Sol y el fin del mundo | Relato

Billy no lo había sentido. Pobre brabucón Billy, una batalla perdida y ya era un manojo de nervios. Su esposa la preparó té, un baño caliente y lo abrazo durante toda la noche. Ella sí había vivido eso.

Billy no salió más, se dedicó a proteger la casa y los terrenos, el grupo de exterminio fue exterminado, pasaron seis meses desde entonces, las revueltas seguían, cada vez había más grupos, menos control, más saqueos y explosiones. Las violaciones morales continuaban, nada detenía a las masas enfebrecidas. Fiorella jamás le dijo a Billy, pero se encargó de dejar trampas por toda su tierra. Para evitar que él mismo tropezara con éstas, ella siempre lo acompañaba en sus caminatas, a pesar de la negativa de él.

Una fatídica noche pasó lo que tanto habían evitado. Fiorella oía pisadas y susurros a lo lejos, abrió los ojos y despertó a Billy con la mayor calma posible:

• Nos están invadiendo –fue todo lo que dijo-.

La calma de ella contrastaba con el revuelo de él. Eran el ying y el yang. La esbelta, agraciada y tranquila Fiorella. El rechoncho, volátil y arrogante Billy. Entre la penumbra de los susurros se pusieron ropa rápidamente y tomaron armas, Billy miró a Fiorella fijamente.

• Suelta eso mujer, si no me meterás un tiro por el culo.
• No, Billy, estoy contigo en esto –dijo ella con un ademán decidido-.
• Hazme caso, Sol –Billy tenía los nervios de punta con Fiorella detrás de él armada-. Deberías esconderte.
• Confía en mí, Billy.

Él no lo hizo, estaba nervioso y sudaba como puerco. Veían las linternas a lo lejos y Fiorella le pasó por un costado a Billy sin avisar para posarse debajo de una ventana. Él entró en pánico. Ella, sin darle tiempo a hablar, tomo el rifle de manera grácil y con un movimiento rápido se asomó por la ventana apuntando a las tres linternas que se veían por un costado de la casa, tumbo uno por uno. Billy quedó con la palabra en la boca.

• ¿Qué acabas de hacer, Fiorella? –él uso su nombre completo, estaba en estado de shock. Ella sonrió con pesar y se deslizó con rapidez, saliendo de la habitación-.

Fiorella escondía silenciadores. Sus disparos no habían alertado a los demás del grupo. Con sigilo se colocó al lado de la ventana, observó otras dos figuras, éstas no llevaban linterna, tenían cascos con linternas ya integradas. Esto podría ser un problema, el derribarlos implicaría una caída rápida, pero las luces de sus cascos iluminarían el cielo dando una señal de alerta a los otros. Salió de la habitación y fue directo al frente de la casa, se asomó con cautela por la ventana izquierda. 4 hombres con linternas. Apunto con cautela y fue derribando uno por uno, el último abrió fuego y se oyó un disparo que rompió la tranquilidad de la noche.

El disparo le complicaría todo. Las pisadas se oían más fuertes y veloces, era el momento: o actuaba con rapidez o moría. Haciendo uso del sigilo, corrió al lugar de donde provenían los pasos, colocándose el arma de forma puntual comenzó a disparar desde la ventana de la cocina, derrumbo a dos y volvió a agacharse, los hombres corrían hasta la casa. Visualizo un cuchillo y lo tomó para insertarlo en su pantalón. Quedaban tres, los dos con el casco y uno con linterna en mano. Vio las luces pasar de largo y corrió de nuevo, sabía dónde llegarían. Freno de repente y volteó el torso hasta la ventana del lado derecho de la casa, enfoco un objetivo y disparo. Volvieron a llover tiros y ella decidió gatear.

Tenía rato sin oír a Billy, probablemente siguiera en estado de shock o escondido en una esquina. No tenía tiempo para ello, debía proteger su casa y a su marido. Nadie le podía quitar eso. Oyó lo que más temía, la puerta del patio ser golpeada y un grito estridente, la trampa había funcionado. Corrió hasta el muro que estaba cerca de la puerta trasera, cuando se asomó lo que vio la dejó en shock. La madera con clavos no estaba clavada, como había esperado, en uno de los invasores, era Billy quién la tenía fuertemente clavada en la frente, el grito de horror era de él, Fiorella se sintió desfallecer ante la imagen sangrante de su esposo. Alzó la vista y vio que uno de los que quedaban alzaba el arma, ella disparó con rapidez y lo derrumbó.

Con las piernas temblorosas caminó hasta donde estaba Billy, cayó de rodillas frente a él.

• ¿quién eres, sol? ¿cómo sabes tanto? ¿qué es esta trampa? –pregunto mientras se ahogaba, su rostro era rojo-.
• Soy tú sol, soy tú sol, deja que vea eso –y con lágrimas en los ojos observó la herida-.

No era tan grave como lo imaginaba, realmente era bastante superficial. Suspiró aliviada y con los ojos brillando beso la ensangrentada frente de su marido.

• Estarás bien, todo estará bien. Te contaré todo –y con un ágil movimiento se puso de pie para ayudar a su marido-.
• ¿Me lo prometes? –suplicó con la mirada turbia-.
• Te lo prometo. Te amo –dijo la dulce Fiorella mientras ayudaba al nada agraciado marido-.
• Yo también te a…

Billy no terminó la frase, un tiro atravesó su estómago. Fiorella soltó el pesado cuerpo de Billy y volteó para disparar, fue rápida y dio con el último, disparando sin detenerse a calcular. Luego de eso, volvió la vista y gritó. Sus pulmones fueron tormentas, truenos, ciclones. Grito como hacía años no gritaba mientras caía al lado del cuerpo sin vida de Billy. Grito por él, grito por ella, grito por el mundo. Fiorella, la ágil Fiorella. Fiorella la de voz dulce y actitud pasiva. Fiorella, la de la cabellera larga y comportamiento tranquilo. Fiorella, la muchacha que se crio en una familia de asesinos y luego huyó. Fiorella la que odiaba la violencia y había evitado a toda costa la misma. Fiorella, yacía sin alma junto al cuerpo muerto de su marido.

Dos años después, ella seguía por los bosques, buscando agua y comida, matando a todo el que encontrara en el camino. A ella se le murió el alma junto con la de su esposo, ahora era una máquina de matar.