El reloj marcaba las 5:45 PM, esa tarde conté los segundos para las 6:00, nunca había deseado tanto salir de esa oficina. Mis dedos golpeaban el escritorio, era uno de esos días donde el tiempo pareciera ocurrir más lento, cuando se hizo la hora me puse mi chaqueta y salí para encontrarme con una ciudad llena de vida, la que a mí me faltaba.

Suspiré, encendí un cigarrillo y caminé, quizás el contacto con las calles me ayudaría a combatir la nostalgia que implica vivir solo en una de las capitales más pobladas del mundo. En mi mente, voces intentaban llevarme por un camino trágico e inevitable de perdición, mientras mi cuerpo negándose se esforzaba por mantenerse en pie.

Un mar de personas se cruzaban frente a mí, el ruido de los autos comenzaba a aturdirme, mi visión de pronto se empezaba nublar, mi corazón latía acelerado y fuerte, algo iba mal, necesitaba un respiro. Como pude entré en la primera puerta que alcancé a ver.

Pronto escuché la melodía de un piano sonar, al voltearme me di cuenta que había entrado a una sala de un teatro viejo, las sillas estaban vacías, aun así tomé asiento para intentar pasar desapercibido mientras calmaba mi crisis de ansiedad. En el fondo la música era acompañada por la danza de una bailarina, llevaba un vestido negro y en su pecho un broche dorado que reflejaba intenso cuando las luces apuntaban a la chica.

No puede evitar sentirme atrapado por ella, su gracia y sutileza me cautivaron de inmediato, en un giro su mirada se cruzó con la mía, aliviando la carga pesada de tormento sobre mis hombros. Pero la calma duraría poco, cuando su baile puro e inocente se convirtiera en la experiencia más aterradora de mi vida.

Sus pasos se tonaron extraños, mecánicos como los de una marioneta y en su cara un sentimiento intenso de desesperación, como quien lucha por mantenerse vivo, el piano empezó a sonar desafinado, el show se tornó sombrío y surreal.

Recordé entonces aquel artículo de Internet dónde leí que los demonios podían tomar cualquier forma, y aún en mi escepticismo, creí de momento que mi teoría de que una entidad oscura me acechaba podía ser cierta.

Me negaba a creer en esas patrañas, pero qué otra cosa podía explicar esa sensación de ser visto mientras dormía, los morados de mi brazo sin razón aparente, las sombras en mi departamento que alcanzaban a ser notadas por mi visión periférica, las malditas voces suicidas de mi cabeza… Y ahora esto.

Pétalos de rosa llovían desde el techo en ovación a la bailarina, yo sudé frío, una gota de sangre empezaba correr desde su nariz, me aterré, intenté levantarme y no pude moverme, me parecía estar viviendo un terrible caso de parálisis del sueño. En su último giro el broche dorado de su pecho se desprendió de su vestido y en ese momento… Desperté del letargo.

La sala estaba vacía, el cigarrillo que olvidé apagar había activado la alarma contra incendios, el encargado me avistó por las cámaras y amablemente me pidió que me retirara del lugar, ese día no tendrían funciones por mantenimiento. Me sentí aliviado de que todo había ocurrido en mi mente para ser honesto, era hora de buscar ayuda profesional.

Llegué a casa a las 8:20 PM, entré al baño y lavé mi cara, me vi fijamente al espejo. Un broche dorado estaba puesto en mi chaqueta.