Los hijos del Señor | Reportaje sobre el fanatismo religioso y cómo afecta a los niños |

in #spanish5 years ago

Cómo el fanatismo religioso afecta a los niños

Los hijos del Señor

   

    «Aleluya» dice el pastor, junto a las tres pastoras, tras terminar una frase desde el pequeño escenario donde está parado, y justo después «¡aleluya!» exclama una mujer a unos metros de él. «¿Cuántos me regalan un amén?» pregunta una de las pastoras minutos después y en seguida otra señora grita, mientras alza las manos hacia al cielo: «¡amén, señor, Dios mío!».

    Esa es la emoción con la que algunos han asistido al servicio (misa) dominical en la iglesia Rey de Reyes, un templo cristiano evangélico ubicado en medio de la circunvalación 3 de Maracaibo, cada "amén" exhalado por alguien desde el escenario es acompañado por una oleada de "amén" en respuesta casi al unísono, a excepción del par de mujeres antes mencionadas, quienes se destacan del resto por la intensidad de sus alaridos, y un pequeño grupo indiferente a todo lo relacionado a la prédica: los niños. Hijos, sobrinos y nietos de quienes asisten a aquel templo, juntos casi en su totalidad, apartados en la esquina derecha del salón.

    Mientras los cuatro predicadores continúan en su labor, este pequeño grupo de niños (al menos una veintena), juegan entre ellos. Saltan por sobre las sillas, corretean entre ellas y hacen tanto ruido como les es posible. En al rededor de 10 minutos se los llevarán al segundo piso del edificio, donde recibirán lecciones y participarán en juegos didácticos, todo relacionado a esa religión, por ello los agrupan. Sin embargo, hay otro niño que no está en el grupo, en su rostro se evidencia el fastidio que tiene por estar ahí de pie junto a una mujer que lo regaña si este deja de prestar atención a las palabras de los oradores. Así es como comenzaría a crearse un futuro fanático religioso.



Imagen de Pixabay | chidioc

Dios está primero

    María, quien pidió que no se revelara su verdadero nombre, es una mujer de 35 años que asiste a misa desde "siempre", según comentó. «La mayor parte de mi vida fui católica, de 10 años para acá asisto a una iglesia cristiana», aseguró que contribuye con la "misión de Dios" colaborando y asistiendo a diferentes instituciones eclesiásticas a diario junto a sus cinco hijos (tres niños y dos niñas) que, en su criterio, son criados bajo la tutela del Señor: «mi esposo y yo los educamos para que sepan que Dios está primero y que todo lo demás, incluidos nosotros, viene después de él».

    Además, a pesar de estar desempleada y de que su esposo viva mayormente de trabajos ocasionales, María rehúsa de métodos anticonceptivos, sin embargo también afirmó que no quiere tener más hijos pero «si así lo quiere Dios» está dispuesta a seguir dando a luz, aunque comentó que no es capaz de llevar a la escuela a diario a todos sus niños ni de poder comer tres veces al día porque «la situación del país es difícil».

    Respecto a la inasistencia de sus hijos a la escuela se excusó diciendo que «la mejor educación que se les puede dar es la del hogar... lo demás es opcional» y que, a pesar de las adversidades, siempre tendrán a Dios. Concluyó asegurando que ellos nunca optarían por «el mal camino» porque son personas de bien y ha sabido criar a sus hijos: «no serán como esos muchachos que ves por ahí siendo drogadictos, prostitutas, homosexuales o ladrones» sentenció.



Imagen de Pixabay | tortugadatacorp

Opinión del clérigo

    En la iglesia católica San Benito de Palermo, ubicada en el barrio Valle Frío, la primera escena fue similar a la de Rey de Reyes en un par de aspectos: los niños no prestaban atención alguna a la misa, de hecho la mayoría correteaba por el jardín de la iglesia. Dos de los tres que seguían dentro del templo se distraían observando cualquier cosa, menos al sacerdote en medio de sus declaraciones, el otro dormía en el regazo de una anciana.

    El padre Jhon González, que ejerce el sacerdocio desde hace 26 años, y evita referirse a otros como "fanáticos", admite que aunque en ese tiempo ha conocido a algunas personas más "acercadas" que otras a la iglesia y a la religión como tal, en su opinión mientras más integrada esté alguien a la "misión de la iglesia" estará más capacitado para formar una familia con valores: «es una persona que está entendiendo su misión, que sabe sus límites como pecador y logra entender que su papel en la familia es integrarla y testimoniar la fe».

    Asimismo el padre González afirma haber presenciado "muchos casos" en los que niños de su catequesis han evangelizado a otros miembros de sus familias: «nos hemos conseguido con papás que preguntan qué sucede en la iglesia y por qué sus hijos están cambiando». Asegura que la misión de “los hijos del Señor” en el mundo es precisamente evangelizar e impulsar la fe dentro de la familia: «Estos niños asumen un acto de compromiso anunciándole el amor de Cristo a la familia y, en ocasiones, han hecho que sus papás comiencen a acercarse (a la iglesia)».



Imagen de Pixabay | stempow

Hablan los expertos

    La educadora y psicopedagogo Melisa Muñoz describe el fanatismo religioso como «una adicción que va más allá de la devoción. Puede ser algo enfermizo, más aún si (en el caso de la familia) padre y madre comparten el mismo fanatismo, ya que el control de ellos sobre los hijos será excesivo». Afirma que el punto clave para entender el fanatismo está en el entorno familiar en el que se cría un infante: «si un niño tiene padres, u otros familiares, extremadamente religiosos, que desde su nacimiento van inculcándole este "fanatismo" en su día a día, se prevé que, a medida que vaya desarrollando su vida, será un fanático religioso más porque esa subcultura es lo que ha aprendido dentro de su hogar».

    Sin embargo, opina que esta previsión es menos exacta en la actualidad, en comparación a otras épocas, debido la globalización y el acceso a nuevas tecnologías que le pueden permitir a los niños y jóvenes a hacer un contraste entre lo que les enseñan en sus casas y lo que ven del resto del mundo: «esto podría causar un "impacto" en ese niño y le ayudaría a diferenciar lo que quiere realmente de lo que le están inculcando en su hogar».

    Por otra parte, Susana Báez, quien es sociólogo, refuerza este punto de vista. Asegura que la familia, como «ente socializador en el que se comparten los primeros valores» es, en principio, uno de los factores –el más importante– que incide en que los niños se identifiquen con una religión y, a medida que crecen, desarrollen un sentimiento de arraigo por las creencias de su familia y, dependiendo de cómo hayan sido impartidas estas creencias o de cuáles fuesen sus vivencias personales, pueden seguir su propia tendencia religiosa. y/o llegar a transformar este sentimiento en fanatismo.

    Báez considera además que los hijos de los llamados "fanáticos" se verán obviamente afectados porque «la familia es el primer contacto que tiene un individuo al nacer y el individuo se formará de acuerdo a los conceptos ideológicos que tenga su respectiva familia» y esto tendrá repercusiones directas en su comportamiento, siendo el fanatismo algo que influenciará su vida pudiéndoles llevar a puntos extremos: «por ejemplo, en la sociedad puedes ver justificaciones de asesinatos, suicidios colectivos y guerras, todas basadas en nombre de Dios y en una interpretación religiosa».

    Melisa Muñoz también añadió que, en caso de que un niño sea criado en el seno de una familia fanática, este es más propenso a demostrar problemas de conducta y puede asimilar este "impacto cultural" de diferencias entre el hogar y el resto del mundo de dos formas: «explotará sentimentalmente o, a raíz de tener muy apegado el aprendizaje del hogar, entrará en un estado en el que por nada del mundo violará lo que sus padres le enseñaron y respetará su línea religiosa».

    De igual manera, la también sexóloga estimó que este conflicto emocional puede derivar en que los jóvenes se vean «frustrados y tristes, con problemas para socializar». Agregó que además podrían padecer limitantes en el aspecto de relación de pareja y sexualidad, al ser este último tema algo tabú para los fanáticos religiosos, que generalmente dejan a sus hijos casi completamente exentos de educación sexual.

    Por ende, Muñoz recomienda a los padres fanáticos "sensibilizarse" ya que pueden terminar perjudicando a sus hijos aunque crean estar ayudándolos. «En relación a la escuela, a estos padres pueden participar de charlas o foros, o ver vídeos y hasta películas sobre el fanatismo y sus consecuencias», aunque admite que en algunos casos «puede darse una situación un poco incómoda porque la persona no ve en sí misma un descontrol sino que cree que los demás están equivocados» y, para situaciones extremas, sugiere que se podría llegar a hacer una remisión a psicólogo o psiquiatra.



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Buen articulo, gracias por compartirlo. Yo creo que el exceso con el que educan los padres a los niños en la religión lo que hacen es crear un ser que no se termina de integrar a la sociedad, algunas veces baja autoestima, infelicidad, etc. Hay que dejar que los niños se desarrollen de forma natural y que los padres e instituciones sirvan de guía o apoyo. Yo creo también que los padres deben estar atento a la educación, pero pensando más a profundidad ¿que pasa cuando los padres no saben o están errados en la educación de los niños?

Pues sí, los excesos nunca llevarán a algo "bueno" a mi parecer. Tuve la oportunidad de presenciar cómo el adoctrinamiento, la excesiva crianza en "valores" religiosos, termina creando claras deficiencias en los niños a la hora de socializar, por ejemplo.

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