Macabra lujuria
El pecho de Jim bajaba y subía apresuradamente al ritmo frenético de su propio pulso, intentaba abrir su ojo izquierdo luego de que una espesa gota de sudor entrara en él. Buscaba desesperadamente alguna pista que le diera información de su paradero, a la vez que forcejaba para librarse de la cuerda con que había sido maniatado. Por quién, no lo sabía, a decir verdad había una gran laguna en su mente, lo último que recordaba era esa linda muchacha de ojos color café que se le acercó en el bar con una amplia sonrisa, dejando ver unos dientes fuertes y muy blancos. Ahora se encontraba en algún lugar oscuro que no lograba identificar, en el que se oía una música ensordecedora, ópera. Jim luchaba con las cuerdas que mordían la carne de sus antebrazos cruelmente, sus ojos poco a poco fueron adaptándose al bajo grado de iluminación de aquel lugar inmundo, quizás la sala de juegos de algún psicópata. Batalló con todas sus fuerzas. Gritó, soltó el aire que había en sus pulmones, pero sus maldiciones fueron devoradas por el sonido de la potente y perversa voz del intérprete de aquella canción.
Jim cerró sus ojos deseando con toda su alma que aquella pesadilla no fuese más que eso: un simple sueño, sádico y retorcido pero sueño al fin. Al cabo de un instante, que bien pudo tratarse de unos pocos segundos, minutos o quizás horas, (Jim había perdido la noción del tiempo en aquella mazmorra) la música había cesado, y repentinamente advirtió con terror que unos pasos se iban acercando a un ritmo sereno y pausado. Cerró los ojos con fuerza mientras su cuerpo daba sacudidas acompañadas de gimoteos despavoridos. Los pasos se detuvieron un instante que pareció eterno.
Jim, un joven ateo, comenzó a pedir intensamente al Dios de sus padres, que lo sacara de aquella espantosa situación. La puerta se abrió con un agudo chillido y en aquel cuarto de horror entró una fría corriente de aire cargada con un curioso aroma a flores primaverales. Su cuerpo era un cúmulo de tensos músculos que se movían involuntariamente mientras gemía con fervor. Sintió de inmediato cómo en aquella prisión que tanto se había parecido a un horno, comenzaba a hacer un frio que penetraba hasta los huesos y se sorprendió tiritando mientras sus fuerzas lo abandonaban. Oyó una suave risa femenina, cómo un sutil susurro en su oído que se expandió por toda la habitación, generando un eco. Abrió al fin sus ojos con sobresalto y vio de frente a una increíble mujer, de perfectas proporciones y una larga y ondulada cabellera de color rojo intenso, su piel era blanca y hermosa, tenía pechos firmes y sus caderas describían curvas perfectas como nunca las había visto. Hipnotizado ante aquel grato e inesperado espectáculo, su mente quedó enteramente en blanco, olvidando el terror que había sentido unos instantes atrás.
— ¿Te gusta lo que ves? —Preguntó la mujer con una voz cargada de sensualidad y deseo, seguida de una risa que emanaba insolencia.
— ¿Eres Jim, cierto? Esta noche necesitaré algo de ti Jim.
— Que quie-e-res de mí? — tartamudeó torpemente Jim saliendo del embrujo, como si su mente hubiese vuelto en sí luego de estar soñando con los ojos abiertos.
Fue en ese momento cuando se percató de dos cosas: la primera es que más allá de la inigualable perfección de aquella mujer, había algo en ella que le resultaba familiar; en fracciones de segundo descubrió que se parecía a aquella simpática y linda muchacha con la que cruzó palabras en el bar aquella noche, quién sabe hace cuánto tiempo. Lo siguiente que descubrió fue algo que hizo que el frío que sentía en su cuerpo hasta ese momento se clavara vilmente en sus entrañas hasta casi helar su corazón; y es que durante todo el tiempo que estuvo adorando a aquella inigualable figura desnuda, la mujer nunca abrió sus labios más allá de una moderada sonrisa, que emanaba seguridad y arrogancia, nada que ver con la tierna muchacha del bar. La mujer se acercó dando pasos sensuales y elegantes. El pánico se apoderó de Jim, que sintió el caliente líquido corriendo por su pierna, levantando una espesa nubecilla de humo en medio de aquel gélido lugar en el que se había convertido la mazmorra. Fue allí cuando pudo apreciar más de cerca aquel hermoso rostro carente de imperfecciones, y sintió cómo las cuerdas que lo ataban de pies y manos se soltaban de un solo golpe, como cortadas por alguna fuerza invisible, aunque era muy tarde para huir. Sentía cómo la debilidad y el frío se esparcían por todo su ser, embotando su mente, cómo si algo estuviese consumiendo su alma con rapidez. No podía pensar ni ver otra cosa que no fuera aquella mujer.
— Mi verdadero nombre es Lilith. —Retumbó la voz de la mujer en la mente de Jim, solo que ahora se había vuelto mucho más aguda y penetrante, lastimando sus oídos y causándole un latigazo de dolor en la cabeza.
Lilith lo miraba fijamente, su rostro no mudaba de expresión, su boca sonreía pero sus ojos no, ojos que con el transcurrir de los segundos se volvieron cada vez menos humanos hasta mostrar unas verticales líneas rojas por pupilas, lo que reveló al igual que su piel (que se había vuelto pálida y cadavérica) una apariencia de reptil. En sus dos muslos aparecieron profundas cicatrices como trazos hechos limpiamente con un pincel por una entidad invisible, mostrando unos símbolos antiguos. La criatura abrió por primera vez su boca, mostró una larga y fina lengua de serpiente y afilados colmillos, lanzando un grito desgarrador, un grito que no era de este mundo, un grito terrorífico que decía blasfemias en un lenguaje desconocido para los seres de este planeta, paralizando el corazón de quienes la oyen.
El sudor dejaba surcos en su helada y pálida piel. El terror se cernía ante él desnudo y horripilante, mientras viejas historias venían a su mente, sobre aquella figura mitológica en forma de mujer que demandaba el semen de los hombres para dar a luz criaturas de la oscuridad. Aquellos ojos infernales penetraban su ser y lo hacían caer en el más oscuro y terrible de los abismos.
Nota:
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Hace tiempo que no leía algo tan bien escrito y tan atrapante por aquí! Me gustó mucho.
Muchas gracias @elelobos me alegra saber que te gustó. Saludos!