Un largo trayecto Capítulo V (Parte 4)
V (4)
María y Jofiel desde que se conocieron tuvieron buen entendimiento, el pequeño Adolfo nació en un hospital de partos, fue jalado fuera de las entrañas de su madre por una partera gorda y rolliza bajo la supervisión de un obstetra, nació un niño hermoso, gordo, rosado y profundamente chillón que fue parcialmente ignorado por el resto de la vida por su padre, que presenció el parto, lo tuvo en brazos y muy pocas horas después estaba jugando al billar en un pool de mala muerte con sus compañeros de caña sin pensar en ello siquiera, a pesar de estar eternamente agradecido con su padre nunca se lo agradeció, el haberle quitado sin nada a cambio esa carga.
Adolfo con los años fue haciendo crecer su negocio textil al igual que sus habilidades comerciales, el tamaño de su cuenta corriente era su única prioridad, de vez en cuando preguntaba por su hijo y familia, pero sus bienes económicos eran lo único que empecinaba su mente. Su obsesión le rindió frutos, logró montar una empresa y cuando tuvo cierta comodidad viajó a un país muy elegante de Europa, los contrastes le hicieron despreciar su natal Latinoamérica, vendió sus cachivaches y emigró solo, en un lapso de 3 años impulsado por su capital y sus técnicas de compra venta montó una modesta tienda de ropa. No se despidió de María ni de su hijo, aunque a veces los tenía en mente, se fue y jamás regresó.
Fabián nunca sintió pesar ante la ausencia de su padre biológico, tampoco le hizo falta, Jofiel hizo un excelente trabajo criando al muchacho, siempre mantuvo una relación cercana con él, pero esta fue cortada de tajo ante la llegada inevitable e impredecible de la muerte, ocasionada por un mal funcionamiento en el corazón de Jofiel, nadie lo vio venir, nadie lo pudo evitar. María y sobretodo Fabián lidiaron duramente con el duelo, Fabián quedó marcado de por vida. Adolfo envió flores a la tumba y pagó el entierro sin haber tenido interés en presenciarlo o darle un último adiós. Administró la herencia de forma a que le llegara a su esposa e hijo periódicamente cada mes, no duró mucho, por lo que él se hizo cargo y empezó a mandar generosas remesas, pero viéndolo como una obligación moral y legal, no como un acto de amor filial.
Exceptuando el deceso de Jofiel, las cosas empezaron a ir mejor para la pequeña familia, a María le fue dada la casa donde habitaba su suegro, a pesar de ser grande y espaciosa, esta quedaba ubicaba en un lugar peligroso, muy adentro en una barriada de la ciudad, así que, tras un largo insistir al comunicarle sus inquietudes a Adolfo, arregló un trato para vender la propiedad y de inmediato comprar otra más modesta, pero en una buena ubicación, y a nombre del pre puberto Fabián.
La vida de María dio muchos giros en poco tiempo, en poco más de una década logró tener vivienda digna y fija, que a fines domésticos y prácticos era suya, alcanzó una buena estabilidad económica impulsada por la providencia y su voluntad laboral férrea, la santa suerte cumplió su trabajo tal cual lo pautado, y así lo seguiría haciendo hasta el fin de la descendencia genealógica de esa familia.
Una vez asentadas las bases de una vida familiar sana, María tomó la firme decisión de traer a su madre a a vivir con ella, Fabián la conocía, a pesar de no verla seguido le tenía estima y verdadero cariño. Misia Reinalda era una señora bastante mayor, gozaba de una salud y vitalidad vívida que ocasionaría la envidia de los robles, ni los médicos supieron nunca explicar a qué se debía semejante vigor en la tercera edad.
Característico de su longevidad, era terca como una mula, rehusó infinidad de veces la invitación, solo fue aceptada cuando su corazón fue ablandado por la petición directa y personal de Fabián, que a sus adentros se sentía profundamente solo desde el fallecimiento de su abuelo, y aunque no llegó a comentarlo, la magia maternal de María la hizo capaz de percibirlo sin necesidad de comentarios al respecto, y ni siquiera toda la ternura que pudiese brindarle llenaba el hueco de soledad que estaba cavado en el espíritu de su hijo, ella puso sus esperanzas en Misia Reinalda para tratar de confortar al muchacho.