EL ABISMO DE MIS OJOS (Cuarta Parte)
Y elevándose para agarrar vuelo la cuarta parte de esta historia, estoy agradecido a los lectores que me han brindado su fuerte apoyo, que a pasar de que son pocos, sus ánimos son inmensos e incentivadores para mí y continuar escribiendo.
Debo recordarle a todo aquél que de verdad quiera seguir esta historia, que debe primero leerse las tres primeras partes, las cuales puede encontrar aquí:
EL ABISMO DE MIS OJOS (Primera Parte)
EL ABISMO DE MIS OJOS (Segunda Parte)
EL ABISMO DE MIS OJOS (Tercera Parte)
"La muerte sólo será triste para los que no han pensado en ella."
Fénelon.
El pasado ahora es el pasado y, mi tío y yo, decidimos dejarlo atrás y mirar directamente a las circunstancias que estaban por venir. Ponía mis manos sobre mi rostro en señal de pena y preocupación, haber abandonado la mansión Almagro me afectó terriblemente.
Mi tío me dio las fuerzas para poder seguir adelante. La verdad, no sé qué hubiera hecho si él no hubiera estado a mi lado. Quizás me hubiera sumido en la desdicha o hubiera caído en el más ridículo e interminable de los dramas, afortunadamente no fue así.
Decidimos al final ponerlo todo en venta, la casa, los muebles, los libros, algunos que otros electrodomésticos para poder cargar con buen dinero para huir. Mi tío decía que no podíamos arriesgarnos a quedarnos, si mi secreto era divulgado mi vida podría correr terrible peligro.
Mi tío no podía permitir que nada me pasase, ya que esa fue la promesa que le dio a mi madre, después de morir, juró protegerme hasta el último de sus días, por lo que estaré por siempre agradecido.
Vendimos la casa y todo lo planeado para mudarnos a la ciudad de Valle Verde, que quedaba a 120 km de donde estábamos, aquello fue un terrible choque para mí, ya que toda mi vida estaba en esa casa y, además, era la casa que me había heredado mi madre después de morir.
Para mi tío tampoco fue fácil, pero ya era demasiado tarde para arrepentirnos, la travesía estaba preparada y el nuevo camino que tomaríamos nos esperaba con lanzas de oro, si todo salía perfectamente.
Gracias a nuestros ahorros, y a la venta de la casa y de los muebles, conseguimos alquilar un apartamento en el centro de nuestra nueva ciudad, y un pequeño local casi al pie del edificio donde montamos una pequeña cafetería.
El negocio poco a poco prosperó, hasta que fue suficiente para pagar la renta, donde afortunadamente, los sexagenarios dueños del apartamento fueron muy amables al dejárnosla en un precio bastante considerable.
Con el tiempo transformamos esa pequeña cafetería en un restaurante con empleados a nuestra disposición, nos tomó 3 años cumplir esa meta y mi tío y yo nos sentíamos satisfechos y tranquilos.
No hubo más turbantes o difíciles circunstancias, en que teníamos que derribar todo para huir y volver a comenzar de nuevo, al contrario, la maldición que radica en mis ojos no ha vuelto a manifestarse de manera cruel sobre otra persona, pero sí quedó un hoyo en mi corazón y rodó con tan hiriente impacto del cual, me costó reponerme.
Un tiempo después, mi tío se había puesto seriamente enfermo, tenía ya 73 años de edad y la vejez junto con una extraña enfermedad estaban haciendo terribles estragos en su cuerpo, yo no lo abandoné nunca, solo iba al restaurante a chequear si todo estaba bien, luego conversaba con la persona que dejaba encargada y después me regresaba con mi tío para hacerle compañía.
Sentía de nuevo esa sensación, como cuando mi madre también enfermó antes de fallecer, el fantasma siniestro de la soledad venía de nuevo a atormentarme, y la muerte en su compañía, fría y sin corazón, venía de nuevo a arrebatarme a otro ser querido.
Sentía que mi corazón se encogía de la aflicción al pasar el tiempo, mientras mi tío permanecía en esa cama de hospital y no mejoraba. Como ya había dicho antes, él era un padre para mí. No recuerdo haber perdido a mi verdadero padre, puesto que era muy pequeño y nunca lo viví, y ahora estoy seguro, que se sentía como aquello.
Sabía lo que pasaría puesto que la situación estaba completamente prestada, y las señales comenzaron a revivir una angustia, que me carcomía y me aislaba hasta un terrible mundo abisal, hasta llegar al punto… de que todo se disipó.
Esa disipación, se transformó en el veneno que me arrastró a una completa agonía. Se manifestó con la muerte de mi tío, ni siquiera estuve allí cuando el médico lo declaró muerto, tampoco estuve allí cuando las enfermeras movieron su cuerpo de la habitación en donde estaba.
Pero si estuve allí, en su funeral, al cual siendo sincero, no quería ir. Estaba cansado de despedirme de las personas a las que amo, primero; mi madre. La segunda, fue Sonia, la dulce y rebelde Sonia. Y por último, mi amado tío, quien ahora reposa para siempre en la eternidad.
Yo tenía 28 años cuando me despedí de mi tío, y en esa ocasión estaba completamente devastado, ya no tenía familia ni a quién acudir, ya no tenía con quién compartir esta desdicha y a la vez maldición que radica dentro de mi ser.
No tenía ganas de seguir viviendo. Había cobrado todo el coraje para hacerme daño a mí mismo hasta sucumbir ante la tranquila muerte. Decidí hacerlo de la peor manera, la cual fue, mirar al ente o abismo de mis ojos directamente frente a un espejo.
No sabía si funcionaría, pero no tenía miedo de intentarlo. Corrí al baño con la ropa del funeral todavía puesta y me paré frente al espejo. Frente a mí, me quité los anteojos, y pude contemplar aquella oscuridad, profunda y viva, que se movía con energía en mis ojos. Era la primera vez que me quedaba mirando todo analíticamente.
Pero nada pasó, todo seguía igual. Pensé que causaría algún efecto en mí, pero al parecer, por ser el portador de tan insólita oscuridad nada podía hacerme. Eso me causó más desasosiego, me tumbé en el suelo del baño desplomándome en oscuro llanto hasta que mis ojos ya no dieron más.
Me coloqué las gafas de nuevo, me levanté, y fui a recostarme en la habitación de mi tío, colocándome en su cama en posición fetal. Después empecé a revisar las gavetas de su mesita de noche, y en una de ellas, encontré un sobre con mi nombre.
Aquello fue una inesperada sorpresa, dejó hasta una fecha en el papel, por lo que vi la había escrito solo hace 10 días en aquel entonces. Estaba absolutamente curioso con lo que me iba a encontrar, y al final, lo que leí, hizo que brotaran más lágrimas que en los últimos sucesos trágicos acontecidos en mi vida…
Continuará...
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