Amigo
Porque mucha sabiduría trae mucha frustración, de modo que el que aumenta su conocimiento aumenta su dolor.
Amigos... esa palabra que alguna vez fue sinónimo de confianza y compañía, ahora parece desvanecerse como un susurro olvidado. Hay un velo de dolor que lo cubre todo, una herida invisible que distorsiona lo que alguna vez fue puro y sencillo. Los rostros, antes abiertos y cálidos, ahora están marcados por la dureza, las sospechas, la incertidumbre. El amigo, ese ser cercano que compartía horas de risas y confidencias, ya no es el mismo. Ya no hay espacio para las dudas que antes se disolvían con una mirada; ahora, todo es un río de experiencias traumáticas que arrastran las palabras y las intenciones, dejándolas vacías, despojas de argumentos.
Ya no es amistad lo que nos une, o al menos no lo que entendíamos por tal. Es más bien un acto mecánico: un ver, un oír, una presencia que no está presente. Y me pregunto, ¿realmente importa saber si es genuino o no? ¿Acaso no es suficiente la apariencia, esa máscara que nos ponemos para seguir adelante, para evitar enfrentarnos a lo que realmente somos? Los rostros que antes reflejaban la esperanza y el brillo, ahora están opacos, vacíos. Ojos que ya no se encuentran con los míos, miradas perdidas en un abismo de desesperanza. Humanos que ya no tienen humanidad.
Cada día, los que eran amigos parecen volverse más escasos, más lejanos. ¿Dónde estás, amigo mío, que ya no te encuentro? Te he perdido en alguna parte del camino, y al buscarte, solo hallo una sombra de lo que eras, una copia imperfecta de ti mismo. ¿Cómo se puede construir algo real cuando todo se ha desmoronado, cuando la sensación de que no hay nada más allá de lo que vemos nos consume? Los miedos, los resquemores, todos los temores sin fin, me persiguen, robando lo que alguna vez fue amistad.