Avanzar hacia la escritura igualitaria

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Cuando se piensa en escritores de gran renombre, personajes como William Shakespeare, Miguel de Cervantes, Patrick Süskind y Nikolai Gogol son de los primeros en aparecer, y más recientemente podríamos hablar de Stephen King, Gabriel García Márquez, Nicanor Parra, y muchos otros más. Pero tardamos aún más tiempo en recordar nombres como Jane Austen o Emily Brontë, cuyas obras son igual de representativas que las de sus congéneres masculinos. Tal vez en un principio no se vea como un gesto de gran importancia, pero es interesante el hecho de que para hablar de una mujer escritora se deba pensar dos veces antes de referir un nombre. Si analizamos esto, podemos hacer un razonamiento bastante acertado: ya que la mujer siempre ha sido relacionada con las emociones, sentimientos y debilidad, se piensa que sus creaciones serán un puñado de lo mismo.

Pero para poder romper este paradigma, se debe comenzar con un pensamiento realista: el sexo femenino ha dado aportes memorables a la escritura. Sin embargo, y conforme fuentes de información como Wikipedia, algunas féminas tuvieron que recurrir a seudónimos “unisex” al momento de publicar sus escritos, ya que un libro cuya autora sea una mujer no tendría tantas lecturas como las tendría un libro de un escritor hombre. Incluso existe quien llegó a usar un nombre completamente masculino para incursionarse en el mundo literario, y fue Amadine Aurore Lucile Dulpin (1804 – 1876), baronesa nacida en París que recurrió al alias George Sand para publicar sus obras. Otro sencillo ejemplo de esta situación sería la creadora de la famosa saga del niño mago “Harry Potter”; Jane Rowling, quien tuvo que recurrir al alias “JK Rowling” para no dar pistas sobre su género y que la audiencia a la que estaba dirigido su libro no la juzgara con antelación.

Según Crystal Harlan en su artículo de internet titulado “Las 10 mujeres escritoras más importantes”: “La huella que han dejado las mujeres en la escena literaria es indiscutible, a pesar de que hasta tiempos recientes no han gozado de la misma visibilidad que los hombres.”, lo que demuestra su conciencia ante el papel que era interpretado por las mujeres en un principio: el de dedicarse sencillamente a las labores de esposa y madre, con una existencia que estaba simplemente dedicada a su marido o a Dios. Igualmente Pilar Cabanes Jiménez, articulista de “Espéculo. Revista de estudios literarios” de la Universidad de Cadiz, afirma en su publicación “La sociedad educaba a la mujer para desempeñar papeles eminentemente pasivos: casamiento, gestación, parto, lactancia. En el matrimonio no tendía a buscar, sino a ser buscada. La fecundación, el parto y la lactancia, le venían dados.”. El desempeño femenino se veía opacado o ignorado si se salía de los cánones establecidos para ellas, y se dieron casos donde las mujeres que buscaban eliminar estos paradigmas fueron severamente sancionadas, llegando incluso a la pena de muerte.

En relación con este último pensamiento, y retomando el punto de los derechos universales, las nuevas leyes, estatutos y deberes establecidos en esta época moderna y tecnológica se crearon con el fin de expandir la nueva visión de aceptación e igualdad que se ha propagado por diversos medios en la mayoría de los países. Es aquí donde entran los reconocimientos y derechos del sexo femenino, al que se le han atribuido prioridades de “no discriminación” e “igualdad” cuando se refiere a origen étnico, convicciones y libertad para la libre creación. Así mismo, y motivado por estos estatutos, la participación de la mujer en el mundo literario ha presentado un auge notorio, y nombres como Ana María Maute, Isabel Allende y Agatha Christie son referencia de obras literarias remarcables. Además, mujeres como Herta Müller (de nacionalidad alemana) y Alice Munro (nacida en Canadá) han sido ganadoras del Premio Nobel de Literatura, un reconocimiento sin duda merecido del que solo unas pocas mujeres han sido merecedoras desde inicios del siglo XX.

No obstante, y teniendo en cuenta las medidas tomadas para la igualdad de género, existe sin duda alguna una diferencia aún notable en el trato al sexo femenino que le ha impedido estar a la par de los hombres. Por ejemplo, de los 110 ganadores al Premio Nobel de Literatura, solo 15 son mujeres, que resulta ser una cifra realmente llamativa, ya que representa apenas el 13,63% de los premiados.

El mundo se mantiene en constante movimiento y cambio; la visión de la mujer y el hombre y sus respectivas funciones para con la sociedad es muy diferente de la que se tenía hace más de 150 años: el hombre se encargaba de llevar comida a la mesa y la mujer del cuidado del hogar. Es posible que, en 150 años más, la disparidad que se tiene actualmente esté tan disminuida que los rastros de minimización existentes sean exterminados del pensamiento de los seres humanos. Pero para lograr este objetivo, es necesario implantar una conciencia en las generaciones presentes y futuras que inhiba dicho razonamiento. Será necesaria una transformación en la cultura como paso primordial, lo que traerá consigo más trabas de las que podrían mencionarse, pero que será necesaria si el objetivo de igualdad absoluta quiere ser alcanzado.