El anciano y la muchacha
En la vista café que
hace tiempo fuera
su ojo derecho,
azules mares miran;
la mano, peina
esa tierra sepulta,
avalancha sobre
su memoria,
bajo cada hebra
cubriendo la piel,
el corazon apagado
tiembla de repente;
primavera de quince
baila sus dedos
en mejillas de
un roble oxidado,
espigas rosadas que
al viento columpian,
devuelven vida al ser
olvidado de respirar
La belleza del paisaje
es la comparación de
los tiempos; fugitivos
horizontes del lecho.