La señora intento preparar las viseras a su hijo, pero al cuestionar la tardanza de su esposo y lo extraño de las “asaduras”, empieza a interrogar al muchacho, quien confiesa su pecado, siendo maldecido “pa´ to´ la vida”, intentando huir del lugar es perseguido por su hermano Juan quien le sonó una tapara de ají y le “echo” a un perro de nombre “Tureco”, animal que lo acompaña hasta el fin de los tiempos mordiéndole los talones.
También existe otra versión, siendo la anterior la más popular, sin embargo en esta un tanto diferente pero con final similar se narra la historia de un muchacho enfurecido por la traición de su padre, personaje que mato a su yerna, por lo cual el hijo en un ataque de furia termina matando a su padre en venganza por tal ingratitud. Al conocer el hecho, el abuelo mandó a enlazar al joven a un poste de madera en medio del llano para posteriormente destruirle la espalda a latigazos lavando sus heridas con agua hirviendo y liberarlos junto a dos perros rabiosos y hambrientos pero antes de todo ello lo maldijo y lo condeno a cargar los huesos de su padre por el resto de la eternidad.
El silbón habita en Los Llanos venezolanos, vagando en verano por sus tierras, recogiendo polvo en sus manos y metiéndola en su saco, en invierno cual alma errante vaga con sed de muerte, agregado al inmenso placer que le causa castigar a borrachos, vagabundos y mujeriegos, incluyendo a una que otra víctima inocente en su larga lista. Cuentas los llaneros que a los borrachos les succiona el ombligo tomando todo el licor que alberga su cuerpo, mientras que a los mujeriegos los descuartiza, tomando sus huesos para ser metidos al respectivo saco que lleva a la espalda. También se dice que El Silbón suele aparecer en las casas sentándose a contar los huesos, si más de una persona lo escucha silbar no pasará nada pero si no es escuchado de seguro uno de los habitantes de la casa no volverá a despertar.
Su silbido es característico, quienes han tenido la oportunidad de verlo o escucharlo dicen que cuando se percibe cerca es porque no hay peligro pero han de tener precaución aquel que lo escuche lejos porque de seguro el silbar está más cerca de lo cree y con ello es innegable la muerte, para la protección del perseguido recomiendan el uso de ají o el ladrido de un perro, pues nada lo espanta más que recordar su pasado.
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