LA HISTORIA DE LA X-TABAY
Hola amigos después de mucho tiempo de no publicar ahora regreso a la red haciendo un aporte para que conozcan más de la cultura de donde soy.
Hace unos dias me encontraba limpiando mi habitación y encontré un libro el cual creí desaparecido, que contiene historias fabulosas, mitos y demás relatos los cuales se nos enseñan de pequeños, el día de hoy quiero mostrarles una historia del pueblo maya que hasta el día de hoy se trasmite de generación en generación muy a pesar de que poco a poco ha ido desapareciendo la enseñanza de esta cultura y tradiciones, sin más preámbulo se las dejo aquí:
LA X-TABAY
Se cuenta que al principio de la venida de los mayas a tierras de YUKALPETEN existió, en uno de los poblados, una preciosa doncella de noble abolengo que lucía hermosos ojos negros que desprendían fulgores hechizadores y en su diminuta boca anidaba la sonrisa más subyugadora. Era la princesa Suluay.
En las tardes luminosas, perfumadas por las flores campestres, la joven se sentaba a la puerta de su casa, desataba la mata de sus cabellos y con verdadera fruición los alisaba para aumentar su brillo; luego los dejaba caer sobre su espalda y emprendía el paseo por las ondulantes calles de la población.
Pasaba majestuosa, llevando como manto la negra cabellera que besaba sus tobillos tiernos y tibios y en las hebras se iban prendiendo los suspiros de los mozos que, palpitantes de emoción, la seguían con la mirada; ella satisfecha sonreía y pasaba como pasan las flores dejando una estela de perfumes...
Numerosos eran los donceles que codiciaban el amor de tan delicada criatura del Mayab; más la princesa permanecía indiferente ante las solicitudes, parecía que sus creadores se hubieran olvidado de ponerle corazón. Así se pasaban los días y las lunas: la joven luciendo sus encantos, los corazones consumiéndose en las llamas del amor.
En la misma población vivía una joven hechicera que estaba enloquecida por la prestancia de un joven guerrero y que, por medio de su arte de magia, quería rendirlo a sus pies; mas el valiente soldado parecía inconmovible a las acechanzas de la joven, amiga de consultar a los luceros, al murciélago o al búho.
El guerrero solo vivía pensando en la de la larga cabellera , en la de los ojos inmensos y soñadores, en la de la dulce sonrisa arrobadora; y por eso todas las tardes se le veía parado, cual estatua viviente, junto al tronco del ceibo que con sus grandes y verdes ramas extendidas parecía proteger la plaza en cuyo centro se erguía desafiante; y allí contaba los instantes antes de que apareciera la esbelta figura de la dueña de sus pensamientos y sus amores, Y desde allí la veía pasar arrogante, envuelta en su negra cabellera, desafiando a la luz con la luz de sus morenos ojos y endulzando la brisa con las mieles de su sonrisa inigualada.
La hechicera quiso saber a qué se debía la indiferencia del guerrero y por qué no respondía a las llamadas que le hacía a través de los hilos de la luz lunar; y se propuso seguirle sus pasos; y así fue como una de tantas tardes, cuando el sol se arropaba en su manto de oro y de purpura para prepararse al descanso nocturno, descubrió al bien amado bajo el ceibo. Ella, a corta distancia, se ocultó entre los bejucos de un arbusto que a la sazón estaba cubierto de flores y semejaba una sábana blanca; y allí observo, observo y descubrió el paso de su rival que fue envuelta en las amorosas miradas del guerrero que hasta que se perdió en un recodo de la población la mujer de la larga cabellera bruna.
Lo comprendió todo; había otra mujer que se interponía en el camino de su dicha; y la hechicera no podía permitirlo. Pondría en juego todos sus conocimientos y lograría perderla. En un pequeño plato la hechicera coloco agua cogida de un cenote oculto en el bosque, a donde no llegaban los hombres, y por tanto no estaba manchada; después fue echando diversas hierbas de propiedades milagrosas; y coloco el envase sobre unas ramas en llamas para que con el calor se formara un filtro, que sería su arma vengativa.
Con toda paciencia durante siete días con sus siete noches consecutivas, la hechicera no descanso de mover y mover el menjunje, al mismo tiempo que invoco a los espíritus malignos que eran sus aliados. Concluida la operación quito del fuego la vasija y de esta decanto un líquido viscoso. Ya estaba preparado el filtro vengador.
En una mañana serena, cuando las campanillas lucias la belleza de sus delicadas corolas en las ramas de los árboles y cubrían con sus guirnaldas las piedras de las albarradas, la hechicera salió de su choza llevando en una bolsa, la blanca jícara llena de aromoso atole nuevo, que había mezclado con el filtro vengador.
Con paso resuelto llego hasta la morada de la encantadora criatura que encendía los celos de la hechicera; aquella estaba dedicada a torcer hilo de algodón y al ver a la desconocida visitante salió a su encuentro y le pregunto:
-¿Qué quieres, linda mujer?
A lo que esta respondió:
-Vine a traer a tus pies el atole de los primeros elotes que brotaron de mi milpa. Estoy deseosa de que sea endulzado con la miel de tus labios.
La joven india de carne tibia y piel de color de canela, sin sospechar que aquella ofrenda encerraba algún peligro, se puso a saborear el atole nuevo. A medida que pasaban las horas un calor desconocido fue invadiendo el cuerpo de la doncella quien sintió que una pasión desconocida se apoderaba de todo su ser.
Los nobles sentimientos de la princesa maya libraban terrible lucha contra los sacudimientos de su cuerpo virgen que se consumía como leña en la hoguera; y se paseaba desesperada de un lado a otro de su morada sin explicarse el porqué de aquello. Y ya cuando iba a morir el día, salió de esta para dar su paseo acostumbrado; mas al pasar junto al ceibo, al encontrarse al joven guerrero que la envolvía en el fuego de sus miradas, olvidando todo miramiento a su nombre y a su pureza, se acercó a él, le tomo de la cabeza con sus manos, se irguió sobre sus diminutos pies, y antes de juntar sus húmedos labios con los del guerrero exclamo: -Aquí estoy; es para ti mi corazón, es para ti la dulzura de mi alma.
Tomados de la mano salieron de la población protegidos por las sombras de la noche que caían sobre el Mayab y se perdieron el boscaje pleno de misterios. En las ramas del ceibo el búho se puso a avisar la partida de la muchacha que durante los atardeceres luciera su abundante cabellera, y en el pueblo, todos escucharon el canto del mal augurio: t’o, t’o, t’o ,t’o, t’o… sintiendo que se les erizaba el cabello; y los cocuyos salieron con sus linternas de luz intermitente para buscar a la joven que se había marchado.
La noticia de la fuga de la linda muchacha se difundió rápidamente por todo el poblado, y el gobernador se llenó de cólera por la indigna conducta de su hija, con la partida de Suluay el palacio y sus derredores quedaron sumidos en el silencio; en el penacho de los huanos ya no cantaban los pajarillos y solo durante las calurosas horas de la siesta se escuchaba el melancólico arrullo de la tortolita con su Tikin muk, tikin muk, tikin muk…llenando de tristeza a quienes los escuchaban, pensando en la suerte que le deparaba a la hechizada princesa.
Después de algún tiempo el velo del olvido envolvió a la desdichada joven, quien falleció abandonada en el monte sin más compañía que el tétrico zopilote que vigilaba a su próxima presa. La hechizada murió…y dice la leyenda, que poco después, durante las noches en la que la luna invade los campos del Mayab, se ve una bella mujer vestida de blanco, de larga cabellera y cubierto el cuerpo de largos velos, que se posa entre las ramas del ceibo para esperar el paso de algún hombre, principalmente si es joven, a quien seduce con sus promesas amorosas; y si este, por su inexperiencia, se deja engañar, no regresa más a su morada, o si regresa se siente poseído de una gran tristeza que poco a poco va agotándolo, poniéndolo amarillento, como esas plantas faltas de sol, hasta que enloquece y en medio de amoroso delirio muere.
A esta aparición en las tierras del Mayab se le ha dado el nombre de X-tabay; no pocos de sus habitantes aún creen en su existencia; y muchos de los que en ella nacemos y desde niños conocemos esta leyenda, sentimos cierto temor cuando chiquillos pasamos junto a un ceibo, cuando todo es luz al encenderse el fanal de la luna en la comba escora del firmamento. cuando todo es luz al encenderse el fanal de la luna en la comba escora del firmamento. ------------------------------------------------------------
No se trata de una historia tan larga como otras, se trata de una forma de explicar sucesos increíbles y desconocidos para la gente que vivía en esa época, haciendo uso de términos como la hechicería y el mal augurio, mezclándolo con rasgos propios de la cultura maya, cabe mencionar que hay variantes en la forma de la historia y existen algunas versiones con detalles mas o menos diferentes a los que se mencionan aqui, espero les haya gustado esta historia y en lo sucesivo estaré aportando más relatos y leyendas contadas por esta maravillosa cultura, así como de otros lugares para que vayamos conociendo más a fondo la literatura hispanoamericana que fue desarrollándose durante la época colonial y postcolonial, saludos y espero sus comentarios.
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