Hola  amigos de Steemit, infinitos mundos y posibilidades caben en el alma de quién deja que la creatividad sea su dueña, aquí  vamos en esta gran comunidad compartiendo lo creado, lo vivido, lo soñado, hoy traigo para ustedes la serie de cortos “El confesionario” , una serie hilada en muchas historias  donde mi mente se ha explayado en plasmar en palabras lo que he imaginado. Espero las disfruten. 

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Serie: El confesionario

Confesión No.1

La Bahía de Santa Clara era un pueblo pintoresco, primero hay que destacar que cuenta con playas hermosas donde las personas suelen olvidar sus pesares si se bañan en ellas, calles de piedras y casas de estilo tropical, con colores llamativos y un tanto colonial.

Cuando se camina por las calles se siente una brisa fresca con olor a mar, a sueños y unas tantas veces a pecado.

Como en todo pueblo Santa clara tiene una iglesia, hermosa, pequeña pero hermosa, cuando entras, ves una cantidad de santos en las paredes, un sencillo bautisterio y el altar donde se ofrece la misa, hay bancos en filas, los suficientes para los pocos habitantes del pueblo que siendo pocos, son suficientes. A un lado de la puerta izquierda de la iglesia queda el confesionario, lugar donde cada día dedico dos horas de mi vida a escuchar a cada uno de los que aquí habitan.

-Se me olvidaba presentarme:-¡Hola, Soy Andrés, el cura del pueblo!-

-Llegué a este pueblo hace 53 años y poco a poco he ido guardando en mi alma sucesos, secretos, amores y cada historia que ha hecho que mi alma se llene de alegría o de pesar, pero ya mi edad es avanzada y por esto quiero dejar para quien quiera leer,  un tanto de lo que mi alma no resiste callar más, no sé si seré juzgado por eso, pero realmente prefiero morir liviano.

Comencemos entonces pues el tiempo apremia, y hay alguien que quiere llevarme a pasear lejos de aquí.

“Hace 53 años, llegué a Bahía de Santa Clara, ya traía conmigo un costal de experiencias, sin embargo aún mi cuerpo era joven, con 30 años es mucho lo que un hombre puede vivir todavía, pero claro, yo no era cualquier hombre, era un “Hombre de Dios”, así que mandado por el Obispo de la ciudad donde crecí debía empeñarme en guiar a mis próximas ovejas en el pintoresco pueblo, tarea que decidí cumplir al máximo, cada domingo ofrecía la misa y luego era divertido ir conociendo a cada uno de los que vivían en este lugar, pero debo admitir que los conocí mejor cuando cada uno de ellos llegó a mi confesionario para limpiar sus pecados, y hoy empezaré por recordarlos al contarles a ustedes sus historias.

Recuerdo la primera confesión  tan claro como el agua, era un domingo antes de la misa de las 11, yo acababa de bañarme y colocarme mis atuendos sacerdotales , entré al confesionario y me senté relajado, haciendo una inspiración profunda para escuchar al alma atribulada que pudiese estar al otro lado, cinco minutos después escuché tras la rejilla: -“Perdóneme padre porque he pecado”-, así comenzaban estas conversaciones, y allí estaba ella, una mujer de unos 27 años, joven pero con una voz que denotaba que ya había experimentado la vida, ella era Luisa y era la esposa del Alcalde del pueblo; entonces Luisa hizo su confesión:

- Padre, quiero contarle lo que mi alma guarda-me dijo con voz temblorosa.

-Habla hija, que tu siervo escucha-le respondí.

-Padre, miles de sentimientos embargan mi mente y mi corazón, cada día luego de las 4 de la tarde debo ir a comprar los abarrotes en la tienda, y allí está él, no le voy a decir el nombre porque la pecadora soy yo padre, él es simplemente perfecto, y lo grave es que no es mi esposo padre, pero cada día quiero que se hagan las 4 para poderlo ver, es tan fuerte, tan varonil, y mientras me ubica lo que he comprado en mi cesta ,yo lo detallo y mi mente simplemente vuela padre, ¿entiende lo que me pasa?

- Hija, te entiendo pero no puedo comprender  pues recuerda que mi amor es la iglesia, pero te escucho. ¿Qué es lo que te pasa?-le pregunté tratando de hacerme el que no entendía, pues mi curiosidad de hombre le ganaba a mi experiencia de cura.

- Padre- dijo ella-  cuando llego a mi casa luego de haberlo visto, corren por mis venas infinidad de sensaciones, entonces no puedo más que encerrarme en mis aposentos y poco a poco voy quitándome cada parte de mis vestidos pensando que es él quién me desnuda,  siento su olor, imagino que sus fuertes manos toman cada uno de mis pechos y que los muerde suavemente, yo voy acariciando cada parte de mi queriendo que sea él, toco mis piernas hasta llegar al centro de mi placer e imagino que está dentro de mí, y entonces  sucumbo ante los pecados de la carne pues mis manos y mis dedos me hacen vibrar por el  placer que sueño tener en sus brazos, y termino mojando mi cama con la humedad que debería quedar en sus labios, y bueno, no sé qué hacer Padre, mi espíritu ya no puede más, ayúdeme por favor”

-Hija, a veces olvidamos que nacimos humanos, pero mi consejo es que debes evitar ir a la tienda-le dije en tono calmado tratando de disimular que estaba exaltado por semejante confesión.

-Padre, por favor, no me pida eso-me dijo casi en tono de súplica.

- Hija, si te sirve de algo, reza 6 avemarías y realiza un rosario cada mañana para que tu alma se concentre en Dios-le respondí.

-Gracias Padre, Dios lo bendiga- me dijo, aunque no muy convencida.

Y así se fue Luisa ese día, y mi cabeza quedó llena de imágenes, frescas imágenes que un cura debe sacar rápido de su mente, lo que yo no sabía era que pronto habría más confesiones y no solo de Luisa, confesiones  que hilarían una historia inverosímil que llenaría el pueblo de guerras silentes y secretas".

Por hoy, lo dejo hasta aquí, pronto seguiré la historia, espero me escuchen para así compartir esta carga que me embarga. Atte. El Padre Andrés

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UN ABRAZO

MONARCA AZUL