Los Ángeles, primer día de noviembre del 2019. Me prometieron regalarme un sapo de verdad, pero me han engañado, me dieron un sapo eléctrico que se llega a confundir con uno de verdad. Me he acostumbrado a que mi tío Franco siempre me mienta con los regalos que piensa mandarme; esto es de hecho una costumbre que proviene desde mi infancia, concretamente con las navidades y con mi propio cumpleaños; engañar, o mejor dicho, ilusionar a un niño es una cosa terrible en mi opinión. No obstante, es demasiado descabellado pensar que alguien pudiera regalar un animal de verdad y no uno eléctrico. No digo que entre los ricos no ocurra, pero más abajo entre los estratos me parece un regalo demasiado ostentoso, sin mencionar que no sé demasiado de sapos, pero he leído sobre sus implicaciones en los cuentos de brujas; de esos pocos espacios para soñar. Sin embargo, prefiero otro tipo de animal real, uno que me dé algo, que valga la pena la inversión. Estoy pensando en gastar los ahorros de toda mi vida en una oveja; puedo conseguirla sin recurrir al mercado negro a través de uno de los vecinos de mis padres los cuales como esta persona, también son granjeros. Me llena de emoción el sólo pensarlo. Tengo una docena de ovejas eléctricas en el establo. De vez en cuando un chico que tiene un gorro rojo y ropas extrañas viene a mirarlas. No me he aprendido la grafía de su nombre, pero dice ser del medio oriente lo cual explica su atuendo y que tiene doce años, pero la verdad es que todo esto es mentira; este chico resulta ser un androide que viene de noche a mirar las ovejas eléctricas. Estoy por irme de Kansas hasta la ciudad de los Ángeles. Simplemente estoy esperando a que llegue mi autobús mientras escribo esta entrada en mi diario electrónico el cual pasa las páginas haciendo el efecto visual que tendría un libro de verdad. Los Ángeles es una ciudad que me hace pensar de infinidad de posibilidades; pienso en la infinidad de luces de neón y en el ruido de los coches y en cómo podría costarme conciliar el sueño durante mis primeros días o tal vez semanas. Cuando era joven y había ovejas de verdad, para dormir contábamos ovejas y soñábamos con ellas. Este muchacho las mira por las noches. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?