Cipriano Castro: Hombre sin patria, patria sin hombre - Serie Presidentes de Venezuela
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Cipriano Castro en su entrada a Caracas
En medio de una grave enfermedad y después de pasar –aproximadamente- 16 años con el General y entonces Presidente de la República Cipriano Castro, su primer vicepresidente y designado como encargado provisional Juan Vicente Gómez da una estocada certera: un golpe de estado incruento que deja a su compadre fuera del país, y sin posibilidades de regresar.
Acosado por una grave enfermedad y para ser sometido a una intervención quirúrgica, el presidente Castro parte a finales de noviembre de 1908 dejando como principal encargado a su acompañante en el exilio y segundo al mando en la Invasión de los Sesenta.
Luego de haber sido expuesto a distintas pruebas, gracias a su gran astucia, Juan Vicente Gómez demostró su fidelidad en todo momento y Castro no tenía motivos aparentes para desconfiar. Al fin y al cabo, era una decisión provisional y volvería en unas pocas semanas –o meses-, apenas recuperara su salud.
La relación entre el Presidente Castro y su sucesor Juan Vicente Gómez proviene de muchos años atrás, que con el paso del tiempo y la confianza depositada se fue fortaleciendo. No sólo eran amigos, eran aliados en su movimiento político. Gómez era la mano derecha de Castro en los asuntos militares, Castro era el rostro visible y el gran orador; Gómez ordenaba y luchaba contra todos los enemigos que aparecieran en el camino.
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Cipriano Castro (izquierda) y Juan Vicente Gómez (derecha)
En el libro La guerra de los compadres: Castro vs Gómez, Gómez vs Castro de Simón Alberto Consalvi (2009), se expone que Castro no sólo encargó a Gómez el poder que representaba la presidencia de Venezuela; sin dudarlo, también dejó a todos sus amigos y fieles acompañantes desde su entrada a Caracas, justo aquellos que unos meses antes habían rogado y aclamado por su vuelta al poder.
Inmediatamente después de la partida de Castro, su grupo autentico –mayormente conformado por algunos familiares- planeaban la desaparición física del vicepresidente Gómez. Éste último, es avisado mediante una carta y cegado por el egoísmo, procedió al arresto de todos. A esas alturas, ya el pueblo venezolano se encontraba dudoso del rumbo político que tomaría su país y gracias a las estrategias de Gómez y el grupo andino, un grupo se reunía en el balcón de la Casa Amarilla proclamando: “¡Que muera Castro!”
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Cipriano Castro junto a su gabinete ministerial
Todo el gobierno de Castro estuvo marcado por el despotismo hacia las fuerzas extranjeras, y apenas 19 días después de su partida, las costas venezolanas fueron bloqueadas por buques holandeses que se encontraban interesados en restaurar las relaciones diplomáticas. Ofreciendo su ayuda a Gómez, y promoviendo una estrategia política por todo el pueblo venezolano, el golpe de Estado se produjo el 19 de diciembre de 1908.
Gómez no hubiese podido lograrlo solo: un personaje tan introvertido y calmo como él necesitó de la ayuda de las fuerzas extranjeras. Estaba violando la confianza y el afecto de su amigo personal, su compadre, quien confió en él y en distintas oportunidades le otorgó cargos hasta por encima de sus familiares.
Gómez, no sólo le robó el cargo a su compañero, Gómez no le permitió más la entrada a Venezuela. Gómez, atormentado por su conciencia, no dejaba de pensar en todas las herramientas que Castro tenía en sus manos para reclamar lo suyo y en alianza con Londres no se le permitía desembarcar en ninguna colonia inglesa, obligándolo a deambular por varios años entre Francia y España. Fueron los militares de Gómez quienes humillaron a Castro, aún enfermo, y lo cargaron en paños menores, obligándolo a embarcar, rumbo a Burdeos. Siendo su compadre, Gómez lo condenó a ser el hombre sin patria.
Alexmar Uzcátegui, enero de 2018.
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