Señorita Mikova
Me oculto detrás de la cortina y miro como un gato al acecho las ventanas de la casa vecina. Valerie se mueve como una sombra, en realidad es como una sombra: oscura y misteriosa. Creo que es un cuchillo el que lleva en la mano. ¡No! ¡Solo es mi paranoia que me juega una mala pasada como siempre!, debe ser un mal Angulo desde donde la miro. Hay otra persona ¡Sí! Acompaña a Valerie hacia la cocina y desaparece, creo que se quedó ahí o definitivamente la mató porqué ya no lleva el cuchillo. Las luces se apagan todas, solo queda el sótano destellando, pero todo lo demás se transforma en un mausoleo desolado.
El valor de pronto me fluye por las venas como adrenalina y me hace saltar de mi posición casi reptante, la linterna se interpone sobre mí y la tomo junto con una navaja que guardo en mi bota izquierda preparado para salir. El viento está cálido esta noche de verano, la luna solo da un reflejo vago ya que tiene un aura extraña, no hay estrellas, lo que me da un poco de temor sobre lo que Valerie oculta bajo su casa, lo que ha estado haciendo ahí con todas esas sirvientas que nunca más salen, que el marido tampoco hace algún comentario, solo hay misterio en ese matrimonio, y eso me intriga demasiado.
Cruzo el pasto de mi casa para entrar al suyo y me despliego por el costado hacia la única ventana que alumbra, está cubierta con un cortinaje oscuro, no veo nada. Se escucha difusamente una melodía clásica que no puedo acordarme cual es, ¡Está allí adentro!, se siente un horrendo grito de dolor ahogado y la piel se me comienza a erizar terriblemente al sentir crujir las tablas del piso. Llegó mi hora, debo entrar allí cueste lo que cueste, así que subo al porche y me planto delante de la puerta, mi navaja está bien asegurada a la bota casi a la mano para sacarla si es necesario mientras que la linterna no fallará, ya que las pilas están nuevas. Giro el pomo lentamente para que no suene, está frio y por desgracia sin cerrojo. La puerta se abre con facilidad. La linterna alumbra un poco el piso para poder ingresar y cerrar con cautela sin ser escuchado: Está hecho, estoy dentro de la casa.
La melodía ahora envuelve la casa, puedo distinguirla como nunca, es el vals segundo de Shostakovish que suena como si los parlantes estuvieran en el techo. Pero no, la música sale del sótano como siempre lo pensé, ya que se reproduce como si estuviera ahogada por una puerta, se oye lejana y opaca, subterránea. Era mi primera vez en la casa de mi vecina, asustado no podía mirar más que pequeños detalles que luego recordaría con cierta amnesia de niebla en mi mente. Mi susto fue tal al encontrar un gigantesco retrato sobre la chimenea de la sala de estar donde salía Erzsébet Bathory sentada y con una mirada espectral que más me asustó saber quién era ella, que su pose y sus ojos de maldad.
Un momento después me orienté, la casa estaba en el mismo orden que la mía, hasta ese momento jamás me hubiera fijado que eran casas gemelas, con la misma arquitectura, la misma sala de estar con la salida al comedor y la puerta hacia la cocina por la derecha. El sótano por lo tanto tenía su ingreso por un costado de la cocina, en el suelo debía estar la abertura que permitía a Valerie desaparecer cuando no estaba su marido y luego aparecer como si nada, ¡Qué clase de barbaridades cometerá allí!, Debe haber cuerpos completos mutilados, o tal vez algo así, está bien debo tranquilizarme.
De pronto la sombra comenzó a pasearse. Solo veía un poco antes que la alumbrara, podía sentir su mirada indiscreta desde algún lado de la casa, pero no podía verla, era como una cosa intocable que de repente apareció, como si me hubieran descubierto. Comencé a caminar hacia la cocina, efectivamente la música se volvía cada vez más ensordecedora a menudo que me acercaba, pero cuál fue mi sorpresa al descubrir que la cocina no tenía ninguna abertura, nada. Era como una persona sin ombligo, no podía ser ¿Entonces de donde salía aquella música? Las luces se prendieron completas mientras yo miraba el suelo limpio, la casa se alumbró completa de un momento a otro y en el umbral de la puerta de la cocina, yacía una horrible silueta de geisha enmascarada mirándome entre las aberturas con unos ojos castaño claro que apenas se distinguían en la blancura de la careta. Lancé un grito aterrador y la linterna cayó al suelo a causa de la impresión.
La geisha se comenzó a mover lentamente hacia mí, sin poder mirar sus piernas ni su cuerpo, ya que estaba cubierta con una capucha café con flores naranjas, solo sentía el sonido sordo del bastón tocando el suelo mientras caminaba. No sé si lo habrá hecho a propósito, pero el sonido del bastón me indicó indirectamente que debajo de las maderas había un vacío desde la puerta hacia mi posición y probablemente por toda la casa: El sótano estaba ahí. La voz estentórea rompió el silencio, su voz era trancada por la máscara, pero aun así pude distinguir claramente que fue lo que me dijo.
- ¿Qué diablos hace acá?
No sabía que responder, incomodo y petrificado por el susto que me dio la geisha, solo atiné a decir:
-Estaba buscando a la señorita Valerie, pues…Necesitaba un poco de azúcar y como la puerta estaba sin cerrojo….
-No tiene nada que hacer aquí. - Me insinuó golpeando el piso con el bastón. - Madame Mikova no se encuentra en la casa, solo estoy yo cuidando acá, soy su empleada de confianza.
Resuelto y con las piernas temblantes caminé hacia la puerta nervioso, al pasar por al lado de la geisha pude sentir la fuerte fragancia a naftalina que desprendía su traje y que también al llegar a mi casa pude descubrir que se me había impregnado. Antes de salir de la casa vecina, le susurré “Disculpe, no fue mi intención” y me retiré cerrando tras de mí la puerta de entrada.
Valerie estaba allí. Podía sentirla, nunca pensé, claro, que la empleada fuera aún más misteriosa que ella. Su casa seguía inspirándome curiosidad, la melodía clásica que inspiraba quizás cual orgia de asesinato en su sótano me tenía en una constante transgresión a su privacidad. Los días siguientes fui casi un psicópata mirando entre las cortinas a ver si ella aparecía, pero nada, esa casa era una tumba de día, solo Valerie se veía de vez en cuando, y justamente cuando podía deslumbrarla, era acompañada de alguna muchachita que entraba a su casa y no salía más. El marido por su parte, que nunca conocí su nombre (Ni siquiera el día de su muerte) Solo dejaba el auto en la entrada e ingresaba al hogar sin prender ni las luces. Era un completo misterio la casa de al lado.
Una mañana, sin embargo, cuando aún el viento cálido nocturno no se retiraba, yo estaba sentado en la cocina tomando el desayuno típico de tostadas con huevo y un vaso de leche frio, la puerta sonó con unos golpecitos tiernos de mujer. Miré por el ojo mágico de la puerta y descubrí a Valerie. Cuando abrí la puerta no pude si no quedar sorprendido al descubrir que se veía aún más hermosa que las veces que la había visto desde lejos, era la primera vez que la veía tan cerca. Su pelo rubio, como rayos de sol matutino y poderoso enmarcaban el rostro verdadero de su descendencia rusa, aun así, lo mas intrigante eran sus ojos, almendrados y tan profundos como la oscuridad misma en su lecho de cuencas suavizadas en el rostro de la mujer más bella que jamás haya visto en mi vida. No dudé en hacerla pasar y ofrecerle un vaso de leche, que rechazó amablemente ofreciéndome sus condolencias por lo que había pasado esa noche en que ella no se encontraba.
-A la señora que usted descubrió en mi casa, es mi empleada de confianza. Estoy seguro que Amanda le inspiró un poco de horror, pero la verdad es que ella usa esa máscara porque cuando joven sufrió un accidente que la marcó de por vida, es por eso también que usted no la ve fuera de su “Refugio”, ya que siempre ha tenido miedo de lo que opine la sociedad. Espero que sepa disculparme también por no haberme presentado en las dos semanas que llevo viviendo acá, sé que soy una maleducada….
-No se preocupe Señorita- Le dije estirándole la mano. - Soy su nuevo vecino.
Ella sonrió dejando entrever una perfecta corrida de dientes entre sus labios rojos.
-Soy Valerie Mikova, escritora de profesión.
Su oficio me sorprendió también cuando me lo dijo. Para una persona que lee mucho, resultaba muy estúpido el no conocer a una escritora que según ella me lo diría después, ha vendido muchas copias de sus libros. Y la verdad, nunca había escuchado de ella.
- ¿Y qué escribe usted señorita? - Pregunté incisivo.
-Principalmente historias de terror, y si usted estuvo en mi casa podrá haber descubierto el cuadro de Madame Bathory en la chimenea.
- ¡Claro! El cuadro de la señorita Bathory me llamó fuertemente la atención.
-Pues las mujeres son mi real inspiración, Bathory que inspiró al igual que a mí, a Sheridan Le Fanu, es un tremendo material para estudiar, ya que su vida resulta fascinante. Delphine Lalaurie como la asesina más conocida de EE. UU y muchas más. De hecho, hace poco escribí un libro sobre unas mujeres nada buenas, mire obsérvelo.
Sacó de una cartera un gran ejemplar donde se leía claramente el título: “Las perras del Reich” por Valerie Mikova. Dentro de él yacían las imágenes, los testimonios y las victimas de las mujeres más crueles y sádicas de la Alemania de Hitler. - Ilse Koch, Irma Grese y Juana Bormann. Cada una con sus crímenes, solo eran la columna vertebral del gran cuerpo del libro que fui desmenuzando con gran ansia durante todo un mes. Luego de la base establecida de Ilse, Irma y Juana se agregaban nombres más terribles como el de Johanna Langefeld, Dorothea Binz o María Mandel y luego antes de terminar, nombraba para dar el tiro de gracia de los nombres con Elizabeth Volkenrath Hertha Bothe, Margot Drechsel y Herta ehlert.
-Parece que le agradó. - Me dijo al descubrirme absorto en la lectura. Pronto un documentalista hará de ese libro un gran documental del mismo nombre.
-Disculpe, es que me pareció bastante interesante el tema.
-Bueno, se lo regalo. Lástima que deba irme porque tengo mucho que hacer. Cuando quiera algo, solo golpee y pídamelo. Deseo de todo corazón que nos llevemos a las maravillas. Un gusto.
Se levantó de su silla y me dio un beso en la mejilla de despedida. No pude evitar mirarle el gran escote que traía y pude sentir un cosquilleo suave mientras ella se iba. Definitivamente más que una gran escritora, era una mujer bellísima, casi una diosa.
Como ya dije, durante un mes estuve pegado a las “Perras del reich”, su habilidad como narradora era casi prodigiosa, fluida y limpia, apasionada. Las mujeres retratadas ahí realmente daban miedo y a la vez fascinaba como ella. Pero algo me perturbó. Cuando escribió de Ilse Koch, era como si la conociera, como si al igual que ella disfrutara describir las atrocidades, como el sadismo les daba placer. En cierto fragmento decía lo siguiente.
-“Ilse Koch, conocida como la “perra de Buchenwald”, Mujer de grandes atributos físicos era una de las féminas más sádicas que Pudo haber existido en la tierra. A ciertos judíos los catalogaba y los asesinaba solamente para sacarles algunos tatuajes que tenían en sus cuerpos y con ellos fabricar lámparas curtidas con pieles humanas, practicaba orgias lésbicas entre las judías y muchas veces se bañaba en vino importado para conservar la belleza humana. Exactamente: ella había descubierto el secreto de Erzsébet Bathory, la receta de la eterna juventud.”
Y en otra página hacía referencia nuevamente a Bathory.
-“Los baños en sangre, conocidos desde épocas inmemoriales, fue descubierto por Erzsébet Bathory casi por accidente. Un día, una criada la peinaba después de bañarse, cuando la mujer accidentalmente le rasgó el cabello, Bathory, de una furia legendaria, le arañó la cara, saltando un chorro de sangre que le salpicó la mano y según ella, las arrugas de esa mano desaparecieron. La sangre, obviamente al ser de jovencitas, para ella y para muchas otras tenían propiedades curativas, antioxidantes si queremos ponerle un término más actual. Le encantaba meterse en una tina completa de sangre fresca y con ayuda de sus brujas esparcirse la sangre por los brazos, sumergirse en ella hasta que el líquido entrara en su ser, luego de eso tomaba una copa e ingería grandes cantidades para rejuvenecer sus órganos internos. Toda una reina”
A cada página, más creía que Valerie Mikova era en realidad una loca, una desquiciada que amaba la sangre más que a nada, que la deseaba y veía en las mujeres del pasado un ejemplo para ella misma. Pero quería más. Cuando terminé el libro, quedé con la leve impresión de leer un artículo periodístico más que la literatura propia de ella. Así que me atreví.
-Valerie, me ha encantado tu libro, ¿No tendrás por ahí un cuento tuyo para poder leer más de lo que escribes?
Valerie me miró sorprendida, sostenía en su mano la puerta y con la otra se arreglaba un poco el camisón que traía puesto.
-Claro que tengo más, por eso soy escritora. ¿Acaso lo dudas? Déjame ir a buscar otra cosa. - Me cerró la puerta y yo me apoyé en la baranda. De reojo pude ver a Amanda, la Geisha que miraba por detrás de la cortina. Su careta pálida era reconocible más que cualquier cosa.
Unos minutos después Valerie apareció con un pequeño cuadernillo de hojas sueltas que me entregó.
-Toma, aún no está publicado, espero que te guste. - Y me cerró la puerta nuevamente despidiéndose apresuradamente.
Esa noche nuevamente me impregné de su literatura. El cuento era sobre una mujer que disfrutaba la sangre de un modo completamente fetichista. Esta vez puede sentir la literatura viva, Valerie era un genio de la escritura, pero no pude terminar el cuento cuando el estruendo del choque afuera me desconcentró. Justo antes de llegar a la casa vecina, dos tipos armados dispararon contra el único ocupante de un Subaru y éste al perder a su ocupante que murió al instante, se descarriló y colisionó de frente con otro vehículo: Era el marido de Valerie. La mujer salió despavorida a llorar a su marido y Amanda salió detrás de ella, fue la única vez que pude ver a la geisha fuera de la casa y solo fue por algunos minutos pues la anciana se entró moviendo el bastón y dejó a Valerie llorando.
Esa noche fue la peor de todas. Me había sumido en un profundo sueño poco después de que las ambulancias y los bomberos acabaran con los rastrojos del accidente, cuando la puerta volvió a sonar con los mismos golpecitos tiernos que la primera vez. Abrí con miedo, pero al ver a Valerie allí, en camisón translucido, obvié el pequeño detalle de la sangre en sus pies.
-Necesito que me acompañes, me siento muy sola.
No alcancé a decir nada cuando se me abalanzó encima y me dio un excitante beso que me hizo caer al sillón. Muy poco recuerdo de esa noche, solo me acuerdo de haber llenado la tina con agua caliente y haberme sumergido en ella con Valerie encima. Poco a poco el agua se fue tiñendo con un color rosado extraño que yo solo descubrí la mañana siguiente cuando la mujer no se encontraba en mi casa.
Valerie fue una reina tal y como lo pensé, pero, aun así, su pasión sanguínea me redujo en los trabajos del amor, cuando terminamos, me sumí en un sueño profundo allí mismo en el agua con ella encima. En la mañana cuando desperté, el color del agua me causó un susto terrible, pero más aún cuando unas pisadas rojas atravesaban toda mi casa y desaparecían en el pasto para reaparecer en el porche de Valeria. La adrenalina nuevamente se me subió a la cabeza, salí corriendo y golpeé la puerta de Valerie, pero nadie salió. Amanda de pronto se asomó por la ventana y luego de saber que yo estaba allí abrió la puerta solo para dejar ver su máscara.
¿Qué desea aquí joven?
¡Vengo a buscar a su ama, me debe varias explicaciones!
-Madame Mikova no está disponible.
- ¡Déjeme entrar vieja horrenda!
Forcejeé con ella con una furia que no era dueño y la lancé contra el piso. Entré a la casa y cerré la puerta atrás de mí.
¡No debe estar acá joven, se lo prohíbo!
La adrenalina no me dejó pensar. Cuando vi la careta blanca y los ojos penetrantes, no pensé y ni siquiera me di cuenta de cuando empuñé mi mano y se la planté con un golpe certero en la cara que le destrozó la porcelana y la hizo caer en el suelo con su máscara rota y muerta. La sangre se colaba por las rendijas de los ojos. ¡La había matado!
Valerie había observado todo. Sentada en el sillón ni siquiera movió un dedo para impedir el crimen que había cometido con Amanda que yacía muerta en el piso.
¡Tú…Tú eres responsable de esto! – Le grité enrabiado, mirándome los dedos cortados.
¿Yo? ...Yo no he hecho nada.
-Necesito saber de ti Valerie, tus cuentos, tu presencia...Me mata.
- ¿Realmente quieres saber mí? ...Te aseguro que no querrás.
-Te aseguro que sí. No le diré a nadie.
Valerie se levantó y caminó hacia la cocina. Yo obediente la seguí hasta llegar al lugar donde debía de estar el pasadizo hacia el sótano. Y efectivamente allí estaba. La mujer descorrió una tabla y con un gran tirón las demás se levantaron todas juntas y dejaron ver la plataforma que daba al piso privado. Cuando lo abrió, el olor asqueroso a putrefacción me llegó en la cara. ¡Mis sospechas cada vez iban siendo más seguras! Bajamos por la escalinata y prendió la pequeña ampolleta que debía iluminar el piso. Lo que vi allí era sorprendente.
El escenario era simple. El piso de tierra tenía unas horribles manchas marrones producidas por la sangre coagulada. Una tina completa salpicada de sangre seca estaba en el centro mientras que arriba, en una plataforma corrediza, estaba el cuerpo fresco de su marido.
- ¡Dios mío!...
-Te dije que te aterraría el escenario de mis cuentos…
En el sector izquierdo, donde estaba la ventana tapada, estaba puesto el escritorio, las hojas que debían ser blancas, estaban salpicadas al igual que toda la habitación.
-Te enseño como funciona.
De pronto accionó una palanca. La plataforma corrediza, con sus rodillos afilados destrozó el cuerpo en cinco segundos y al final pasando por un embudo llegaba a la tina con sangre limpia.
-Un cuerpo sirve para un baño…
¿Desde qué momento me convertí en cómplice? ¡Mis sospechas eran ciertas!, era una maldita asesina serial, todas esas sirvientas muertas estaban pudriéndose en un rincón y repartidas en una mezcolanza carnicera, en un embutido putrefacto que corría por el suelo de la habitación y se lo tragaba la tierra. Arriba el olor no llegaba por acción de los congelantes especiales en el piso. Valerie se desnudó para mí, prendió la radio sobre un estante y comenzó el mismo vals de Shostakovisch que había escuchado en un principio. Se paró en frente y me susurró al oído:
-He descubierto el secreto de Erzsébet Bathory.
Y se lanzó de espaldas a la tina de sangre que salpicó en mi rostro el líquido tibio. Se sumergió hasta el cabello y se comenzó a acariciar con la sangre los brazos, y a tomar de la misma tina, como una loca psicópata. Pero aún ahora recuerdo que no sentía miedo. Me arrodillé al lado de la tina y ella me arrastró una mano por el rostro.
¡No lo entiendes! ¡Soy inmortal! ¡Soy bella!
Eres es una loca.
Valerie cambió su actitud y se tranquilizó. Hundió las manos y comenzó a hablarme mientras la sangre hacia burbujas y comenzaba a coagularse.
-La sangre querida, es el líquido vital, lo que te da vida. Bathory lo descubrió y por eso vivió bella, aunque al igual que todos los “Locos” Del mundo, estamos muy adelantados a nuestra época y somos condenados, por eso es necesario que juguemos en secreto, pero cuál fue mi forma de desahogarme si no por medio de mi literatura, así el remordimiento no me mataba, así la vida no se me iba en los asesinatos, si no en el “Vivir” Y la gente muerta solo era un detalle como muchos otros.
-Pero si el asesinato en épocas antiguas era rechazado, imagínate ahora Valerie, que la vida está hecha para que las personas diferentes sean juzgadas.
-Todos tenemos nuestros fetiches…El mío es la sangre, y por lo cual seré condenada más adelante.
A cada frase sentía que Valerie se iba poniendo más pálida y sin vida, en ese momento no había miedo, no había muertes, solo una devoción especial en torno a ella, la magnífica.
-Probablemente me denunciaras, ¿No es así querido?
-Probablemente…
-Pues déjame decirte que me adelanté, no dejaré que me juzguen. - Y sacó el cuchillo entre la sangre coagulada para mostrármelo.
-Dios mío…
Reaccioné lento, sumergí mis manos en la sangre y tomé por la espalda a Valerie mientras la dejaba el piso. Tenía una herida profunda en el abdomen y con una sonrisa, la sangre le escurría mezclándose con la de su marido en la tina, estaba ya con mucha sangre pérdida.
-Valerie…
Estaba muerta, y yo no sabía qué hacer. La sangre comenzaba a escurrir por el piso mientras que la tina ya era una extraña gelatina roja. El miedo y el asco volvieron de pronto. Valerie en el piso me produjo una repulsión terrible, luego de calmarme tomé los escritos de la mujer y los guardé. Aún los conservo. Y con mis fuerzas recobradas agarré la pluma de hueso humano y escribí como loco las memorias de lo que había pasado desde la noche terrible de la curiosidad y que ahora les relato tal cual como lo viví en esos momentos y que traspaso desde las hojas cubiertas con la sangre que Valerie cosechó y que yo guardé de ella para conservarla.
Y les confieso algo……
Aún sigo joven.
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