Vendrán días felices.
Aparca la camioneta en el estacionamiento. Tras los cristales oscuros da la impresión de un edificio abandonado. Carlos le palmea el hombro, prende un cigarrillo, baja la ventana y ve el parking vacío. Luce tranquilo cuando pregunta:
—¿Es la tercera planta, no? Este es, entonces, el segundo piso. Cuando veamos un carro bajar lo seguimos; así estamos seguros—abre la puerta y antes de bajarse voltea— ¿Te vas a bajar, Orlando? Cálmate, vendrán días felices.
Orlando lo ve desde dentro cuando se baja, se estira y se asoma al balcón que se abre en la pared de fondo. Se recuesta y comienza a fumar. Abre la puerta del copiloto y desciende. Ahueca las palmas y sopla para darse calor. Sus pasos resuenan huecos en la soledad de las naves estacionadas. El cielo es claro, claro y pacífico. No recuerda haber visto un cielo tan limpio. Ve a las señoras llegar con las cestas de las compras. Ve a un padre y a su hijo caminar mientras conversan. Ve la vida que le ha sido negada. Se entristece un poco, al final todo es una vida triste. Te dicen "Ve hacia allá" y tú vas; "Carga esto" y lo cargas; "Conduce" y tú conduces. Además, hay tipos como Carlos que te hacen reconocer la naturaleza vacía de las cosas. Tipos que follan y matan de una manera impersonal, como si estuviesen vacíos. Lo que le da más miedo es reconocer eso en sí mismo. La negrura. La falta de sentido.
Orlando lo mira encaramado mientras fuma.
—Ya deberían estar aquí. ¿No crees?—pregunta.
—Cálmate, viejo—se le queda mirando largo rato en silencio, y él vislumbra un brillo homicida en sus ojos. —Un día me matará—piensa.
—Chamo, tú si eres gafo, de pana. Cálmate, te dije. Soy el menor y parezco tu papá, hay que enseñarte todo. Esos llegan ahorita. Si no, bueno.
La risa que suelta es terrorífica y dentro de ese aparcamiento solitario suena falsa. Cruda e infame.
Orlando sigue viendo el cielo. Un lago azul. Se pregunta: ¿Qué querrá decir días felices? Quizás retirarse, tener un hijo y educarlo. Sobre todo él, que conoce tantas cosas malas. ¿Y si su hijo fuera como Carlos? ¿Podría amarlo? Trabajo es trabajo es verdad, pero lo que hace él es inhumano. Es un pecado.
—Vendrán días felices. Claro que sí—dice para sí mismo Carlos, mientras busca otro cigarro. Lo prende y el humo baila detrás de su hombro.
—¿Qué diremos cuando lleguen?—dice Orlando.
— Pues, nada. Ellos llegan, le entregamos su vaina, y chao. Fácil—le responde Carlos.
Se oye un auto por las vueltas que bajan al tercer piso del parking. Aunque no quiere demostrarlo, Carlos se tensa. También tiene miedo. De alguna forma eso cambia su concepción y se pregunta qué hacen allí los dos. Abandonados.
Aparece un Corsa blanco y se estaciona detrás de la camioneta, bloqueándola. Los dos se bajan del barandal y esperan. Nadie sale del auto. Vuelve a soplarse las manos. Carlos tuerce el gesto dejando ver sus dientes y se sujeta la correa.
Al fin se bajan dos tipos. El ambiente se distiende. El sol acaba de salir por entre las nubes. La luz baila en el piso de cemento.
—Bueno, ¿trajeron la vainita muchachos?—pregunta el señor con aire bonachón. El otro, el de camiseta, solo los mira con una sonrisa congelada.
Vendrán días felices. Vendrán días felices. Tú haz esto y cierras los ojos. Luego, se acabó.
Carlos se dirige despacio al maletero de la camioneta. Abre la compuerta y la cierra.
— Epa, chamo. ¿Que pasa? Danos la vaina—El de camiseta se tensa, todo está bajo el agua.
—¿Qué vaina, pure?—pregunta Carlos. Orlando traga saliva y ahora siente el peso del arma en la cintura. La siente como su corazón. Latiendo, latiendo.
—¿Tú eres marico, verdad?—le ruge el señor. Ya no sonríe. Su voz está llena de ira—dámelo y te vas tranquilo, muchacho.
Orlando ya lo sabe. Al ver el hombre de la camiseta y sus ojos, lo sabe. Carlos también lo sabe. Saben que en la camioneta no hay nada.
—¿Cómo sabes tú que nosotros somos lo que te entregamos algo? Nosotros estamos aquí hablando y tu llegaste de la nada a pedirnos algo que yo no sé qué es. Además, este es el piso dos—responde Carlos.
La cartas están echadas. El hombre de bigotes sonríe y sabe, también lo sabe. Sabe que estamos muertos, pensó Orlando.
Acto seguido se oyó el primer tiro en el estacionamiento. A su espalda la calle esta calma, es el mediodía y pronto llamarán al almuerzo. El cielo está tan bonito. Los niños regresan del parque y los ancianos de su paseo. Se ha cerrado el trabajo. Descansen.
Carlos aulla de dolor y dispara. Se esconden tras la camioneta y le caen cristales en la camisa.
—Fue una trampa, una trampa coño'esumadre. Tranquilo hermano, tranquilo. Vendrán días felices.
El estacionamiento retumba en la soledad.
Excelente, como siempre. Es interesante lo que planteas, Luis: dotar de reflexión, incluso, a las personas que viven en deshonra sirviendo al crimen. Creo que nos haces un favor al tratar de humanizar, al darle conciencia, al venezolano perdido en la violencia, al mostrarlo como víctima.
Bueno, eso percibo...
Bueno yo creo que esas personas tienen cierto grado de reflexión y su discernimiento. Gracias por comentar, me alegro que te haya gustado
No, lo terrible es que ellos son seres humanos, no son otra cosa. Aunque querramos negarlo, ser humano también es ser lo que es un criminal.
excelente tu , escritura de verdad felicitaciones , es un placer leerte, saludos...
Muchas gracias amigo. Me alegro que te haya gustado.
Excelente.
Gracias amigo
me encanta la narrativa venezolanisima
madre peo en el que se metieron
Así es, madre peo. Gracias por leer amiga, se te extrañaba por estos lares
Que vaina tan buena. Te estoy conociendo con este post.
Mucho gusto, ojalá puedas seguir disfrutando de mis historias. Gracias por leer
Me ha encantado
Gracias. Me encanta que te encantase
El cielo claro y este chamo lo contamina.
Dibujar un paisaje distinto en el que la normalidad sólo aparece para hacer más negro lo negro. Una realidad para mucha gente expulsada de lo normal.
Muchas gracias por leer susi. Siempre es agradable tenerte por mis letras. <3
Mierda, tremendo cuento hermano. Creo que tiene mucho espacio para mejorar pero de todas formas te felicito, logras capturar al lector. También soy un escritor novato empezando en steemit, te invito a pasarte por mi perfil y a lo mejor algo te agrada. Saludos!
Claro, ya me paso y e dejo mi opinión. Gracias por leer. Me alegro realmente que te haya gustado
Últimamente es difícil saber si vendrán días felices. Esta historia tuya no hace más que mostrar la realidad y lo duro que es pensar en positivo si no se alcanza a ver nada más.
Así es hermano, en esos instantes es muy difícil saber cuándo vendrán los verdaderos días felices. Pero mientras tanto no perdamos la esperanza. Gracias por leer, se aprecia muchísimo