor en su pecho era insoportable, una agonía que la hacía querer gritar, pero en lugar de ello, el silencio la devoró.

Mientras tanto, Gabriel, ajeno a lo que ocurría, comenzó a sentir la frialdad de Sofía. El Ladrón de Amor, implacable, plantó en su mente la semilla del resentimiento. ¿Por qué Sofía se alejaba? ¿Había encontrado consuelo en otro? El pensamiento lo consumía, transformando su amor en una furia incontrolable.

El enfrentamiento fue inevitable. Bajo un cielo encapotado, Sofía y Gabriel se encontraron cara a cara, sus miradas llenas de rabia y desesperación. Las palabras que se dijeron fueron cuchillas que rasgaron sus corazones, destrozando cada vínculo que alguna vez los había unido. No quedó nada más que ruinas de lo que antes fue un amor inquebrantable.

El dolor fue tan intenso que, cuando finalmente se separaron, sintieron como si sus almas se hubieran roto en mil pedazos. No había regreso, no había esperanza. Sus corazones, alguna vez llenos de amor, ahora eran vacíos oscuros donde solo habitaba el sufrimiento.

El Ladrón de Amor observó desde la distancia, saboreando la devastación que había causado. Había robado no solo su amor, sino su esencia misma, dejando a Sofía y Gabriel como espectros de lo que alguna vez fueron, vagando por el mundo con el alma partida y un dolor que los acompañaría hasta el último de sus días.