Creo que en esas escasas 13 palabras se puede resumir muy bien el concepto de si se puede o no transferir un alma. Somo energía y por ende el alma es esta energía ensimismada. Cada acción que hacemos consume energía: cada paso, cada respirar, cada beso que das a un ser querido. ¡Todo! La transferencia del alma ocurre a cada momento en mayor o menor medida. No podemos referir solo a pensarlo como una unidad que solo cambia cuando mueres. ¡Es más que eso!

¿No les ha sucedido que su mejor amigo supo cuando les paso algo? ¿No vieron a su madre advertirles de algo que luego les sucedió? ¿No has soñado casi exactamente lo mismo que alguien cercano? El alma viaja, se divide y se transforma. Puede que seamos los seres conscientes que hacemos uso de ella en este tiempo ¿O quizás ella nos usa a nosotros? Sin embargo, a veces nuestra alma abandona el cuerpo y viaja a niveles inimaginables de la conciencia humana para realizar otras funciones energéticas.

De tal forma vivimos en un ciclo energético en el que una cosa va complementando la otra hasta crear una enorme masa a la que conocemos como vida. Así como nosotros vamos compartiendo nuestra alma con quienes nos rodean esa constante se va repitiendo en la vida de cada ser humano, como una red que a fin de cuentas termina conectando al último con el primero.

Así también, a veces esta red no solo conecta con los vivos, también con los que se han ido o los que nos precedieron. Las reencarnaciones en tal forma están ligadas directamente a esta red de energías, la cual en su infinita posibilidad nos permite conocer un poco, todo o nada sobre quien eramos antes.

En mi opinión, me encantaría conocer quién fuí hace bastantes siglos en el pasado, sin embargo no es fácil. El desarrollo espiritual o energético es un campo muy amplio y complicado de entender.

Desperdiciaría toda mi vida buscando conocer mi pasado y aun asi moriria sin siquiera conocer mi presente.