Soliloquio N° 1: TARJETAS DE CRÉDITO
Para dar inicio a mis publicaciones en esta red, me he decidido por una selección de textos que he dado en llamar "Soliloqios". Éstos consisten fundamentalmente en reflexiones en torno a situaciones cotidianas vista a través de mis muy particulares modos de percibir mi entorno natural y social, permeado, obviamente, por mis experiencias y posturas personales.
Acá les presento el primero de estos "Soliloquios", publicado en mi perfil de facebook hace un tiempo, y que lleva por título Tarjetas de Crédito... Espero les guste:
Tarjetas de Crédito
Recuerdo claramente que en cierto punto de mi adolescencia, miraba con admiración absorta a aquellas señoras que ostentaban grandes monederos atestados de maravillas inimaginables, todas ellas en formas de papeles y “tarjetas”. Este monedero era muy específico (me refiero al objeto de mis admiraciones), abultado por la cantidad de papeles contenidos, y alargado porque además tenían algo misterioso: “la chequera”.
Solía yo desear tener un monedero así, ser una mujer grande y tener todo eso en mi cartera. Especialmente por un objeto más fascinante que la mentada chequera: La tarjeta de Crédito. Que una mujer tuviera un monedero en el que brillara una tarjeta de ésas, generaba en mí una fascinación tremenda. Aquello era la imagen misma de la libertad y la prosperidad y la liquidez y… en fin… de la emancipación…
Hoy día, en esta adolescencia trasnochada que vivo, ya soy poseedora del monedero de mis sueños, abultado de papeles (casi todos médicos o bancarios), y alargado porque no sólo lleva una chequera sino dos. Y por si fuera poco mi regocijo, en él relucen cuatro flamantes tarjetas de débito y tres de crédito… TRES…
Ahora, estos pequeños adminículos financieros, no hablan para nada de mi condición emancipada. Lo único que traducen es, en realidad, que tengo “capacidad de endeudamiento” (habrase visto semejante tontería), es decir, que no tengo capacidad para pagar ni para ahorrar, sino para meterme en cuentas y líos. Que pertenezco a esta clase “media jodida” (como la llama Benedetti), que flota en un limbo de alienación, consumo y status quo, matizado con intentos de clase media, sin ser ninguna, y sin tener más identidad que ésta, híbrida y maltrecha, mimética y problematizada.
Todo esto básicamente significa que mi salario no me alcanza para nada, que debo tener una alternativa para las emergencias o los placeres (que al cabo a veces son prácticamente lo mismo), que el sueldo se me va pagando cuotas mínimas, que siempre debo, que siempre pago intereses, y que todos los meses recibo un mensajito en el teléfono felicitándome por el buen uso que hago de mis tarjetas. En definitiva, la emancipación que aparentaban aquellas señoras dignas de mi admiración temprana, no es más que una cadena perpetua que me ata a los vaivenes bancarios, tasas de interés, deudas constantes y compras imposibles.. o sea.. estoy fregada.
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