La Dama de la Biblioteca

in #spanish7 years ago

¡Advertencia!

La siguiente historia contiene material tenebroso,sea prudente al leerla.
El autor no se hará responsable de las pesadillas causadas.




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La Dama de la Biblioteca

de Sadoc Díaz

Era la hora del recreo y la mayoría de los niños corrían y gritaban por todas partes en la escuela. Luis y Miguel, estaban sentados en una banca, un tanto alejados de todo aquel desorden; tan solo se dedicaban a compartir un chocolate mientras charlaban del episodio anterior de su caricatura favorita. Eran amigos desde el preescolar y siempre compartían todo, especialmente las golosinas.

—Se van a sorprender. Si “la” ven desde una ventana, se te quedara mirando fijamente, y cuando te pasas a la siguiente, también se te quedara mirando. De verdad que da miedo —Era un niño de ultimo grado quien decía esto a otros que lo acompañaban, mientras pasaban frente a ellos. Iban en dirección a aquel edificio lúgubre que había sido clausurado hace mucho tiempo atrás.

Los dos amigos no pudieron evitar oír lo que aquel niño platicaba; de inmediato supieron de que se trataba: Hablaba de “La Dama de la Biblioteca”.

— ¿La has visto? —Pregunto Miguel, aunque ya sabía la respuesta.

—Sabes que no. La verdad no creo que sea posible todo lo que dicen —Luis contestó con todo el desinterés que pudo, intentaba ahuyentar cualquier idea de la mente de Miguel que lo obligase a acercarse a la biblioteca. Mejor dicho, al retrato que colgaba en su interior.

La verdad era que Luis aparentaba no creer lo que decían todos los niños de la escuela, con respecto a aquel retrato, sin embargo, cada vez que le contaban esa historia un escalofrío recorría su cuerpo.

La historia que rodaba de boca en boca en la escuela variaba de vez en cuando, pero en escencia siempre era la misma. Se trataba del retrato de una maestra que había muerto de forma extraña en su primer día de clases hace muchos años. El hecho había ocurrido en la biblioteca escolar y tras aquel suceso todos los maestros decidieron colgar su retrato en el inmueble. A partir de esto la historia contaba con muchas variantes que siempre terminaban con la muerte de un niño en manos del fantasma de la maestra dentro del edificio, siendo esto el motivo de la clausura del mismo. Posteriormente los niños se acercaban a curiosear a través de las ventanas, aseguraban que la mujer del retrato se quedaba observándolos con tan solo asomarse en ellas. Aquello asustaba a todos, decían que ella podía seguirlos con la mirada e incluso que su alma podía salir de aquel retrato; y que si alguien iba a verla sin compañía le hipnotizaba, luego abría la puerta y le hacia pasar a la biblioteca y de esta forma desaparecía para siempre.

Luis pensaba en todas las variantes de aquella historia cuando Miguel lo hizo volver de sus pensamientos.

—Vayamos a verla.

Los intentos de Luis por evitar aquello no funcionarían, lo sabia, así como también que Miguel se burlaría de él si decía que no quería ir.

—Esta bien vayamos —Respondió desganado y se levanto de la banqueta antes que Miguel, así este no podría decir que tenia miedo.

Luis sintió como su corazón aceleró su ritmo mientras Miguel se levantaba y se guardaba lo que aun quedaba de su parte del chocolate. Apenas dieron el primer paso cuando el timbre resonó por toda la escuela. Luis sonrió pero fue una sonrisa corta, en ese momento Miguel dijo que irían al final del día, después de clases.




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El timbre sonó por última vez ese día, notificando el final de las actividades escolares. Luis dio un respingo en su asiento, se levantó, recogió sus útiles y los guardó en su morral sin dirigir la mirada a Miguel, que se encontraba a su lado. Ojalá se haya olvidado, pensó.

—Debemos salir de últimos para que nadie se de cuenta —Dijo Miguel en un bajo tono de voz.

—Bueno. Pero debemos hacerlo rápido sino mi mamá me hará preguntas por llegar tarde a casa —respondió mientras su corazón se aceleraba de nuevo. ¿Por qué nunca se olvida nada?

El resto de sus compañeros caminaban rumbo a la salida principal junto a la maestra, en cambio, ellos tenían otro rumbo. Luis se sentía incomodo, aquella sensación lo embargaba. Tengo miedo, pero ¿de que tengo miedo? Yo no creo en lo que dicen. Intentaba calmarse y optó por repetir esta última frase. Yo no creo en lo que dicen. Yo no creo en lo que dicen…

Se encontraban ya frente a la biblioteca. Aquella vieja construcción constaba de un par de pisos, alejada de cierto modo que parecía no formar parte del centro educativo. Tan abandonada, tan olvidada que el bosquecillo con el que lindaba la escuela, parecía tragársela. A pesar de que la había detallado muchas veces desde lejos, nunca le había dado tanto miedo verla. Tal vez era porque ahora era el momento de ver en su interior. Era el momento de enfrentarse a todas esas versiones de la misma historia y afrontar el temor. En el fondo de su subconsciente si creía en todo lo que había escuchado; esa era la razón por la que nunca se había acercado a aquel lugar.

Mientras pensaba en ello, su amigo se dirigió a la ventana que tenían a su izquierda. Para atisbar el interior, Miguel hubo de colocarse en puntillas y apoyarse en el marco.

— ¡Aquí aun hay libros! —Exclamó, y Luis le pidió que no hiciera tanto ruido, mientras se aproximaba a la ventana.

Las estanterías viejas y sucias aun conservaban algunos libros en ellas, pero mayoría se encontraban tirados por el piso. Con la poca luz del atardecer aquel lugar era aun más oscuro. El miedo de Luís se incrementaba cada vez más, pero aun no había visto el retrato de aquella maestra, que según contaban, ahora era el espíritu que gobernaba aquel inmueble.

—Yo no veo ningún retrato.

—Tal vez se pueda ver desde otra ventana. Pero el retrato está aquí, en la planta baja, es lo que todos dicen.

Rodearon el edificio hasta encontrar una ventana donde la hierba que había debajo lucia los pisotones de quienes iban a curiosear. De nuevo Miguel se adelantó y fue el primero en mirar a través de ella.

— ¿Puedes verla? —Luis preguntó impaciente. Sus nervios, totalmente desbocados, habían accionado el reflejo de lucha en él. Solo quería ver ese estúpido cuadro e irse a casa.

Miguel no respondía, estaba en trance mientras veía dentro del edificio. Luis, con cierta ira, empujó a su amigo y se dispuso a mirar por la ventana. El retrato estaba justo enfrente, fue lo primero que pudo observar. Al igual que Miguel, se quedó paralizado. ¿Cómo era posible? Los ojos de aquella mujer lo estaban viendo fijamente. Puede ver el miedo dentro de mí, pensó. No pudo soportar esa mirada, se dejo caer sobre la hierba.

—Lo que dicen es cierto —Dijo al recuperar la respiración—, da mucho miedo.

—Hace mucho le conté a papá sobre esa maestra y su retrato, porque quería saber su opinión, solo me dijo que todas esas historias son falsa, que no importa desde donde observes cualquier retrato, siempre sentirás como si la persona en el te esta mirando, pero lo cierto es que mi papá no ha visto el retrato de esta maestra, él no sabe el miedo que produce. Creo que debemos averiguar si en verdad nos puede seguir con su mirada —Miguel hablaba con una expresión que su amigo conocía muy bien, esa expresión que aparecía cuando una idea llegaba a su mente.

— ¿Qué se te ocurre? —Preguntó de forma directa, sabia que Miguel tenia un plan en mente.

—Creo que debemos ver el retrato cada uno desde una ventana diferente. Yo miraré por esta —Dijo señalando a la ventana que estaba a la derecha de la que acababan de usar.

— ¡Claro!... si ambos tenemos la sensación de que nos esta observando, entonces tu papá estará en lo cierto —Luis se motivó, quería cerrar ese capítulo, no sentir miedo cada vez que escuchaba esas historias.



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El sol ya casi se ocultaba, ya no se escuchaban los pájaros, en su lugar, ahora los grillos hacían su particular ruido, la noche estaba muy cerca. Ambos se levantaron y se posicionaron frente a cada ventana. Solo tenían que ponerse sobre las puntas de sus pies y usar sus los brazos para apoyarse sobre el marco. Miguel nunca esperaba por nadie, fue el primero en hacerlo.

— ¿Te esta viendo? —Preguntó Luis.

Su amigo afirmó moviendo la cabeza sin dejar de ver el retrato. Ahora era su turno. Volver a ver a esa maestra le daba miedo, pero tenía que acabar con eso, debía cerciorarse de que solo era un simple retrato. Es imposible que su alma aun este en este lugar, en ese cuadro. Se fijo en los mejores puntos de apoyo y trepó lo mejor que pudo. Al mirar el retrato, el pánico se apodero de él.

— ¿Te ve a ti también? —Preguntó su amigo.

—No —respondió con un hilo de voz. Estaba sorprendido, la maestra no estaba viéndolo, su mirada estaba fijada en Miguel.

— ¡¿Qué no?!

La respuesta la dio la figura femenina en el retrato. En ese momento la maestra fijo su mirada en Luis, y mientras una sonrisa macabra se dibujaba en su boca, movía su cabeza negativamente. El miedo en Luis llego a un punto máximo, quería huir, pero sintió como sus manos se hundieron en la madera del marco y las astillas penetraban en su piel, sus pies también estaban atrapados. Intentó gritar pero solo pudo llorar. Todo lo que dicen es cierto, ella controla todo este lugar. Aquella dama se transformo en un demonio de horrible aspecto cadavérico, sus ojos eran sinónimo de maldad. Sacó sus manos del retrato y comenzó a reptar por la pared.

Luís pudo ver como el edificio engullía a su amigo, y este caía sobre el piso de madera, con su cuerpo todo lacerado.

— ¡Miguel! —Levantó la voz tanto como pudo, pero no sirvió de nada, su amigo se había desmayado.

La mujer-demonio bajó con una velocidad increíble y se puso encima del joven que estaba en el piso. Lo observó de cerca y empezó a reírse, con una risa más que perturbadora. Luis sentía que su cabeza iba a estallar.

— ¡Déjalo! —Gritó sumido en el completo llanto.

La mujer seso frenesí diabólico, dirigió la vista hacia Luis y se abalanzó sobre él, enseñando su fea dentadura.



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— ¡No! —El grito de terror de Luis, hizo que todos sus compañeros volteasen a verlo.

—Tranquilo Luis, de seguro tuviste una pesadilla —Dijo su maestra, desde el otro lado del salón de clases.

Se había quedado dormido en clases y todo había sido una pesadilla, eso y nada más. No obstante, no pudo evitar revisar sus manos y brazos, en busca de las heridas. No las tenía.

Su corazón recobraba el ritmo normal, pero el timbre lo volvió a atormentar. Se levantó de su asiento rápidamente, y cuando Miguel le dijo que no se apresurara, que debían salir de últimos, contestó con lágrimas en sus ojos:

—Nunca me acercaré a esa biblioteca.

¡Gracias por leer mi historia!

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Buen texto, con mucho suspenso.

wooooooow. Interesantísima la historia, muy bien narrada, (solo con algunos pequeños errores que se pueden corregir si lees el texto de nuevo), muy buena ortografía... Me encantó. <3

Gracias @mariart1, estos son los comentarios que aprecio cuando hago públicas mis historias. En realidad busco pulir mi escritura cuanto sea posible y las críticas constructivas me ayudan mucho.
Me alegra que te haya gustado mi historia.

Sí, no me gusta mucho hacer este tipo de comentarios porque no quiero que me malinterpreten... Pero es una de las mejores historias que he visto por aquí, en el sentido de que está muy bien escrita. Los pequeños errores me imagino que fueron con el teclado, a todos no pasa eso. :) suerte.

¡Qué cuento más espectacular Sadoc! Me encantó, tengo que reconocerte la excelente narrativa y la creación de atmósfera, de verdad me gustó bastante.

Lo único que te acoto y porque me pareció poco convincente es en la versión que cuentan de que la maestra murió en circunstancias extrañas en su primer día de clase, al menos ha de tener mucho renombre como para que cuelguen un retrato suyo ¿No? Digo, nadie anda homenajeando en un lugar tan emblemático como lo fuera una biblioteca escolar para tributar a una don nadie...

Y el plot final me ha dejado un poco confundido. No relaciono si durante el recreo se quedó dormido después de escuchar toda la historia de la biblioteca, o la escena del recreo nunca ocurrió y fue producto también de la pesadilla durante la clase.

Exceptuando esos detalles, me pareció genial el cómo tramaste la irrupción en la biblioteca y el salto a lo paranormal en cuanto al retrato.

¡Un saludo mi pana!

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