Les comparto en esta oportunidad un poema que recrea el amor, y a la persona amada, desde la belleza de la naturaleza. Creo que de cierta forma todos somos así: amamos como si fuésemos montaña, o río crecido, o arena caliente... vamos sintiendo más con el ambiente que con nuestra misma piel.

Al igual que con otros poemas, este carece de título.
Espero, agradeciendo de antemano, sus comentarios y lectura.

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Tus manos
siempre han sabido
a cielo gris,
a celaje palpitante;
aire ennegrecido
que se filtra
en esta tierra.
Tu tierra
que respira,
que se expande.

Subes ahogado en silencio
por mi columna de humo
que se comba,
se retuerce,
al reconocer tus pasos.
Se hace mi nuca
soporte vegetal
para tus manos de cielo,
para mis bestias de plata.

Llueve
sobre mi pecho florido,
sobre mis valles de arena.
Y cada beso
de nube agría,
cada gota de ligera brea,
abre en mi superficie grietas
de un no nacer silbante.

Llora sobre mí,
llora dentro,
sol sin luz ni aire;
que mis deseos
ya limpios
volarán en diagonal
a humedecerte los labios.

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