Mi nombre es Cristina y hoy decido soltar todo lo que me hace daño.
Mi nombre es Cristina y me enamoré de mi mejor amigo, esta es la historia de cómo a veces nada pasa por no dar el primer paso o quizás porque alguien simplemente no es para ti.
Septiembre 2013: inicio de clases, nueva en la universidad, nuevos comienzos, la verdad los recuerdos de este año son difusos, pero lo recuerdo a él siempre sentado a mi lado en el desayuno sonriéndome sonrojado.
Septiembre 2014: Alguien me dijo en las vacaciones que gustaba de mí ¿es normal que eso me alegrara? Por favor Cristina… ¿te estás preguntando eso realmente?
Lo atrape viéndome en clases un par de veces como embobado, no pude evitar que se me escaparan miradas y sonrisas, pero yo debía mantener mi distancia… Digo… ¿éramos amigos no? Además a él le gustaba salir con muchachas totalmente diferentes a mí, además a mí me gustaba otro que salía con otra y no me quería pero esa es otra historia.
Este año seguí manteniendo mi distancia, incluso una vez me escuchó decir que a mi él no me gustaba, recuerdo haberlo visto sonrojado, mi corazón se rompe cada vez que recuerda ese momento.
Año 2015: Inicio de clases, bueno ya no voy hablar de inicio de clases porque la verdad este año me salté la primera semana, pero recuerdo que fue el año en el que me di cuenta de que mi mejor amigo me estaba empezando a gustar, nos abrazábamos a cada instante, cada vez que podíamos, eso me daba paz, me hacía sentir feliz.
Éramos pareja en todas las actividades, en cada exposición en cada proyecto, veíamos fotos de animales, de bebés y compartíamos memes, si eso no era amor, díganme ustedes ¿que era?
A pesar de todo eso, el nunca me decía nada e incluso salía con otras personas, otras personas que yo no dudaba ni un minuto en ponerlas celosas cada vez que podía y así como llegaban,fácilmente se iban.
Año 2016: Puedo nombrar este año como el último año en que sentí que realmente éramos amigos y cómplices, tuve novio, el tuvo novia y a los dos nos dejaron al mismo tiempo.
Seguíamos abrazándonos, casi hubo un beso, un día que entramos a un salón solos para hablar pero adivinen ¿qué? Se me ocurrió la brillante idea de decirle que me gustaba esa persona que ya estaba con alguien y me trataba mal, mal momento para ser honesta Cristina…
Las cosas siguieron igual, abrazos, caricias pero nunca salidas o un beso.
Pensé que me pediría ser su novia o salir, quizás el último año pero nada estaba más alejado de la realidad.
Año 2017: último año de clases.
Desconocidos, totalmente desconocidos.
Lo abracé ese primer día de inicio de clases y lo noté incómodo, debí alejarme en ese momento.
No hablábamos como antes, no reíamos, ya no estábamos tanto tiempo junto y saben lo peor? La gente empezó a decir que haríamos una linda pareja, que si habíamos terminado.
Me mintió y me trato mal muchas veces para no coincidir conmigo en sitios, una vez solo le pregunté qué pasaba y me gritó… Nunca me había levantado la voz.
A veces pasaba semanas sin hablarle era una tortura para mí pero él siempre se acercaba.
Empezó a salir con alguien y me di cuenta que iban demasiado en serio.
Hice cada esfuerzo que pude pero fue en vano.
La última vez que lo vi fue ese último día de clases me preguntó si quería conocer a su mamá, la conocí y hablamos un poco, me recordó al él de antes.
Nuestra última conversación fue hace un año, le pedí un consejo, hablamos y me dijo que se iba a mudar con su novia, estaban limpiando el apartamento cuando estábamos hablando.
Luego le escribí otras dos veces y nunca respondió.
Por mucho tiempo lloré, pensé y le escribí con el corazón roto a mi mejor amiga, para que hiciera una de las mejores cosas que sabe hacer, calmarme, pero me di cuenta de algo, si hubiera sido el amor de mi vida, no hubiera hecho eso.
En algún lugar del mundo, mi verdadero amor me espera… y cuando llegue el momento de coincidir, de que me encuentre, entonces entenderé con certeza que algunas cosas no deben suceder para que más adelante cosas mejores sucedan.
2018: Mi nombre es Cristina y hoy decido soltar todo lo que me hizo daño.
Soltar, dejar ir, es a veces lo más indicado para perdonarnos, para sanar.