Caminemos hacia la escollera sur de Necochea y toquemos juntos el cuenco tibetano.

El mar arrastra y deja sobre la playa muchas conchillas, algunos cangrejos que ya entregaron su vida y un tipo de alga rojiza como col rizada muy abundante.  

En esta zona empiezan a aparecer algunas rocas que se ven en balnearios del sur. Solo podemos divisar algunas aunque en balnearios como "Los ángeles" , a unos treinta kilómetros, están en toda la playa y es imposible bañarse. 

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La belleza de esta parte de Necochea es que mientras uno camina la civilización con balnearios y lugares donde hacen comida rápida y licuados con frutas frescas van desapareciendo. Acá solo aparecen algunas casas particulares al borde de la playa. ¡Debe ser maravillosos vivir en un lugar así! ¡Se imaginan estar sentados en alguna de esas terrazas viendo la luna llena sobre el mar! Como diría una amiga uno podría sentir que está... ¡Meta vivir nomás! 

Les cuento que en todo este recorrido mi cabeza no paro de pensar. Soy y me reconozco una montañesa. Nací, crecí y vivo hoy en la montaña. Mi carácter y personalidad es así: buscadora de silencios, solitaria y si me permiten elegir, ensimismada y de pocas palabras. Ahora... ¿Soy realmente así o me hice a ese modo de existir por estar en la montaña? Reconociendo la complejidad del alma humana sé que hay todo tipo de matices en mí interior y en estos días, en el mar, me encontré diciéndole a una amiga: 

- Yo soy aguadora, soy Acuariana. Nací en la montaña pero soy del mar!  

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Y las asociaciones en mi mente con la aguadora me llevó a los cántaros y buscando información encontré que los cántaros donde se lleva el agua tiene un simbolismo femenino, llegando a representar a la Madre Tierra como contenedora de vida. 

Cuenta una anécdota de mi niñez  que de pequeña cada vez que venía al mar los regresos eran llenos de llanto y angustia porque me separaban de él. Termino este paréntesis de reflexión con lo siguiente: 

¿Seré realmente una montañesa o simplemente me crié en las montañas? 

¿La esencia de mi alma pertenece al mar? 

Prometo seguirlo pensando hasta que descubra donde deseo pasar lo que me resta de vida. 

Sigamos el recorrido... ya casi llegamos a la escollera y acá hago silencio de palabras escritas para que disfruten de la belleza del lugar. Solo comentaré que me quedé largo rato cantándole al mar una canción que amo y que es "Honrar la vida" de Eladia Blázquez que comienza así: 

"No, permanecer y transcurrir, no siempre quiere sugerir honrar la vida...."  

También debo reconocer que aproveché para reponer fuerzas para la vuelta. Y ahora sí, Patricia calla.

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  Llegamos a la tarde... 

Después de almorzar he descansado un rato y vuelvo a la playa, esta vez con el cuenco tibetano. Ya envié otro post, hace varios meses, donde el cuenco estaba en la montaña. Ahora ha decidido venir al mar. Siempre con él... siempre conmigo.  

Los cuencos en general están hechos con una variedad de materiales. Algunos de ellos son hierro, oro, plata,cobre, estaño, plomo,  zinc y mercurio.  El cuenco al que acompaño, ya que él tiene vida propia y yo estoy a su servicio, es un cuenco hecho en el Tíbet de manera artesanal,  según me dijo el Sr. que me lo vendió, y a quien deseo creerle. Tiene un sonido maravilloso y nos/me regala su musicalidad por frotación de una baqueta.  

Mientras estudiaba en la facultad la materia "Audiología" me fascinó la física acústica y las leyes que manejan la propagación del sonido. Creo que estaba preparándome para entender como afecta el cuenco tibetano el espacio y campo áurico de las personas. 

En esta segunda parte del post agrego imágenes del cuenco en el mar.  

Algo curioso, mientras lo tocaba empezaron a acercarse las gaviotas.  

Bueno queridos amigos, el sol va cayendo y las luces de las calles se encienden.  

Yo regreso al departamento. 

Será hasta la próxima.  

Cuídense mucho hasta un nuevo encuentro. 

¡Abrazo desde el mar!