Bitácora de un semi-emigrante | Introducción: Éxodos que desangran
(http://despegoenprimera.blogspot.com.uy/2009/11/pasaporte-de-la-comunidad-andina-valido.html)
Ha de ser bien difícil tomar la decisión de marcharse. Meter tres peroles y dos recuerdos en una maleta, decir adiós a la gente que uno quiere y emprender un viaje agotador y, a veces, eterno.
Es bien complicado permanecer entre unas fronteras, pasando hambre, viviendo con miedo.
Todo representa una deficultad. Pero a la hora de escoger qué conviene más, el exilio suele ser la opción triunfante. Durante años escuché ese lugar común que reza algo como que quien abandona su país sin luchar ese un cobarde, y nada más alejado de la realidad.
La semana pasada inicié un viaje largo, de mochilero, con el fin de conocer un poco de otros países. La reacción de la gente fue la misma que cuando alguien abandona el país. Estamos acostumbrados a despedir a quienes, por necesidad o por hartazgo, deciden dejar el país e irse a pasar roncha lejos de casa.
Igualmente pude observar en la frontera la desesperación y la desesperanza de gente que, sin un bolívar en el bolsillo se disponía a cruzar la frontera que nos separa del gigante carioca. De a cientos, y hasta miles, los venezolanos se afanan en cruzar las fronteras (tanto con Brasil, por Santa Elena de Uairén; como por San Antonio del Táchira) sin importar cuánto les tome.
La situación en las fronteras es un desastre, los venezolanos duermen en el piso, pasan días sin comer y sin bañarse; y, al obtener el permiso, muchos quedan en una especie de limbo por no contar con el dinero suficiente para continuar el camino o des-andarlo.
La gente, desesperada, confía en cada promesa paradisíaca que le hacen, y sin sentarse a pensar se lanzan a una aventura que puede resultar costosa.
En la frontera se ve de todo, desde niños totalmente descalzos hasta abuelos soportando horas de sol y noches de frío. Mucha gente pone sus esperanzas en Boa Vista: encontrar empleo, radicarse, llevarse a toda su familia. Pero la verdad es que, sin un plan establecido, dinero suficiente y la preparación adecuada, se puede llegar a pasar bastante trabajo.
La gran mayoría de los venezolanos no merece pasar por situaciones como estas. El éxodo ha ascendido a tal magnitud que se estiman más de cuatro millones de venezolanos fuera del país; venezolanos que representan un inmenso capital intelectual, con tremendas habilidades y, lo más importante, son nuestros conciudadanos.
Venezuela sufre una de las mayores fugas de cerebros de la historia, una emigración sostenida que supera con creces las que recibió en oportunidades anteriores.
Recuerdo cuando mi abuelo me contaba de su viaje, antes de llegar a Venezuela. Solía decirme que todos los italianos, portugueses, españoles y un par de alemanes hablaban del paraíso que les sería Venezuela a ellos que huían de una guerra. Y les cumplió. Lamentablemente, a muchos les toca repetir la historia de los abuelos y ser inmigrantes.