Cuchilla (relato completo)
Os dejo el relato Cuchilla que consta de cinco partes o capítulos. Trata sobre el amor romántico en los adolescentes, de cómo se vive y de cómo se va evolucionando según mi punto de vista. Es además una reflexión sobre este tipo de amor que desde un punto de vista idealizado, parece ser la única forma de amar permitida. Pongo los respectivos enlaces a los post originales y además lo dejo entero en esta publicación. El relato es de creación propia y las imágenes, libres de derecho, tienen su enlace a su fuente. Espero que lo disfruten.
Cuchilla
Enlaces por capítulo:
Mi primera novia guardaba una cuchilla, se encontraba en el último pliegue de un pañuelo de papel que ella misma dobló con mucho mimo y ceremonia. Le pedí que me la entregara, llegado el momento haríamos uso de ella los dos juntos. Apenas puso resistencia, las personas que se sienten culpables constantemente suelen obedecer sin más. Tal vez no lo hubiera hecho
si se hubiese fijado en que yo siempre viajo solo. Sin embargo, no fuimos capaces de hacerlo, acabamos por vivir más allá de lo que duró nuestra relación
Cuchilla
Relato completo:
Capítulo 1: Mi primera novia guardaba una cuchilla
Se encontraba en el último pliegue de un pañuelo de papel que ella misma dobló con mucho mimo y ceremonia.
Yo por aquel entonces no sabía nada de su existencia, hacía relativamente poco que nos habíamos conocido y las emociones que compartíamos eran bastante primarias. Todo era felicidad, todo eran risas y tonterías, algo que se encuentra en la epidermis de cualquier relación. Jugábamos con los avatares que habíamos creado de nuestra persona y los confundíamos con la idílica interpretación que teníamos el uno del otro. Esto sumado la revolución hormonal que nos anestesiaba del mal ajeno, permitía que cualquier elemento de la tabla periódica se enlazara irregularmente aunque no fuera posible. A día de hoy pienso que no se trataba de química, que era más bien la fuerza de la gravedad la que nos atraía irremediablemente hacia una inevitable colisión.
Creo que mi ensoñación duró más que la suya, no por nada en especial, solo por mi capacidad de evadirme al mundo onírico que realmente fundamentaba mis principios. Al fin y al cabo mi educación se basaba en creencias y supersticiones y aunque a esa edad ya se me hubiesen revelado algunos trucos de ilusionista, quería seguir creyendo en la magia. Pero desperté y no de golpe, fue algo como el laberinto que se recorre para escapar de la duermevela. Con los músculos entumecidos dentro y fuera de la realidad, incómodo en cualquier caso, hasta que conseguí moverme mecido por la inercia que impulsa la adrenalina.
Recuerdo que era a mediados de Diciembre. Pasábamos la mayor parte del tiempo en la calle para poder estar solos. Con el escaso dinero que lleva un adolescente encima íbamos de parque en parque buscando un banco. Necesitábamos intimidad y analizábamos los bancos más alejados de transeúntes y farolas, pero que a su vez estuviera lo suficientemente iluminado como para sentirnos seguros. Y nos daba igual que fuese de madera, metal o piedra, hacía frío igualmente. No nos importaba, era la excusa perfecta para acercarnos cada vez más.
Me empezaron a surgir mis primeros miedos y dudas. Ella se dio cuenta y me consoló. Me sentí comprendido y en ningún momento reparé en que esos mismos demonios que a mí habían empezado a rondarme ya habitaban en ella. Si hubiera sido consciente habría sabido que me mentía, pero otra mentira que sí advertí hizo que aquella pasara desapercibida. El número de mentiras no habría cambiado mi reacción en ese momento. Las personas tienen secretos, qué más daba. Incluso me sentía con cierta ventaja por ser el primero en descubrir una. Yo era feliz y el hecho de que empezáramos a conocernos verdaderamente era que estábamos avanzando.
Sin embargo, como ya había dicho, ella siempre fue por delante mía y el motivo de su condescendencia hacia mí es algo que solo ella sabrá, por muchas vueltas y divagaciones que yo haya hecho desde entonces.
Capítulo 2: Le pedí que me la entregara
...llegado el momento haríamos uso de ella los dos juntos
A decir verdad la primera vez que la vi no me pareció gran cosa. Fue cuando empezamos a hablar y descubrir todas aquellas coincidencias el momento en que captó toda mi deficiente atención. No recuerdo el día exacto en que fui consciente de lo enamorado que estaba, lo que sí sé con absoluta certeza es que estaba lloviendo. Paseábamos como de costumbre por la calle cuando rompió a llover. Corrimos a resguardarnos y encontramos un buen sitio bajo unos edificios. Ella corrigió uno de mis muchos errores al hablar que adquirí en mi infancia y después de un buen rato, hasta que conseguí entenderlo, me quedé mirándola fijamente. Su pelo encrespado por la humedad, sus ojos tan abiertos que reforzaban la recién aprendida enseñanza y su piel tan pálida intensificando el color de sus labios... En ese momento lo supe.
Una noche, de camino al banco del parque, donde los besos duraban horas, ella no se detuvo. Me desconcertó, pero sin soltar mi mano me dijo que la siguiera y yo obedecí. Me llevó al lugar más oscuro y oculto del parque y nos tumbamos en la hierba. Con un sutil movimiento se subió encima mía y me dejé inmovilizar. Puede que hiciera frío, pero mi corazón bombeaba la suficiente sangre como para calentarnos a los dos. Sus manos acariciaban mi cara, después fueron deslizándose por mi pecho hasta que decidió que mi cinturón nos obstaculizaba. Imaginé lo que estaba a punto de pasar a pesar de no tener ningún tipo de experiencia en ese campo y los nervios se apoderaron de mí. No sé porqué lo hice pero sujeté sus manos para que parara. No es que no quisiera que pasara, tal vez pensaba que mi primera vez sería de otra manera, aún así, eso no importaba, vivíamos de la improvisación. Decidimos posponerlo, no por falta de preparación, sino por falta de protección.
A partir de ese momento se abrió la veda. Nuestras miradas se volvieron pícaras, nuestras caricias lascivas y de besar pasamos a morder. Cada momento a solas nos hacía hervir la sangre. Nuestros cuerpos parecían interminables y siempre había un nuevo rincón que explorar, un nuevo territorio por conquistar. Se dice que el roce hace el cariño y descubrimos que la fricción el amor. Para nosotros era un juego y a veces incrementábamos la dificultad aprovechando el morbo que ofrece que haya alguien presente ignorante del camino que mi mano acababa de emprender bajo su falda.
Y sin embargo, el miedo volvió. Parecía que las personas con las que tuvimos algo en el pasado habían quedado en un segundo plano porque en esta recién descubierta experiencia éramos los primeros. Sin embargo, solo había permanecido en estado de latencia. Curiosamente a los dos nos afectaba de manera distinta. Ella pensaba que debido a mis pocas relaciones anteriores algún día me gustaría probar cosas diferentes. Yo por mi parte, me sentía intimidado por sus muchas relaciones pasadas. Así se nos ocurrió el plan.
Necesitábamos volver a sentirnos los primeros en algo otra vez, algo que alejara de una vez a esos fantasmas. Fue así como acordamos suicidarnos.
Capítulo 3: Apenas puso resistencia,
las personas que se sienten culpables constantemente suelen obedecer sin más
Como todo adolescente el hastío, el absoluto desinterés y la falta de motivación hizo que me planteara el suicidio en más de una ocasión. Sin embargo, esta vez era diferente. La idea de compartir algo tan íntimo me entusiasmó de verdad. Jugar entre Eros y Tánatos resultaba divertido, psicoanalíticamente hablando, no es que hubiéramos descubierto la pólvora. Fantasear con una muerte dramática nos hacía tomar una perspectiva diferente de las cosas.
Antes de eso había descubierto que cuando nos conocimos me mintió con la edad. Me lo tomé con buen humor. La primera vez que me invitó a su casa para conocer al coñazo de sus padres me llevó a su cuarto. Este último ritual fue mucho más interesante para mí y evidentemente lo era para ella. La cama donde dormía, los pósteres en las paredes y la decoración, era como si la tuviera desnuda delante de mí. Obviamente, cuando se vive en casa de los padres algunos elementos, como puede ser el orden, destacan como algo que no debería estar allí. En este caso era un cuadro con su partida de nacimiento. Yo ya sospechaba que no tenía la edad que me dijo tener, así que me planté delante del cuadro y de manera exagerada me puse a hacer cálculos contando con los dedos. Pero no se percató porque para ella ese cuadro no formaba parte de su cuarto y había desarrollado cierta ceguera ante ese elemento.
Que se perdiera mi actuación matemática no me frustró, ese mismo fin de semana se me ocurrió una idea. Le dije que quería ir a tomarme algo así que fuimos a la zona de pubs y una vez allí se me antojó entrar en uno para mayores de dieciséis. Su cara era muy divertida, pero lo era aún más sus excusas, me contó que allí solían hacer redadas. Aún así se aventuró antes de confesar y nos pusimos en la fila. Al llegar a la puerta el portero nos pidió el carné. Mientras ella buscaba en su minúsculo bolso yo entregaba el mío al portero. Después de hacer un rato el paripé dijo que se le había debido olvidar, así que no nos dejaron pasar.
Se disculpó y me propuso ir a otros sitios, entonces yo me senté en un banco de mármol y la senté a ella en mis rodillas. Se extrañó que estuviera sonriendo en lugar de decepcionado, no sé si eso le preocupaba más. La miré con ternura y se lo solté, cariño, sé que aún tienes quince. Yo tenía diecisiete por aquel entonces, tampoco es que hubiera una gran diferencia, pero ella parecía darle mucha importancia. Hubiera sido anecdótico si el gilipollas del padre no me hubiera amenazado con denunciarme a la policía al año siguiente cuando cumplí los dieciocho.
El siguiente año fue cuando encontré la cuchilla, recuerdo perfectamente lo que sentí. Cualquier secreto descubierto hasta la fecha se quedó en un juego de niños ante aquella metálica lámina flexible. Ella me dijo que le diera algo de su cartera y el pañuelo de papel en el que estaba envuelta dejó entre ver su contenido . Deseé que escondiese otra cosa mientras lo terminaba de desenvolver, pero no. Allí estaba la trazadora de líneas mortales. No le pedí explicaciones, me las ingenié para quedármela diciéndole que llegado el momento haríamos uso de ella los dos juntos. Mi intención era mantenerla alejada de eso, quería deshacerme de ella, pero la guardé. Después empezó a agradarme la idea de vernos tumbados, abrazados y bañados en brillante hemoglobina.
Capítulo 4: Tal vez no lo hubiera hecho...
si se hubiese fijado en que yo siempre viajo solo
La música de aquella época para mí fue la mejor que jamás escucharía. Aunque a veces tiraba de clásicos de los 70, en los 90 el indi, el grunge, el metal estaban en su máximo apogeo. Me pasaba horas viendo vídeos musicales o escuchando la radio. A través de esos sonidos comencé a experimentar cosas nuevas y ansiaba experimentarlo absolutamente todo.
Ella lo sabía y empezó a temer lo peor, hizo bien. Aunque su sutil manera de mantenerme alejado de todo aquello se limitaba a llenarme el cuerpo de marcas de amor. Algunas veces incluso llegó a hacerme sangre, qué manera de morder los labios. Pero me daba igual, yo vivía como si no tuviera ningún tipo de responsabilidad, sin arrepentimientos y sin dar explicaciones a nadie. Recuerdo que la palabra que más solía usar por aquel entonces era paso.
Y empecé a conocer a otras chicas. Solía excusarme ante mí mismo repitiéndome que solo había estado con una y que los jóvenes debíamos vivir. Sin embargo, sabía perfectamente que me estaba engañando a mí mismo. Quería vivir la vida, sí, pero tampoco quería perderla a ella. Lo quería todo y nada a la vez. Ya no quería morir a su lado, quería hacerlo solo, quería que ella entendiese mi dolor haciéndole sufrir a ella. Pero todo cambió súbitamente.
No sé si fue culpa de su trastorno alimenticio, pero comenzó a desarrollar una enfermedad. A pesar de haber sido diagnosticada con bastante tiempo, los pronósticos no eran muy alentadores. Creo que lo que más me impactó de todo aquello es que dejé de ser el centro de atención y mi agonía de vida se había transformado en una pataleta de lo más infantil. Y es que no hay mejor manera de madurar que una crisis.
Abandoné los excesos en los que me estaba iniciando y volví a ella. Habíamos hecho una promesa y yo iba a cumplirla. No iba a permitir que muriera sola.
Capítulo 5 (final): Sin embargo, no fuimos capaces de hacerlo,
acabamos por vivir más allá de lo que duró nuestra relación
Ella murió y no me aparté de su lado ni un solo momento. En sus ojos, antes de cerrarlos por última vez, quería vivir. Esa misma noche me fui a la playa acompañado de una botella de bourbon y de la cuchilla. Grité con todas mis fuerzas, las olas enmudecieron mi llanto. Me ahogaba en el murmullo del mar, me ahogaba el viento constante, me ahogaba el licor y acabé clavando las rodillas en la arena con excesivo dramatismo. Estaba todo dispuesto y no pude hacerlo.
Solo recuerdo que tuve resaca. La botella se quedó en la playa y la cuchilla en el camino de vuelta. A la botella me la encontré muchas veces, pero a la cuchilla no la he vuelto ver.
Cuando pienso en los años que he vivido siento que he desperdiciado el tiempo. Rehice mi vida en más de una ocasión. Caía y me levantaba, así unas cuantas. Me consuelo diciéndome a mí mismo que tomé la decisión correcta, evitando dolor a los seres queridos. Y lo peor es que fui feliz con las que llegaron después, incluso con la que nunca me quiso de verdad o con la que no volví a ver después de una noche. Habría muerto por cualquiera de ellas, pero aquí sigo, buscando la siguiente por la que daré la vida.
Nice post! I will follow you from now on. +UP