historia de amor: año 2000 AC

in #spanish7 years ago

Historia de amor: año 2000 AC
Parte I
Zila y Tevos
Las ciudades y países fueron objeto de nombres para su distinción. A Tevos le llamó la atención, uno, que por su prosperidad era muyhistoria de amor: año 2000 AC mencionado “Egipto” Marcó rumbo sur y hacia él, se dirigió.
No le mintieron, cuando se lo describieron, Egipto era muy diferente al país donde él había nacido: en la vestimenta, en las embarcaciones y otros medios de transporte, su culta forma de hablar, sus costumbres, sus edificaciones, su alimentación y en muchos otros estilos de vida y tradiciones eran superados ampliamente. En honor a la verdad, su país debía muchos años de cultura a este donde él acababa de llegar. Aunque este era el país de sus antepasados; en él, Tevos sería un extranjero.
No más al llegar, Tevos hizo amistad con una chica del lugar.
Mi nombre es Tevos se presentó, esbozando su mejor sonrisa.
Soy Zila ─Zila descubrió su cara para responderle con acentuada timidez, como cuidándose de no ser descubierta por alguien, al conversar con él.
Cubierta de pies a cabeza como lo ordenaban las leyes de su país y con una cesta llena de pan y otros alimentos, condiciones que no eclipsaban el hermoso, oscuro iris de sus grandes ojos que llenaban de resplandor el resto de su bello y juvenil rostro.
Acabo de llegar, vengo de los desiertos del norte y necesito que alguien me oriente sobre este lugar ─le dijo Tevos, contagiado de su timidez.
Por lo pronto tome, coma este trozo de pan ─Zila descubrió su descomunal hambre al notar la manera como Tevos veía su cesta.
Vivo en aquella casa ─lo dijo señalando una pequeña vivienda que distaba a escasos cien metros del sitio donde se encontraban─ estaré de regreso dentro de una hora, páseme buscando, hablaremos y ya veré en que puedo ayudarle.
A varios de sus pasos más adelante, Zila volvió su mirada y descubrió que Tevos hacía lo mismo.
Al verla, Tevos sintió, como un extraño “sentir” recorrió su cuerpo. Las casas del pueblo giraron a su derredor quiso avanzar pero el suelo de la calle estaba lejos de sus pies. Segundos después todo volvió a la calma y a su lugar. No sintió ningún temor por lo sucedido, al contrario aquello se convirtió en la experiencia más agradable que sentimentalmente él había vivido.
¡Gracias Dios mío! Por crear seres tan amables ─meditó Tevos, por lo que sucedió y pensando en la chica que acababa de conocer.
Sumido en sus cavilaciones, una hora de tiempo transcurrió.
A una distancia que Tevos calculó de cinco minutos, pudo distinguir la esbelta silueta de Zila. Su caminar no presentaba movimientos verticales. Con sus pies y calzado cubiertos por su largo vestido, daba la impresión que se desplazaba en un movimiento flotante y deslizante. Los cinco minutos que calculó se convirtieron en diez.
Cuando estuvo junto a él, de nuevo su sonrisa, de nuevo la de Tevos, no supo que decir… no dijo nada.
Al llegar a su casa. Abrió la puerta y lo invitó a pasar. Un radical cambio de conducta en Zila se hizo presente: descubrió su rostro. Esta vez su sonrisa de blancos y ordenados dientes, armonizó con su tersa piel de color casi blanco casi oscuro. El negro azabache de su largo y suave cabello sirvió de marco a un rostro de incomparable belleza.
De nuevo el vértigo e apoderó de Tevos.
Zila dijo algo que sus oídos no captaron pero sus ojos captaron la seña. Le insinuó que tomara asiento en uno de los muy modestos muebles de la pequeña sala.
Tevos se sentía consentido por las atenciones recibidas.
Vivo sola ─lo dijo para responder a sus indiscretas e investigadoras miradas que recorrían el interior de la casa. Como tratando de descubrir a alguien más.
¡Siéntese! Le insinuó de nuevo indicándole una de las dos sillas que completaban la pequeña y rustica mesa de madera.
Hoy no almorzaré sola considérese mi invitado. Y acto seguido colocó sobre la mesa sendos platos con una modesta comida que Tevos vio con ojos de buitre.
Con ademanes religiosos elevó una oración. Al mirarlo Tevos notó en su mirada, que daba gracias a Dios, por la comida y por su presencia en su casa.
Comiendo y charlando comentaron parte de sus pasadas y presentes vidas. El futuro mejor no mencionarlo por las condiciones de Tevos: extranjero intruso. En aquel moderno país no se vislumbraba nada bueno para él.
Mis raíces son del norte ─comentó Zila─ mis padres como usted vinieron de esas tierras, pero yo nací aquí en este país ─se detuvo un momento como pensando si estaría bien que acabando de conocerlo el debía saber cosas y confidencias de su vida, pero se atrevió y continuó diciendo─ mis padres trabajaron como siervos en las construcciones de la ciudad. En este país todo extranjero corre la misma suerte se le permite su presencia en el pero bajo la condición de siervo. En mi caso por ser parida en este pueblo y por la muerte de mis padres en un accidente de trabajo, me otorgaron la libertad ─un minuto de silencio se presentó ─más luego añadió: cocino los alimentos para un grupo de obreros que trabajan en la construcción de un templo que será destinado para rendir culto a uno de los Dioses de ahí mi sustento. Me pagan con alimentos racionados.
Su mirada se tornó triste al decirle:
Si quieres conservar tu libertad. Estás en el país equivocado ─y le advirtió─ si descubren tu presencia por acá corres el riesgo de seguir la suerte de mis padres. En varias ocasiones cure sus heridas ocasionadas por el látigo de los capataces y los accidentes de trabajo.
Contar esa parte de su vida era volver a sus crueles recuerdos. Tevos quiso cambiar la conversación pero entendió que al transmitirle sus penas se aliviaban en parte del fuerte dolor sentimental que le causaban los trágicos recuerdos de su infancia. Sendas lágrimas rodaron por sus límpidas mejillas, ocultó su rostro entre sus manos, su sollozo se convirtió en llanto. Un impulso paternal lo acercó a ella. Puso su mano sobre su hombro, gesto que luego se convirtió en un compasivo abrazo. El hombro de Tevos se humedeció con las lágrimas de Zila y pudo adivinar que sus palabras y su llanto pertenecían a tormentosos recuerdos infantiles, enclavados en lo mas profundo de su mente y su corazón: ¿Por qué?... ¡Dios mío!... ¿Por qué? Lo dijo balbuceando las palabras.

Esta historia continuará en parte II

Escrito por: @Tomasflores

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