Halloween, ¿una fiesta inocente?
El 31 de octubre, es el día de la Reforma, cuando Martín Lutero clavó las 95 tesis en las puertas de la iglesia en Wittenberg; pero una fiesta muy popular de carácter totalmente opuesto, Halloween, ha venido a ocupar el lugar de dicha celebración. Es la fiesta de los 'sustos', de los monstruos y de las cosas feas. Al parecer una fiesta inocente para divertirse metiéndose miedo unos a otros. Y los niños, por supuesto, son los mayores protagonistas en todo esto. No voy a hablar aquí de los daños psicológicos que todo esto puede traer, ni de las raíces históricas o el verdadero carácter de estas fiestas, porque aunque no todos están conscientes de qué es lo que están celebrando, una cosa es evidente; se trata de una fiesta al mal. Sin embargo, esta es una de las tantas maneras en las que el mal se disfraza para hacer creer que es inofensivo, que se trata de un sano juego o que solamente es algo cultural.
Pareciera que toda la nación se hubiera tomado muy en serio aquello de "amarás a tu enemigo". El propio Señor Jesucristo enseñó a sus seguidores (Lucas 6.32–36) que, si amaban a quienes les amaban a ellos, no tendrían ningún mérito. La gente que no conoce a Dios lo hace; ellos aman a quienes les aman. Y si hacemos lo mismo, si tratamos bien a quienes nos aman solamente, eso no tiene ningún mérito, no tiene ningún valor . Prestarle a quién te presta o te ayuda, eso es correcto, pero, ¿qué mérito tiene?, ninguno, es lo normal, es lo que debemos hacer, y cumplir con nuestro deber no tiene ningún mérito en sí mismo, por otra parte, hacer lo contrario sería ser malvado o mal agradecido; por lo tanto, hacer bien al otro no aporta ningún mérito o valor extra en nuestra actitud. No hay que felicitarnos por ello. Eso, incluso lo hacen algunos que se la pasan haciendo daño a otros. O también está el caso de personas que no temen ni aman a Dios, no se rigen por lo que Dios ordena en su Palabra, y sin embargo, son agradecidos y buenos con sus amigos más cercanos. Por otra parte, la mayoría de la gente presta algo esperando recibir otro tanto. "Te doy para que tú me des". Y luego tenemos aquellos filántropos, que esperan que si la gente no le agradece, por lo menos "la vida" les va a recompensar por otra parte. Lo cierto es que así sucede, solo que no es "la vida", sino el Dios que nos da la vida, el que nos recompensa según su Justicia y Sabiduría eterna, a pesar de que ellos no le agradecen, ni le reconocen.
Bueno, en fin, Jesús dijo que cuando amáramos a nuestros enemigos y les hiciéramos bien y que cuando prestáramos, no esperando nada a cambio, entonces tendríamos un premio muy grande y seríamos hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los malos y los ingratos. Así que, a los que creemos, se nos enseña a ser misericordiosos (palabra que resulta bastante desconocida en nuestros tiempos) como también nuestro Padre es misericordioso.
Sin embargo, lo interesante de todo esto es que eso de hacer bien a nuestros enemigos siempre está relacionado con otros seres humanos; pero nunca se refiere a los seres espirituales. Dios no nos manda a "perdonar" a los demonios, ni a amar a los seres espirituales que habitan en las regiones celestes. Ni siquiera a los ángeles buenos les deberíamos hacer culto.
Pero justamente lo contrario a lo que Dios ha establecido es lo que la gran multitud hace. No aman a sus enemigos; pero tampoco a sus conocidos y en muchos casos, ni siquiera a las personas más cercanas, que les hacen bien o son sus familiares o amigos. En realidad, ninguno de nosotros ama a nuestros semejantes como deberíamos hacerlo, porque Dios nos manda a amarles, tal y como nos amamos a nosotros mismos. (Lucas 10.27–28)
Increíblemente, lo que más llama la atención de todo esto, es la predisposición que tiene mucha gente a celebrarle homenaje a todo lo malo y por su puesto, a los enemigos más terribles que tiene el ser humano. Nos pasamos todo el año viendo gente llorar por sus familiares que mueren; aquel que perdió a su hijo pequeño, aquella que enviudó de su joven esposo asesinado y quedó ella sola con sus cinco niños. Terremotos y gente buscando entre los escombros a sus muertos... todo el año... ¡Pero tenemos un día para celebrarle a la muerte su fiesta y darle reconocimiento! ¿No es esto increíble? ¡Y mandan a sus niños por delante a pedir caramelos! ¡Celebren niños al mal! ¡Háganle homenaje a la muerte, a aquella que les quita la vida!
El segundo enemigo dentro de este panorama son los hechiceros y las brujas. Yo he vivido muchos años entre hechiceros y brujas y sé muy bien que sus prácticas, nada tienen de festivo, ni de gracioso, ni de alegría. No solo representan el mal, sino que practican el mal. Nunca olvidaré la constante peste a animales muertos, porque luego que sacrificaban sus montones de víctimas, arrojaban los cuerpos en las "cuatro esquinas" de las calles para que quienes pasaran se llevaran "el daño". Yo vivía en una esquina precisamente y a veces tenía que enganchar el cuerpo ya hinchado y podrido, y arrastrarlo por toda la calle hasta una cañada que había cercana, para lanzarlo a las pestilentes aguas residenciales del pueblo. Cuanto más difícil se hizo la vida, más curanderos y espiritistas aparecían por todas partes. Y cuanto más aparecían ellos, más insoportable y difícil se hacía la vida, en un largo y progresivo proceso cíclico de destrucción de todos los valores y cosas buenas que pudieran haber en la sociedad. Todo se ha ido destruyendo, el aspecto de las calles es sucio, apestoso y los lugares están llenos de plagas y epidemias, que con asombrosa rapidez, van aumentando día a día. Entonces se meten más en la brujería... y más y más... y parece no haber remedio porque no buscan a Dios...
No escribo esto con la intención de atacar o criticar las prácticas de nadie, en fin de cuentas, nada pierdo o gano en lo que a mi persona se refiere, yo he decidido buscar a Dios y de Él recibo todo el bien que necesito; pero quisiera hacerte reflexionar porque todos tenemos una responsabilidad moral con aquellos que nos rodean. Si ves a alguien que despreocupadamente toma un sendero en el cual sabes que hay serpientes y escorpiones, jamás podrías volver a dormir tranquilo, sabiendo que nunca más regresará, porque tú no le avisaste. Cuanta gente hay que vive con su conciencia cargada porque debieron haber hecho algo por alguien para salvarlo y les faltó la fuerza, la sabiduría o simplemente, tuvieron miedo.
Dios le dijo al profeta (Ezequiel 33.7–9) que lo había puesto por atalaya para que amonestara al pueblo de su parte y lo hizo responsable de alertar al hombre impío del peligro de su camino. Si él no lo alertaba, el impío iba a morir por su pecado, pero Dios iba a demandarle a Ezequiel por no haberle avisado. Sin embargo, si Ezequiel anunciaba al impío del gran peligro que corría y impío no le hacía caso, de seguro que se iba a morir a causa de su pecado, pero Ezequiel quedaría libre de toda responsabilidad.
¿De verdad piensas que las brujas no existen y que solo son fantasías propias para entretener y desarrollar la imaginación de los niños? Abre los ojos y despierta, mira a tu alrededor y alármate porque el mal te está haciendo compañía todos los días y por todos los lugares en que andas. Tal vez esto que he dicho te ha hecho reaccionar en contra mía; pero es una realidad que no puedes negar. El mal y el peligro pululan por todas partes en este mundo y a cualquiera nos pueden alcanzar. ¡No se debe pensar en eso! ¡No se debe atraer el mal con malos augurios o pensamientos negativos!... me dirás...
Pero; ¿acaso no es eso lo que están haciendo aquellos que celebran hoy las fiestas al demonio, a la muerte, a los ángeles caídos, a los hechiceros y brujas, ya tengan escobas o no? Alaban al diablo y le hacen una celebración por todo lo alto y, peor aún, enseñan a sus hijos a rendir homenaje y fiesta al destructor, al asesino, al crimen y la violencia... ¿y pretenden que el mal no se los va a recompensar?
No, no es a la muerte o a las brujas a quienes realmente se les está rindiendo homenaje en esta fiesta, es al mismo Satán y su enjambre de demonios. Y no debemos ser ingenuos y tratar al demonio como si fuera un juguete de meter miedo. Un payaso con pincho en la cola, dos tarros grandes y un tridente, echando fuego por los ojos y la boca. Satanás no está jugando ni mucho menos, no es ningún payaso inofensivo para darte sustos. Es algo muy distinto: ES TU ENEMIGO. Un enemigo sutil, pero real; que te odia y no desea otra cosa que matarte, a ti y a tu familia. Y si no le es permitido, por lo menos intentará destruir a lo que más quieres, tal vez tus hijos; hacerte la vida insufrible y quitarte tu libertad para que te pudras en la tristeza y la soledad del infierno... tú y los tuyos...
¿Piensas que el mal te recompensará con el bien? ¿Qué recompensas te dará el mal por hacerle fiesta? Sería increíblemente ingenuo pensar que el mal nos va a recompensar con bien. No; el mal siempre nos recompensará con la desgracia, con la destrucción, con el horror y espanto real de un ser sádico, cruel y lleno de tenebroso odio, con olor a azufre. Alguien sin piedad, que no hace concesiones, que nunca a sus presos abrió la cárcel. Que te aborrece porque aún tienes vida, mientras que él está muerto; y los gusanos son su lecho y cubierto de gusanos yace. Sabe que para él no hay oportunidad ni esperanza y a ti también quiere arrebatártela... tu libertad, tu esperanza, tus amores, tus sueños, tu vida...
Mira a tu alrededor y contempla a los que corren en su angustia... van como locos tratando de agarrar el viento, pero se escapa de sus manos. Celebran su Halloween y unos pocos días después estarán celebrando Navidad, hoy con Satán y mañana ¿con Jesucristo? No; ni siquiera con Jesucristo, les bastará con Santa Claus. Y sus vidas siguen vacías mientras corren para alcanzar el alivio de su tormento... corren, corren, corren... de aquí para allá y...
¿Por qué no buscar el bien, el amor, lo que edifica; aquello que nos da la vida y nos hace feliz? ¿No es más sabio hacer fiesta a Dios -no solo un día escogido del año- sino más bien todos los días? ¡Una fiesta continua de gratitud por todos los bienes que de Él recibimos en cada segundo que pasa! Hagamos fiesta a la vida, al amor, a la justicia, a la paz y a la esperanza. Honremos la luz, no las tinieblas. Volvámonos a Dios y Él se volverá a nosotros. (Zacarías 1.3)
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