Una historia de dos Islas - Las Malvinas - parte 10 - Un avión secuestrado

El 28 de Septiembre de 1966 un nuevo incidente tuvo en vilo tanto a la Argentina como a las Malvinas. Un avión entero, perteneciente a Aerolíneas Argentinas, había sido secuestrado y amenazaba con convertirse en un incidente internacional. El "Operativo Cóndor", como sus miembros le habían llamado, se había puesto en marcha. En el avión Douglas DC-4 LV-AGG de Aerolíneas Argentinas, se encontraban 18 jóvenes - 17 hombres y una mujer - con una misión. Pasaban inadvertidos, incluso algunos camuflando armas debajo de una sotana de cura. Pertenecían a un comando nacionalista argentino y en su mayoría eran peronistas. Dardo Cabo, alias Lito, un joven alto y delgado de 25 años, periodista y afiliado a la Unión Obrera Metalúrgica, era el jefe del comando. Su segundo al mando era Alejandro Giovenco, de 21 años, de baja estatura pero fornido, apodado El Chicato por sus gruesos anteojos. Ambos entraron a la cabina con pistolas y le ordenaron al comandante del avión que cambiara el rumbo. El piloto obedeció, y la nave, con 35 pasajeros a bordo, se puso rumbo a Malvinas. Entre los muchos pasajeros del avión se encontraba el gobernador del por entonces Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, contraalmirante José María Guzmán. Asimismo viajaba en el avión el periodista y empresario Héctor Ricardo García, dueño del diario Crónica. Los jóvenes tenían todo calculado: El secuestro de la nave, el aterrizaje sorpresa, y la tarea asignada a cada miembro del grupo. El aterrizaje del comandante del avión, Ernesto Fernandez resultó ser bastante impresionante. Aterrizó el avión de línea estando encañonado, en un hipódromo en tan solo 800 metros y tras esquivar cables de alta tensión, cerca de la casa del gobernador de las islas. Justamente muy pero muy cerca de donde había descendido años antes Miguel Fitzgerald. La nave se detuvo lentamente, mientras se amontonaban algunos isleños curiosos. Tras capturarlos como rehenes del comando, los jóvenes rebautizaron a la ciudad como "Puerto Rivero" en honor al famoso Gaucho Rivero(se acuerdan? hablamos de el en las anteriores partes de la saga), e izaron la bandera argentina. La idea original de los rebeldes era dividirse en tres grupos y tomar la casa del gobernador, el centro cívico y el centro militar. Controlando todo eso, lograrían un control efectivo de las islas. Pero como en la vida no siempre sale todo como uno espera, ellos también aprendieron esa lección cuando se vieron cercados por aproximadamente 50 integrantes de las fuerzas de autodefensa isleñas y debieron atrincherarse en el avión. Desde allí se inició una tensa negociación liderada por el sacerdote de la isla, el Padre Rodolfo Roel. Tras algunas horas, los pasajeros del avión fueron alojados en casas particulares del pueblo. Sin embargo todavía quedaban los rehenes locales en manos del comando armado, mientras que un cerco de efectivos ingleses armados apuntaba atentamente hacia él. Onganía - "presidente" de hecho de la Argentina en ese momento, y lo pongo entre comillas porque Argentina se encontraba bajo una Dictadura Militar, calificó de piratas a los cóndores y dijo que iba a aplicar la máxima pena posible cuando volvieran. El padre de la iglesia los hizo entrar en razones: "Han cumplido el objetivo. Plantaron la bandera argentina y pusieron a las Malvinas en la primera plana de los diarios". El trato fue el de liberar a los rehenes, deponer las armas y les darían asilo en la iglesia local. Todo eso se hizo, menos lo de entregarle las armas a los ingleses. No querían reafirmar la soberanía inglesa sobre las islas, así que en vez de eso, les entregaron todas las armas al piloto de aerolíneas argentinas. Al día siguiente los jóvenes se embarcaron en el buque Bahia Buen Suceso, pero apenas se alejaron de la costa, fueron arrestados y pasaron nueve meses presos en Río Gallegos(Santa Cruz, Argentina). Hubieran pasado muchos más meses, pero el acto había despertado un fervor nacionalista en el pueblo y en las calles los vitoreaban como héroes. Sin embargo, estos rebeldes también tenían un lado oscuro ya que en los años sucesivos se verían envueltos en varios actos de guerrilla. Dardo Cabo moriría en 1977 durante un simulacro de fuga en la carcel de La Plata, y su segundo, Alejandro Giovenco murió en plena Avenida Corrientes cargando una bomba en su portafolio. Más allá de su conexión con la violencia clandestina, el acto heroico nacionalista de este grupo fue reconocido, y es por eso que hoy existe una calle "Dardo Cabo" y otra "Operativo Condor" en la provincia de Buenos Aires, Argentina.