Por culpa de ella
No es una mañana fría y triste, al contrario, el sol irradia su amarillo más intenso y calienta la calle, hogar de Alberto, que siempre anda buscando que hacer para mantenerla a su lado. Aunque últimamente no se ha visto por ahí.
Fuente: Pixabay / Trabajadora sexual.
Beto, como cariñosamente le dicen sus conocidos y familiares, ya no es el mismo de antes. Cuando jugaba en la selección de su país, su mejor amigo y compañero inseparable se la presentó. Ese día estaba en una fiesta cuando le hizo seña y le invitó a conocerla. Al final él se lo había ganado, fue el mejor del partido y de paso hizo un hat trick, desde ese encuentro quedaron flechados y fueron inseparables. Amor a primera vista, dicen algunos.
Fuente: Hoy.com / Mañana Soleada.
A Beto lo conoce toda su comunidad, siempre está presto para ayudar, tender una mano al conocido o a la doña que va con la bolsa, así es él. Así siempre ha sido.
– ¿Cómo está mi señora, qué guapa luce hoy, se va a sacar la cédula?
-Tú y tus cosas chico, siempre con la echadera de broma. Me le das saludo a tu madre y a tu abuela Lucía.
– Cuando las vea seguro les diré que usted las recuerda, suelta el cordial Beto en ocasiones.
Ser amable era una de sus características principales, pues de tanto roce internacional y con tantos viajes aprendió algo. Por eso cuando no anda por ahí es notable. Por culpa de ella lo dejó todo, se separó de Mireya, quien siempre estuvo a su lado, su novia de la niñez y con la que tenía unas morochas, Saturna y Otilia, nombres de señoras para unas niñas de dos años, pero que en la provincia se usan muchos y así se acostumbra en la familia.
Padre desde muy joven, pero el dinero no le hacía falta, ya jugaba a nivel profesional, viajaba a tierras con idiomas extraños. Era de los buenos y más destacados. Beto andaba siempre de fiesta cuando no estaba entrenando.
En sus ratos libres y cuando en Sabana Grande siempre era de día se paseaba por el bulevar.
Recorría el Centro Comercial Chacaíto, cuando existían los Cinemas, caminaba por todo ese pasillo de adoquines, pasaba por al frente del Cine Broadway hasta llegar a Radio City, a veces se atrevía más y llegaba hasta los Multicines de la Torre Polar.
En sus andanzas se metía en cuanto piano bar se encontraba, se bebía todo lo que podía, amanecía con resaca y dolores de cabeza. En todas esas rumbas y fiestas alocadas que lo sacaron del deporte que amó, ella estuvo presente, nunca se separó de ella, su fiel y celosa compañera.
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-Mija ¿no ha visto a Beto?, le preguntó Lucia a doña Zoila, la vendedora de periódico.
-Ese muérgano debe estar en su casa, tengo dos días que no lo veo, soltó Zoilita ofreciendo el último diario Meridiano que le quedaba.
– ¿Dónde estará? se preguntó para sus adentros la demacrada abuela ese día radiante en el que sol derretía el asfalto con sus rayos. No quería ir a casa de Alberto, no le gustaba en dónde vivía, pero no tenía remedio, él prefirió irse con ella antes de velar por su familia y botarlo todo por la ventana.
El hogar de Beto son las escaleras que comunican el 23 de Enero con Los Flores de Catia, Caracas, unas escalinatas que fueron construidas por Pérez Jiménez, ahora llevan a la nada, están cubiertas por matas de cují y caucho que están tan crecidas que los árboles hacen un túnel oscuro que aunque el sol este en su punto más alto, ahí parece que fueran las 6 de la tarde.
Allí estaba él, sentado en un escalón, su cuerpo inmóvil y petrificado, con los ojos bien abiertos, mirando a la nada, las pupilas dilatadas, llevaba unos zapatos rotos que dejaban ver los dedos pulgares de sus pies. Unos chores cortos de jean, que alguna vez fueron unos pantalones. Una camisa azul de botones, de esas que se usan con corbatas, le había picado parte de las mangas, ahora eran tres cuartos. De su brazo pendía una jeringa, la misma que lo llevó a su último viaje, a su último partido de fútbol. Ella terminó consumiéndolo.
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Fuente: Pixabay / Heroina.
El reporte de las autoridades decía que llevaba dos días sin vida, un paro cardiaco puso fin a la vida del carismático y muy popular Beto.
Hola Theo... pendiente con las fuentes de las fotografías.
¡Bienvenido, colega periodistas y andresbellista! :) Buen relato. Abrazo.
Gracias, amigo, colega.